La muerte de la princesa Diana de Gales (Lady Di), divorciada del príncipe Carlos, conmocionó al Reino Unido como nunca antes había ocurrido. La tragedia dejó sin madre a los príncipes Guillermo y Harry, de 15 y 13 años respectivamente, y tomó por sorpresa a una reina Isabel II que no supo cómo reaccionar. Durante la semana que pasó entre el accidente y su funeral, el país se hundió en un dolor popular sin precedentes que sacudió a una monarquía calificada como insensible.
31 de agosto: accidente a alta velocidad
Diana Spencer y novio, el millonario empresario egipcio Dodi Al Fayed, fueron protagonistas del acoso de la prensa durante sus vacaciones de verano en el Mediterráneo, cuando crecían los rumores de que se iban a casar.
La pareja llegó a París el 30 de agosto y cenaron esa noche en el Hotel Ritz, propiedad de Mohamed Al Fayed, padre de Dodi. Intentaron salir discretamente en un Mercedes por una puerta trasera del hotel poco después de medianoche.
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Perseguido por paparazzis en motos, el automóvil que llevaba a Diana y Dodi chocó a gran velocidad contra una columna en un túnel cercano al Puente del Alma, en la orilla norte del río Sena, opuesto a la torre Eiffel.
Al Fayed y su chofer, Henri Paul, que presentaba un alto nivel de alcohol en la sangre, mueren al instante. Su guardaespaldas queda gravemente herido. Un documental del canal Discovery que se estrenó esta semana mostró que Paul en realidad no era un chofer profesional, sino el jefe de seguridad del Ritz.
Los socorristas consiguieron sacar a la princesa Diana con vida pero en grave estado de la deformada carrocería del Mercedes.
La policía detuvo esa noche a siete de los fotógrafos que persiguieron el automóvil de Diana por las calles del París pero las imágenes del accidente se ofrecieron por miles de dólares a los periódicos.
Lady Diana fue trasladada al Hospital Pitie-Salpetriere donde, después de dos horas de operaciones quirúrgicas, murió las 4 de la mañana a causa de las graves heridas que tenía en el pecho.
Lady Di: la rebelión de la princesa
La reina Isabel II, su marido el príncipe Felipe, el príncipe Carlos y los hijos Guillermo y Harry, estaban en el castillo de Balmoral, la residencia de vacaciones de la monarca en Escocia.
La familia real fue informada oficialmente pero reaccionó pocas horas después. En Balmoral se prohibieron las radios, la televisión y los diarios.
El nombre de Diana fue borrado de las oraciones en la misa dominical a la que la familia real asistió al amanecer para no afectar más a los príncipes Guillermo y Harry.
Reino Unido despertó en estado de shock
El Reino Unido despertó el domingo 1 de septiembre en estado de shock y miles de londinenses comenzaron a dejar flores frente al palacio de Buckingham y el palacio de Kensington, la residencia oficial de Diana.
El primer ministro laborista Tony Blair rindió un homenaje público a la fallecida, a la que calificó como "la princesa del pueblo".
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Mientras los funcionarios del palacio discutieron intensamente con el gobierno sobre cómo afrontar la muerte de la princesa de Gales, que desde su divorcio no era miembro oficial de la monarquía.
El príncipe Carlos insistió en usar el avión real para ir a buscar a París el cuerpo de su exesposa, contra los deseos iniciales de la reina Isabel II y los consejeros reales.
La prensa fue la primera acusada. Por la tarde, el hermano de Diana, el conde Charles Spencer, dijo desde su casa en Sudáfrica que los periódicos tienen las manos manchadas de sangre.
Los británicos lloraban, la familia real guardaba silencio
Nerviosos, los tabloides británicos intentaron minimizar el daño en los días siguientes, mostrando adoración por Diana y desviando la atención hacia la monarquía. "Nació como lady. Se convirtió en nuestra princesa. Murió como santa", tituló The Daily Mirror.
El 2 de septiembre, el fervor popular creció y las multitudes comenzaron a llenar las principales avenidas de Londres para dejar flores y firmar los libros de condolencias instalados en los palacios reales, hasta entonces la única señal de luto oficial en la familia real.
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El choque entre el gobierno de Tony Blair y el palacio creció en torno a la organización del funeral. La casa real buscaba un funeral privado porque Diana ya no tenía el título de Alteza Real y no tenía derecho a un funeral oficial.
