“¿A qué organización social pertenece, señor’”, le preguntó meses atrás la recepcionista del Ministerio de Trabajo, minutos antes de una reunión entre funcionarios macristas y dirigentes piqueteros. “A la del Estado”, respondió con un toque de ironía Carlos Pedrini, suerte de viceministro de Carolina Stanley en el Ministerio de Desarrollo Social. El perfil bajísimo, la barba negra, tupida y caída hacia abajo, sumada a su look de remera y buzo, suelen ser motivo de confusiones y prejuicios. Con un pasado vinculado al peronismo, el secretario de Gestión y Articulación Institucional es un soldado leal de María Eugenia Vidal. “Es vidal-stalinista, pero por Stanley”, bromean cerca de él.
Pedrini lidia con militantes sociales desde que era empleado del ex alcalde Jorge Telerman. Con Juan Grabois, por ejemplo, se conocieron en 2005: por aquellos días el hoy líder de la CTEP intentaba organizar a los cartoneros.
Ahora, a los 41 años, “Charly” representa una cara familiar para el mundo de las organizaciones. Incluso es visto, en el esquema de halcones y palomas, como uno de los pocos funcionarios con voluntad y banca suficiente para destrabar una negociación. En ese reparto de roles, ubicado a mitad de camino entre el mito y la realidad, el ejercicio de la mano dura y el ajuste le tocan al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, y al vicejefe de Gabinete Mario Quintana.
Si bien desde el Gobierno relativizan esas diferencias, existen tensiones entre Stanley y Quintana respecto a planes y presupuesto. En los últimos días, Pedrini fue clave para alcanzar una tregua con la CTEP, Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa, cuando parecía que la relación marchaba hacia un quiebre definitivo.
Antes de que el jueves se firmara la paz, Pedrini se juntó con los referentes del triunvirato piquetero y cruzó decenas de WhatsApps: algunos desafiantes, otros sardónicos, y al final acuerdistas. Cuando se concretó la cita en el Ministerio de Desarrollo, ya estaba cocinado el punto medio en el tironeo multimillonario alrededor de la Ley de Emergencia Social.
Al igual que Mauricio Macri, Pedrini nació en Tandil. Pero a los 8 años se mudó con su familia a Los Toldos, el pueblo de Evita. Su trayectoria ideológica hizo el viaje inverso. Tras un coqueteo con el peronismo y un intento frustrado por estudiar derecho en la UBA (abandonó a la mitad), entró al Gobierno porteño. Desde el 2004 se fogueó como funcionario de bajo rango en la Secretaría de Desarrollo Social, manejada por Telerman.
Pero el gran salto lo dio de la mano de María Eugenia Vidal, quien asumiría como ministra porteña en 2008. Ahí, junto a su amigo Santiago López Medrano, actual ministro de Desarrollo bonaerense, complementaron el conocimiento teórico de Vidal y (luego) de Stanley. Ambas venían del laboratorio oenegeista del Grupo Sophia. Pedrini y López Medrano les aportaron su experiencia territorial en villas: se ocuparon de emprolijar y controlar la distribución de planes, por momentos a cara de perro.
El ascenso porteño de Pedrini, incluida su designación al frente de la Unidad de Gestión de Intervención Social (UGIS), coincidió con el sorprendente despliegue del PRO en villas y asentamientos. En las elecciones de 2015 el macrismo ganó por primera vez en la Villa 31 y en la 1-11-14.
Como segundo de Stanley, tiene 2.900 empleados a cargo, cincuenta oficinas y tres subsecretarías. Viaja dos veces por semana al interior para medir la temperatura social por abajo. Es el embajador macrista para que el diálogo con las orgas varíe entre tenso y amable, sin nunca llegar a desbordarse.
“No había margen”
La sangre no llegó al río. Tras 21 meses de trato fluido con las organizaciones, la semana pasada hubo una seria amenaza de ruptura. “Fue la peor reunión que tuvimos”, declararon los militantes sociales, a la salida de la cita en Desarrollo Social. Menos de una semana después, el clima volvió al tono amistoso previo. “No había margen para que se recortara en partidas destinadas a cuestiones sensibles”, afirmó ayer el coordinador de Barrios de Pie, Daniel Menéndez.
La disputa de fondo se dio alrededor de la Ley de Emergencia Social, que prevé la inversión de 30 mil millones de pesos en salarios complementarios a lo largo de tres años. Los dirigentes habían denunciado una subejecución del 70% de lo previsto para 2017. “Por suerte hicieron bien los números y nos han planteado que existía la posibilidad de que a lo largo de este año más gente se pueda incorporar a las políticas sociales”, destacó Menéndez. Después de una semana de negociaciones intensas, en las que Carlos Pedrini fue el interlocutor principal, el macrismo y las organizaciones llegaron a un punto de acuerdo.