POLITICA

Llegar al Papa, una experiencia religiosa

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Rio es una buena excusa para cualquier viaje, pero ir a ver a Francisco ocurre sólo una vez en la vida.
| Gentileza Jonatan Fabbian.

Llegar a Rio de Janerio para ir al mar con amigos, disfrutar de un verano o ver un importante partido de fútbol es algo que puede estar, de vez en cuando, en la agenda de cada uno. Pero llegar a esa ciudad a una Jornada Mundial de la Juventud para estar cerca del Papa -argentino-, definitivamente es algo que pasa una vez en la vida. Es que el compatriota Bergoglio representa muchos cambios, no sólo en cuanto a la Iglesia y la rotura de protocolos, sino también en la agenda de cuarenta mil argentinos que nos acercamos a tierras cariocas para vivir una experiencia tan inolvidable como atípica. Un argentino amado por los brasileños es algo que no pasa usualmente, por no decir nunca. "¡O Papa nao é aryyyentino: o Papa é do tudo mondo. O Papa tambein é nosso!", exclama efusivamente el taxista, que me llevó desde el aeropuerto al hotel en Copacabana por unos luchados 65 reales (en el aeropuerto pedían 100 reales, casi 250 pesos).

Llegué a Brasil en la madrugada del miércoles, y presentí que estaba ante un evento multitudinario y de unidad. Al mediodía, comencé la puesta a punto y me acerqué, bajo la lluvia, a las carpas ubicadas en el gran escenario para buscar a un amigo, que estaba ensayando para su puesta en escena. A sabiendas de que la decisión de último minuto de viajar conspiraba contra la posibilidad de conseguir acreditaciones, hubo que "inventar" la forma de ingresar. Me encargué de ser un artista más para estar entre camarines, cerca del escenario y hasta a menos de diez metros de Francisco, y vivir desde adentro una experiencia inusual. La lluvia acompañó en la aventura: el diluvio que sufrió Rio miércoles y jueves inundó Campus Fidei, y todos los eventos se realizaron en Copacabana.
 
El primer acercamiento. La lluviosa jornada del jueves fue la del encuentro entre el Papa y los voluntarios argentinos, en la Catedral Metropolitana de Rio de Janeiro. Miles de ellos pasaron la noche en vela para lograr un lugar de los cinco mil que entraban en la iglesia. Más de treinta mil no pudieron ingresar. La multitud estaba agotada, eufórica y emocionada, las colas superaban las cuadras y se prolongaba a un puente cerca de la estación de metro. Pero logré hacerlo. Escuché desde primera fila el emocionante discurso papal. El Sumo Pontífice le pidió a la juventud que hiciera lío, insistió en que la Iglesia "tiene que salir a la calle" y que "no puede ser una ONG". "No se dejen excluir y no excluyan a los ancianos. Cuiden los dos extremos de la vida, de la historia de los pueblos", exhortó.

Las palabras más emotivas llegaron sobre el final. "Les cuento, entre nosotros, que no me gusta verlos detrás de las vallas. Por momentos me siento enjaulado... ¡Y qué feo es estar enjaulado, me hubiera gustado estar más cerca de ustedes!", reconoció. La Catedral se inundó con las lágrimas de los jóvenes que no paraban de aplaudirlo.

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El contacto con la gente. La postal del viernes fue ver la cercanía de Francisco con la gente. Desde un palco, y a diez metros, pude ver como el Papa a su salida se abrazó con el grupo de cartoneros –invitados por él- en primera y segunda fila. No fue un simple saludo, fue un saludo futbolero, cual delantero que salta los carteles para abrazar a la hinchada tras un gol. El mismísimo Papa se mezclaba entre cartoneros y dejaba que se le tiren encima de a cinco para besarlo.

Más de dos millones de personas en la playa de Copacabana escucharon a Francisco en la vigilia del sábado. "Jesús nos pide que lo sigamos toda la vida, que seamos sus discípulos, que juguemos en su equipo. Sé que a la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Aquí en Brasil, como en otros países, el fútbol es pasión nacional. ¿Sí o no? Pues bien, ¿qué hace un jugador cuando se lo llama para formar parte de un equipo? Tienen que entrenarse y entrenarse mucho. Los atletas se privan de todo y lo hacen para obtener una corona que se marchita, nosotros en cambio por una corona incorruptible. Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo. ¡Algo más grande que la  copa del mundo!”, arengó el jesuita. La ovación hizo frenar el discurso, hasta que continuó: “Nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda, una vida feliz y también un futuro con él que no tendrá fin allá en la vida eterna. Es lo que nos ofrece Jesús. Pero nos pide que paguemos la entrada y la entrada es que nos entrenemos, para estar en forma, para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida.  Dando testimonio de nuestra fe a través del dialogo con él".

Estos son los entrenamientos para seguir a Jesús: Oración, Sacramentos y Ayuda. ¿Lo repetimos juntos todos?... No se escucha bien… ¡Otra vez!”, clamó. Allí se escuchó con toda potencia. “Cuando se suda la camiseta tratando de vivir como cristianos, experimentamos algo grande, nunca estamos solos. Formamos parte de una familia de hermanos que recorren el mismo camino. Somos parte de la Iglesia”. Momento en el que nuevamente interactuó con la gente:

-¿Quieren construir la Iglesia? ¿Se animan?
- Sí...
-¿Y mañana se van a olvidar de este "sí" que dijeron?
- Noooo…
- Así me gusta.

Homilía corta y clara. La mañana del domingo fue la del cierre de la JMJ 2013 con una misa celebrada por Francisco. En medio de un revuelo de personas organizadoras, entre camarines y ante la desesperación por entrar al acto, tras una corrida, llegué a la zona especial dedicada a las personalidades gubernamentales. Ingresé con una llamativa autoridad para estar ubicado entre jefes de Estado y ver de cerca a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, escuchando atentamente los mensajes del Papa. La homilía fue breve, atractiva y directa como ya nos tiene acostumbrados. Con tres puntos que resumen el contenido: “¿Qué nos dice hoy el Señor? Tres palabras: vayan, sin miedo, para servir”.

El cierre de la Jornada Mundial de la Juventud, tuvo más protagonistas argentinos, gracias a la participación de La Sole y Axel cantando junto al mexicano Martín Valverde el tema “Nadie te ama como yo”, ante las más de tres millones de personas en Copacabana. Así pude cerrar, ya en el escenario una cobertura impensada y emocionante en Rio de Janeiro.

En tierras brasileras, fui un testigo afortunado de ver al Papa argentino, que vino a predicar al mejor estilo del jogo bonito ante jóvenes de todo el mundo, ganándose el corazón de todos los brasileños. “Queridos jóvenes, el Papa cuenta con ustedes”, proclamó con seguridad. Mientras, yo, viví una experiencia religiosa.

 

(*) Especial para Perfil.com