El 3 septiembre, todos los periódicos británicos reclamaban en sus portadas un tributo digno a "la reina de los corazones" y reflejaron el enojo del público ante el silencio de la familia real, que seguía aislada en el castillo escocés.
El 4 de septiembre, las tapas de los diarios mostraban el enojo ciudadano porque la bandera británica no ondeaba a media asta en el Palacio de Buckingham y los editoriales pedían que la reina Isabel II volviera a Londres para solucionar estas cuestiones.
El tabloide The Sun se preguntó en su portada: "¿Dónde está nuestra reina? ¿Dónde está nuestra bandera?". Según el rotativo, la ausencia de la bandera era "un cruel insulto a la memoria de Diana".
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Presionada por el gobierno, la casa real explicó que el mástil del palacio solo se utiliza cuando la reina estaba en el palacio de Buckingham, izando la bandera personal del monarca, que nunca ondea a media asta.
El diario The Guardian publicó una encuesta en la que una cuarta parte de los británicos pedía la abolición de la monarquía: "Si ellos (la familia real) no prestan atención a su lesión, no enterrarán solo a Diana el sábado, sino también su futuro", advirtió el periódico.
El discurso de la reina salvó a la monarquía
Finalmente, la familia real dejó Escocia y volvió a Londres el 5 de septiembre. Isabel II y el príncipe Felipe fueron aplaudidos tibiamente cuando llegaron al palacio de Buckingham, visitaron las flores depositadas en la calle y conversaron con los dolientes, lo que ayudó a calmar el ánimo popular.
Ese mismo día, la reina Isabel pronunció un mensaje televisado inaudito en el que rindió homenaje a su exnuera. Describió a la princesa como "un ser humano excepcional" al que, dijo, "admiré y respeté por su energía, aliento y, sobre todo por su devoción a sus hijos".
"Esta semana en Balmoral, todos hemos estado tratando de ayudar a Guillermo y Harry a aceptar la devastadora pérdida que ellos y el resto de nosotros hemos sufrido", dijo la reina. "Por mi parte, creo que se pueden extraer lecciones de su vida y de la extraordinaria y conmovedora reacción a su muerte"
"Que en paz descansen los que fallecieron y que todos y cada uno de nosotros demos gracias a Dios por alguien que hizo felices a muchas, muchas personas", finalizó.
El 6 de septiembre, casi un millón de personas se reunió en Londres para presenciar al cortejo fúnebre en profundo silencio, solo roto por llantos y el repicar de campanas de las iglesias.
El cortejo fúnebre salió del palacio de Kensington y, al pasar por Buckingham, Isabel II salió a la vereda para hacer una reverencia, el gesto que le devolvió la confianza pública.
Ante más de 2.500 millones de telespectadores en todo el mundo, el príncipe Guillermo y el príncipe Harry caminaron detrás del ataúd de su madre desde el palacio de St. James hasta la abadía de Westminster. Sobre el féretro, un ramo de flores tenía una tarjeta que decía “Mami”.
Al funeral asistieron 2.000 invitados, incluidos Tony Blair, la primera dama estadounidense Hillary Clinton, el tenor Luciano Pavarotti, la ex primera ministra Margaret Thatcher o el actor Tom Cruise. Elton John adaptó su canción "Candle in the wind" con una letra que homenajea a Diana.
"Diana era la esencia de la compasión, el deber, el estilo y la belleza”, dijo el hermano de Diana en un discurso ante la familia real. Definió a la princesa como “alguien con una nobleza natural imposible de clasificar que demostró en el último año que no necesitaba un título real para seguir generando su magia especial”.
Para su sepultura, el féretro de Diana fue llevado a Althorp House, propiedad de la familia Spencer. A lo largo de todo el camino, miles de personas se reunieron en las rutas y tiraron flores sobre el coche fúnebre, algo realmente inusual en el Reino Unido.
Meses después, Isabel II dedicó su mensaje de Navidad a los británicos para volver a hablar de Diana: "La alegría y la tristeza forman parte de todas nuestras vidas. Este entretejido de alegría y aflicción se ha hecho muy evidente para mí y mi familia durante los últimos meses. Todos sentimos la conmoción y el dolor por la muerte de Diana".
ds