La serie Envidiosa, protagonizada por Griselda Siciliani, despertó un interés inmediato. La trama sigue a Vicky, una muchacha de cuarenta años que se separa y comienza a padecer los logros de sus seres queridos, al tiempo que pretende, con cierta desesperación, completar anhelos pendientes. Esa difícil convivencia de celos y deseos los trata en terapia, y si bien hace intentos por estar mejor, las desventuras amorosas y los hitos ajenos le resultan muy difíciles de transitar. Detrás de Envidiosa está Carolina Aguirre, guionista de otros títulos exitosos: Guapas, Farsantes, Argentina, tierra de amor y venganza (ATAV), y Ciega a citas; algunas de estas en dupla con Mario Segade.
—¿Cómo surgió la idea de “Envidiosa”?
—Hace mucho, Adrián (Suar) tenía la idea de hacer una serie sobre una envidiosa y a mí me interesaba la idea de una chica que está tan obsesionada con los mandatos del casamiento, la familia y los hijos que, cada vez que una amiga los concreta y ella no, se enferma, se brota, enloquece y sufre. Me gustaba mucho ese personaje. Y en algún momento cruzamos ideas y sé que después él avanzó con eso en su cabeza, que nunca frena. Él lo habló con Netflix y ya. Fue muy sencillo.
Griselda Sicialini: "Envidiosa tiene el elenco de mis sueños".
—¿Se puede adelantar algo de la segunda temporada?
—Está mucho más parada en el amor que en la envidia, en cómo Vicky trabaja para deshacer ese ideal de pareja, de familia, de amor que tiene y que es más un mandato heredado, para así poder abrirse a la posibilidad de tener un compañero que quizás no cumpla con esos mandatos pero que haga su vida más feliz.
—¿Pensaste en alguno de estos actores y actrices a la hora de escribirla?
—Sí, claro. En general vamos trabajando de esa manera. Apenas hay un libro uno y dos, empezamos a pensar con Adrián y Diego (Andrasnik) quiénes serían los actores perfectos. A veces yo ya tengo una idea muy clara y lo propongo. Otras es al revés: ellos tienen una profunda convicción de que va por otro lado. Vamos armando de esa manera, eligiendo entre actores que nos gustan, o actores nuevos que acabamos de ver en teatro o en otra serie.
—¿Te costó encontrar el tono, o salió de un tirón?
—No, el tono de la primera temporada hace mucho estaba en mi cabeza. Me costó escribirlo, supongo, y hacer que todo confluya en treinta minutos, con tantos personajes, tantos giros, teorías, temas. Yo sabía que era muy rápida, que tenía mucho humor verbal, que estaba muy corrido de lo correcto o lo de esperable, y que compartía elementos de la comedia romántica –que acá casi no existe–, y de la telenovela. Al crear una serie de tantos capítulos no alcanza la peripecia: necesitás conflicto puro y duro. El conflicto es como un motor y no estamos acostumbrados a la comedia romántica seriada. La gente adora el género pero, creo, que no hay directores de comedia romántica.
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—¿Qué sentís cuando ves la serie? ¿Estás satisfecha?
—Muy, muy contenta. Yo quería ver si podíamos lograr hacer un éxito real desde las plataformas. Quiero decir, yo siempre trabajé en televisión y cuando hacés un éxito, no lo sabés por el rating sino por cómo se mete esa historia en el día a día. Entrás a un bar y están hablando del capítulo anterior, hay frases que se meten en el diálogo cotidiano, empiezan a salir notas con temas relacionados a los personajes porque instala una agenda. Eso no había vuelto a pasar desde que se fue la televisión de aire. Hubo series muy exitosas, pero a mí nunca me pasó de entrar a un bar y que la mesa de al lado se esté contando un capítulo o una escena de esa serie.
—Y una historia sobre una mujer.
—Era importante para mí y para Griselda (Siciliani) que ni fuese esposa, ni novia, ni la amiga, sino que sea sobre ella. Todos los éxitos en plataformas en Argentina son historias con protagonistas hombres. Por otro lado, me importaba mucho parar la historia en ese lugar. Siento que nosotras nos queremos creer que somos feministas, que en 2018 pasamos a ser feministas, a estar deconstruidas, y a abandonar todos los mandatos y el ideal del amor romántico. Y la verdad es que no; es otro mandato nuevo: el de ser feministas impecables.
—¿Y “Envidiosa” es una respuesta a eso?
—Siento que producir esas ficciones idealizadas sobre feministas perfectas que aman su cuerpo, que no tienen relaciones tóxicas, que no sufren por los mandatos y demás. alejan y dejan solo al espectador. En la intimidad, muchas somos un manojo de ansiedad y contradicciones, y ver a esa feminista irreal en la tele solo te hace sentir rancia y estúpida. Nadie puede abandonar de un día para otros los mandatos de una sociedad que aún hoy es totalmente masculina y patriarcal. Es ridículo.
—¿En qué etapa creés que estamos como sociedad?
—Estamos en un proceso pero más allá de eso, aun si fuera así, si muchas pueden, yo quería contar la historia de una mujer, esto es algo que veo que cuesta mucho entender y es parte de esta cultura machista. Cuando vemos a un personaje hombre, entendemos que es ese personaje: Coppola es Coppola, no es todos los hombres. Sin embargo, a Vicky se la analiza como si fuera todas las mujeres. Lo que le pasa a Vicky en Envidiosa es lo que le pasa a ella; no representa a nadie.