Desde Jujuy
Se cumple casi un año de la detención de la dirigente social jujeña Milagro Sala. Pero en la provincia sigue en boca de todos. Su presencia es fuerte entre quienes fueron sus víctimas y también entre quienes resultaron beneficiados por su accionar.
La Tupac Amaru es una organización social que aún tiene presencia en Jujuy, pero ya sin la fuerza de antes. Con su líder en prisión, quedó reducida. Aunque tiene a su favor la presión de los organismos internacionales para lograr su liberación, y a una parte de la opinión pública nacional, la Tupac pasó de tener en sus filas a unas 40 mil personas, a quedar en algunos centenares.
Asfixiada económicamente –ya no recibe dinero estatal–, Sala tiene una tropa debilitada. Y por el temor de ir a prisión, muchos se abrieron de la organización. Es muy difícil contar qué hizo Sala en el pasado reciente. Porque una parte de la población la ama y la otra la odia.
Sala construyó barrios con miles de viviendas y comodidades para los que menos tienen en los alrededores de San Salvador de Jujuy y también en el interior provincial. Pero en el camino entró a manejar sumas de dinero muy elevadas casi sin control.
La dirigente social manejó políticas de acción social en Jujuy durante los últimos años sin ser funcionaria. Fue posible gracias al dinero que enviaba la Casa Rosada a la gobernación jujeña, controlada por el PJ. Parte de ese dinero, según denuncia la actual gestión de Gerardo Morales, se esfumó y no llegó a destino.
Viviendas, copas de leche, gimnasios, piletas, talleres educativos, son parte de la obra de la Tupac Amaru, pero junto con eso llegaron las denuncias por violencia, amenazas, golpes, intimidaciones y hasta asesinatos.
Historias. José Luis Bejarano, un concejal y dirigente sindical de la ODIJ (Organización de Desocupados Independientes de Jujuy) estuvo trece años junto a Sala. Durante el famoso acampe que llevó a Sala a prisión rompió su relación con la Tupac Amaru e hizo un acuerdo con Morales. Sostiene que nunca compartió “algunos métodos” de Sala, y que la ODIJ tenía autonomía pese a que fundaron juntos la Red de Organizaciones Sociales. Agrega que el gobernador le propuso continuidad para las cooperativas que están bajo su mando, pero sin esos métodos.
“¿Usted no veía sus métodos cuando estaba con ella?”, preguntó PERFIL. “O te alineabas o morías de hambre, porque ella tenía la relación con Cristina Kirchner, con Alicia Kirchner y con el gobernador”, explicó Bejarano.
Beto Mogro, un integrante de la Tupac Amaru, denuncia que es la actual gestión de Morales la que amenaza con quitarles la vivienda si no se desafilian de la organización. “El otro día vinieron acá a Parapetí y con unas máquinas arrollaron dos quinchos que habíamos hecho para la gente”, manifiesta. Cuenta a este diario que se acercó a Sala cuando él vivía en una casa de adobe e iban al baño en letrinas públicas. “Milagro me dio la casa”, dice orgulloso. Y desmiente que la dirigente use métodos violentos.
Soledad Mendoza, una licenciada en Comunicación Social, cuenta otra versión de la historia. Afirma que en 2015 Sala y su organización usurparon el patio de su casa para hacer una copa de leche. Precisa que como se negó a que avanzara ese emprendimiento, dirigentes de la Tupac entraron a su propiedad, la golpearon a ella y a su madre que no puede caminar, degollaron a sus perros, y le dispararon pero erraron el tiro. Asegura que volvió a ser amenazada, aún con Sala en prisión. “Tenemos miedo de que nos maten”, le cuenta a PERFIL.
Juan Tejerina, otro miembro de la Tupac, tiene gratos recuerdos de Milagro Sala. “Empecé a trabajar en 2008 en las copas de leche. Yo andaba con malas compañías y la organización me salvó. En 2010 empezamos la construcción de viviendas. Y en 2011, la Tupac me dio una casa”, se emociona.
Soledad revela un dato inquietante. Sostiene que luego de ir a Buenos Aires a denunciar lo que pasó con Sala, varios de los que la acompañaron fueron amenazados de muerte: “Con ella presa, todavía sigue amenazando”.
Son las dos caras de una historia que marcó a fuego a Jujuy en los últimos años. Las causas contra la dirigente avanzan, y la presión internacional para que sea liberada, también.