Uno de los ejes de preocupación del segundo mandato de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad es el vínculo con los metrodelegados, los sindicalistas más combativos del subte. En ese marco, el jefe de Gobierno ordenó a sus funcionarios encarar una serie de negociaciones para aplacar los ánimos del sector gremial vinculado al kirchnerismo.
El principal foco de conflicto se centra en la presencia de asbesto en las formaciones – la mayoría en la línea B – producto de una compra que realizara el Gobierno porteño años atrás con Mauricio Macri como jefe comunal. En ese marco, la Ciudad arrancó un plan de contención con reuniones formales e informales y logró tranquilizar, relativamente, al gremio con un plan desabestización de todas las líneas afectadas. La falta de radicalización por este tema tiene un componente interno: un sector de izquierda de los Metrodelegados creció, en consonancia con este conflicto, y responde a Claudio Dellecarbonara (del PTS). Por ello, el líder de la agrupación, Roberto Pianelli, decidió no radicalizar el conflicto. A pesar de ello, el mismo Pianelli se reunió el martes pasado con dos de los legisladores clave del Frente de Todos: el presidente del bloque, y amigo personal del presidente, Claudio Ferreño, y Cecilia Segura, quien viene de ocupar la presidencia del Auditoría porteña. Ambos representan el ala albertista y ya adelantaron al larretismo que habrá escaso margen para acompañar iniciativas oficiales.
Denuncian que hay más asbesto en formaciones de las líneas C y E
En lo que refiere al gremio, otro eje los moderó: la nueva licitación para la concesión del subte los obligó a mostrarse dialoguistas para ser parte de la mesa de quien se quede con el manejo de todas las líneas.
Otro foco son las paritarias. Allí, como los metrodelegados no son un gremio formal – tienen judicializado el trámite para obtener la personería -, es la UTA la que se sienta a discutir. Por ello, en la Ciudad, aunque no hubo un reclamo formal todavía, analizan convocar a las primeras charlas informales en las próximas semanas. El objetivo: que no se desmadren los reclamos de uno de los sindicatos que enloqueció a Macri en los últimos cuatro años de mandato.