Instituto Patria, Fundación Alem, Pensar, Instituto Hannah Arendt son algunas de las organizaciones argentinas a las que, en diversos ámbitos, se las reconoce con la denominación anglosajona de “think tanks”, cuya traducción literal al español sería “tanques de ideas”.
Las mismas se refieren a las organizaciones no gubernamentales, en general sin fines de lucro, con una naturaleza investigadora, que pretenden crear propuestas sobre determinadas temáticas coyunturales.
Al Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) se lo ha vinculado desde los inicios como el semillero de funcionarios del PRO en la Ciudad. La ex directora ejecutiva del think tank es la actual jefa de asesores de Horacio Rodríguez Larreta, Julia Pomares.
“Juntos por el Cambio viene trabajando con sus fundaciones y con sus equipos técnicos para encontrar puntos programáticos, y que esos compromisos sean tomados por cada uno de sus dirigentes, porque se requiere una transformación de una enorme profundidad”, declaró Pomares, refiriéndose a las conversaciones entre los diversos laboratorios partidarios para articular un programa a ser aplicado, si la oposición triunfa en 2023.
Qué es y cómo piensa el think tank sub 50 del que se nutre Massa
En ese aspecto, hay que discernir ciertas distinciones entre los mismos think tanks. Una de ellas, si son abiertamente partidarios y responden a la ideología programática de alguna agrupación política o, por el contrario, cumplen con imparcialidad su labor técnica, evitando la conformidad explícita con algún frente electoral. De reconocer esta diferencia se pueden entender algunos proyectos gubernamentales aplicados a políticas públicas. En tiempos de grieta y enfrentamientos discursivos, el kirchnerismo avanzó en 2016 con su propio centro de estudio.
El Instituto Pensamiento, Acción y Trabajo para la Inclusión Americana (Patria) fue la apuesta de formación de dirigentes e investigadores para las futuras gestiones político-sociales. El espacio está liderado por el senador nacional Oscar Parrilli, acompañado por Jorge Ferraresi.
La usina kirchnerista, ubicada en Congreso, tiene más de quinientos socios y alrededor de treinta comisiones de trabajo, que en los últimos meses emitió señales claras de diferenciación de Alberto Fernández. Incluso existe un acuerdo de cooperación internacional con el Instituto Lula, avalado por el flamante presidente brasilero.
Considerado “el refugio K”, en los años del macrismo, según los resultados electorales del 2023 podría volver a tener el mismo rol. “El financiamiento de este centro de pensamiento del kirchnerismo puro es transparente y directo. Se sustenta con el aporte de una cuota mensual de sus socios que es a elección en el monto”, había informado la institución a los medios.
De todas formas, la identidad de los aportantes sigue siendo un enigma, ya que en noviembre de 2020 la Corte Suprema de Justicia cerró una causa en la que la Inspección General de Justicia, durante el gobierno de Macri, le exigía a la entidad que informara quiénes son sus aportantes poniendo fin al expediente.
Por otro lado, es la coalición opositora Juntos por el Cambio quien lleva la delantera en cuanto a cantidad de think tanks. Las agrupaciones originales, que crearon la alianza, se encuentran representadas por: Fundación Alem (UCR), Pensar (PRO) y el Instituto Hannah Arendt (Coalición Cívica). Ellas son las más destacadas del frente opositor, aunque no las únicas. Los sectores, que se sumaron posteriormente a JxC, crearon sus propias entidades: Encuentro Federal de Miguel Pichetto y Fundación Apolo de Republicanos Unidos, son las entidades de reciente inserción.
Argentina es el quinto país con más “think tank” del mundo
Antes de que exista el PRO, en los albores fundacionales de su partido Compromiso por el Cambio, Mauricio Macri creó su propio think thank, llamado Pensar. En 2005, se observaba a futuros dirigentes amarillos caminar por sus corredores: Néstor Grindetti y Francisco Cabrera, por mencionar a algunos.
Sin embargo, una de las críticas más recurrentes que circulaban en los pasillos de la fundación es que los proyectos ideados en sus paredes fueron descartados e ignorados por su principal referente. Más cercano en el tiempo, y sobre todo en épocas de elecciones, se acusaba desde algunos medios que en sus instalaciones existía una granja de trolls que promovían la propaganda partidaria en otros portales.
Con una impronta más cercana a las fundaciones políticas alemanas, como la Fundación Konrad Adenauer, el Instituto Hannah Arendt tiene una base en la formación ciudadana y en la educación cívica. El think tank de la Coalición Cívica se destaca por sus cursos impartidos por sus propios dirigentes. Elisa Carrio o Paula Olivetto son algunos de los docentes de este espacio de Recoleta, aplicado a la cultura y la política, en un ámbito con matices académicos.
El centenario partido político argentino también tiene su propio think tank bajo el nombre de Fundación Alem: “Es la organización oficial de la Unión Cívica Radical dedicada al análisis de los problemas públicos argentinos, la formación política de los miembros y la promoción de los valores democráticos de la tolerancia y la paz”. Probablemente, sea la institución que más conecta con los valores ideológicos partidarios en su carta fundacional, un estilo clásico que rememora a los partidos socialdemócratas del siglo XX.
Finalmente, de esta manera, las usinas de ideas llegaron para quedarse y, en la actualidad, son una carta de presentación, e incluso de reclutamiento, para futuros dirigentes.