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rumores y verdades

“Toda mi vida supe que tengo mal pulso”, dice Larreta sobre su temblor esencial

El jefe de Gobierno cuenta que lleva una vida normal y confiesa que sólo se le manifiesta un movimiento en las manos cuando levanta un objeto. “No se animaban a preguntar, fantaseaban con algo peor”. Galería de fotos

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Presente. “Jamás tomé nada ni me hice nada. De hecho es un tema que no hablo con el medico hace treinta años”. | Pablo Cuarterolo
Era un tema que lo incomodaba. En cualquier programa de televisión adonde Horacio Rodríguez Larreta iba, sentía que a sus espaldas periodistas y productores no se animaban a preguntarle, ya fuera en on o en off. Desde hace unos meses, un video viralizado en las redes lo muestra, llamativamente, tomando un vaso de agua con las dos manos. Inevitablemente, comenzó a circular que el jefe de Gobierno de la Ciudad tenía Parkinson. En el radiopasillo se dijo entonces que él había prohibido que le enfocaran las manos en cámara, que había viajado a Estados Unidos para hacer un tratamiento y hasta que tenía pensado tomar una licencia de seis meses.
 
“¿Es necesaria la nota? Es un tema privado, pero lo consulto y hablamos”. Esa fue la respuesta que recibió PERFIL el miércoles 30 de agosto, cuando comenzó la gestión de una entrevista con el equipo de Horario Rodríguez Larreta para que él hablara de su temblor esencial, el término médico con el que se describe el movimiento que padece en las manos. A las 48 horas, y ante la confirmación por parte de PERFIL de que el tema se trataría de todas formas, se accedió a un pedido de su equipo de prensa de postergar la entrevista. Durante el reinicio de las conversaciones, el miércoles pasado por la noche, Larreta apareció hablando en un ciclo televisivo amigable con el PRO como es Animales sueltos. “No lo conté antes porque no me lo habían preguntado; si no, lo habría contestado. Es algo que cuento sin tener una cámara prendida”, dice Larreta ahora a PERFIL.

Viernes 9 de septiembre. El funcionario recibe a este diario en un bar de Caballito. “En el colegio me jodían con que iba a ser cirujano”, bromea cuando se le pregunta por el primer recuerdo de esta patología que posee, según contó, desde los 5 años. “Toda mi vida supe que tengo mal pulso. Es eso, un pequeño temblor en la mano, y se da cuando la tengo levantada con algún objeto”, dice elevando su brazo a una altura aproximada de treinta centímetros por sobre la mesa del bar. “¿Vos dirías que tiemblo?”, pregunta con la mano visiblemente quieta. “Imperceptible”, agrega, tomando entonces un vaso de agua con esa misma mano, que ahora –se ve– tiembla si se la mira con atención. “Desde que nací recuerdo que tomo agua con las dos manos. Lo tengo incorporado”, agrega el jefe de Gobierno, y pide un café. “Lo voy a tomar con una sola mano para que te des cuenta”, anuncia. 

—¿En su familia lo había tenido alguien más?
—Podés tenerlo de forma tan imperceptible que no lo sabés. Hay mucha gente que lo tiene y en pequeños grados. Si mi viejo lo tenía, yo no lo sabía. 

—Según dicen, con el estrés se puede intensificar el temblor. ¿Le ocurre eso?
—Yo no percibo que se intensifique. También me dicen que si tomás un vaso de vino se morigera. Tampoco noto eso. La situación en que más se expresa es ésta que te decía, cuando llevo una taza o un vaso a la boca, o tal vez cuando voy al gimnasio a la mañana temprano y, luego de hacer ejercicios de brazos, desayuno y lo siento un poco más. 

—¿Qué es el temblor esencial?
—Es mal pulso. Yo tengo mal pulso. Si tengo que trazar una línea perfecta, no puedo. La caligrafía no es lo mío (risas). Pero no me genera ninguna molestia.

 Llega el café. Larreta abre un sobrecito de azúcar y lo vierte en el pocillo. Revuelve y le da un primer sorbo agarrándolo con las dos manos. “Toda la vida lo tomé así”, dice, y vuelve a dejarlo en el plato. Luego lo toma con una sola mano, y el pequeño temblor vuelve a aparecer.

—¿Cuánto siente que lo afecta esto?
—Cero. Tomo el café con dos manos.

—¿Tuvo alguna repercusión su anuncio?
—Me escribieron muchos. “Mirá, yo también lo tengo y no lo sabía”, me dijeron. También me enteré yo ahora, según dicen, que entre el 3 y el 5% de la población, en general, lo tiene. Algunos se dan cuenta más que otros de acuerdo con la intensidad. 

—¿Algún consejo para aquellos que tengan temblor esencial?

—Que no se preocupen porque empezó a circular que podía ser otra cosa. Por mi experiencia y por lo que me dijo el médico, no empeora ni mejora. 

—Sí ocurre que esta patología tiene estadios más graves, en los que el paciente debe ser medicado y hasta puede ser intervenido. ¿A usted le pasó?
—Jamás tomé ni me hice nada. De hecho, es un tema que no hablo con el médico desde hace treinta años. 

—Se habló que viajaba a Estados Unidos a tratarse...
—Sí, dijeron que fui a Houston… ¡Nunca fui a Houston en mi vida! (risas). Mirá que viví en Estados Unidos. Es cierto que me fui una semana a Estados Unidos en abril, fueron reuniones públicas y conferencias, y de hecho tuve que volverme antes.

—¿Le cambió en algo haber contado esto?
—En nada. Algunos amigos me escribieron para joderme; otros, para decirme que había estado muy bien, que fue muy humano. 

—¿Siente que puede modificar algo en su carrera política?

—Menos aún. ¿Por qué debería?

—Por un tema de imagen, tal vez...
—Para nada. Además, todas las interpretaciones médicas que salieron dicen lo mismo, que no es nada, que es una cosa benigna. 

—¿Su familia lo acompaña de alguna forma especial?
—En nada. Saben que tiemblo un poco (risas). No es motivo de conversación ni preocupación.

—Siendo una patología que se puede heredar, ¿Consultó por sus hijos?

—No. Porque no se ve que lo tengan. Jamás se nos ocurrió preguntar por ellos. 

—¿Le molesta que haya trascendido esto?

—Los límites de la vida privada de las personas públicas son borrosos. Lo acepto y no es que me enojo. El otro día le agradecí a Fantino, porque sentía como que no se animaban a preguntarme ante la fantasía de que podía ser algo peor. 

—Se dijo Parkinson...
—Sí, y no tiene nada que ver.