La rebeldía de Córdoba hacia el poder político nacional no nació con la formidable votación que allí obtuvo el presidente electo Mauricio Macri en la segunda vuelta, casi el 72 por ciento, para vencer al kirchnerismo. No: forma parte del ADN de los cordobeses.
La capital provincial nació con esa marca. En 1573, Jerónimo Luis de Cabrera levantó la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía a orillas del río Suquía desobedeciendo las órdenes expresas del virrey Francisco de Toledo, que en Lima lo había instruido para que la fundara en otro lugar. Esa insubordinación le costó la vida: perdió la cabeza, literalmente, al volver a Perú.
Durante los primeros siglos, resultó un centro relevante del conservadurismo católico. Eso fue cambiando hasta que se produjo un hito histórico: la Reforma Universitaria de 1918, que reflejó una Córdoba liberal, reformista, laica, plural, ciudadana, democrática; la ciudadela de una clase media que avanzaba hacia un horizonte infinito.
La provincia conoció un desarrollo industrial precoz debido a inversiones del Estado, como la Fábrica Militar de Aviones. De esa fragua industrial nació la “Córdoba revolucionaria”, cuna y vanguardia de las luchas de obreros y estudiantes por la liberación y el socialismo. Luego, vino el Cordobazo, la rebelión popular de 1969, que convenció a los grupos armados que en un país como la Argentina la guerrilla debía ser urbana y no rural como en Cuba.
Cuatro años después, en 1973, el sindicalista Agustín Tosco, de Luz y Fuerza, resumió esa realidad en una frase muy recordada: “¡Vamos a hacer de Córdoba la capital de la Patria Socialista!”.
Para ese momento, los grupos guerrilleros ya se habían convencido de que ese proletariado joven, moderno, autónomo y bien pago, aliado con estudiantes muy movilizados, iba a encabezar la revolución. Es decir, la Argentina se convertiría en socialista y Córdoba sería el corazón de ese nuevo país. En mi libro ¡Viva la sangre!, ambientado en la Córdoba anterior al último golpe de Estado, cuento que las cúpulas de Montoneros y del Ejército Revolucionario del Pueblo se fueron a instalar en Córdoba para estar cerca del principal foco revolucionario.
La provincia ha sido hostil al kirchnerismo desde su nacimiento, en 2003. Toda una paradoja para una fuerza que se postula como la encarnación de los ideales revolucionarios de aquellos jóvenes protagonistas de los Setenta.
La otra marca de los cordobeses es el humor, muchas veces en clave irónica. Un cordobés podría resolver esa paradoja con una respuesta muy simple: “es que aquí sabemos bien quiénes son revolucionarios y quiénes solo fingen serlo”.
(*) Editor ejecutivo de la revista Fortuna, autor de ¡Viva la sangre! Córdoba antes del golpe: capital de la revolución, foco de las guerrillas y laboratorio de la dictadura.