María José Lubertino saltó a la fama en 1996, cuando en medio de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de Buenos Aires no tuvo pudor en darle de mamar a su pequeño hijo. Las cámaras tomaron el íntimo momento y ella -que en ese momento se perfilaba como uno de los cuadros con más proyección dentro del radicalismo- salió a minimizar y desdramatizar el hecho.
A esa altura, Lubertino ya llevaba trece años ejerciendo como abogada. Desde 1997 es profesora regular adjunta de Derechos Humanos en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y entre 1995 y 1998 dio clases en el postgrado de Derecho de familia en la misma casa de estudios.
Lubertino es, además, una férrea defensora de los derechos de la mujer y de las minorías. Fue coordinadora General del Proyecto “Clubes de Empleo”, que busca encontrar soluciones a la problemática de las mujeres en situación de pobreza e integra varios organismos que promueven la anticoncepción de emergencia.
Durante el gobierno de Fernando De la Rúa ocupó distintos puestos: fue asesora del Ministerio de Trabajo y coordinadora general del Programa Tercer Sector, de la Jefatura de Gabinete. Luego que el ex presidente huyera en helicóptero, participó del reality El Candidato que, desde la pantalla de América y con la conducción de Jorge Rial, buscaba ubicar un diputado en la Cámara baja por afuera de las estructuras partidarias.
Lubertino no triunfó, pero le gustó aquello de liberarse de las estructuras: consiguió ser diputada en 2003 bajo la plataforma del desaparecido Espacio Abierto y luego, en 2006, fue una de las primeras radicales en ser coptada por el Frente para la Victoria. Desde ese momento, se desempeña como titular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo.
Desde ese lugar defendió los derechos de los homosexuales a casarse, desestimó una denuncia contra Luis D’Elia por sus declaraciones en medio del conflicto entre el Gobierno y el Campo y fue la madrina del casamiento del diseñador Roberto Piazza.
Lejos del clásico estilo que suelen adoptar las funcionarias, Lubertino le escapa a los trajecitos y a las melenas espumosas. Lleva un aro en su nariz y hasta se atrevió a llevar un peinado bicolor, como el bigote de Charly García.
