Aunque al ciudadano común le parezca mentira, la dirigencia política ya está especulando con las elecciones de medio mandato, que van a acontecer el año que viene. Por ahora, se ha ratificado el calendario electoral y, por lo tanto, en octubre de 2021 habrá que dirimir:
1) si se mantienen las actuales distribuciones en términos de espacios parlamentarios;
2) si gana terreno el oficialismo;
3) si, por el contrario, es la oposición quien pisa más fuerte, pudiendo arrebatarle al oficialismo, incluso, la mayoría que detenta en el Senado.
Lo que se observa a nivel coyuntural es que, en principio, al interior de ambas coaliciones sucede un fenómeno en espejo bastante similar. Los núcleos duros representados -más bien galvanizados- por los liderazgos de Cristina Kirchner en el FdeT y de Mauricio Macri en JxC tienen diferencias y resistencias solapadas o explícitas con los núcleos más expansivos o “blandos” de ambos espacios. En la oposición, ese sector se ve referenciado por Horacio Rodríguez Larreta y también por María Eugenia Vidal; en el caso de la coalición gobernante, claramente es el presidente Alberto Fernández quien encabeza el sector más moderado. En la dinámica de esas confrontaciones se van a ir delineando los modelos que van a desplegar sus estrategias electorales de cara a los comicios de medio término.
No es menor la polémica. Los núcleos duros se basan en afirmar el voto propio y, a partir de ahí, salir en busca del ciudadano independiente que se encuentra “desagrietado”, es decir, ajeno a los escenarios de polarización. En el caso de los núcleos más volátiles o expansivos, en cambio, la estrategia es ir derecho a buscar al electorado independiente, con la certeza de que ahí se define la elección. O sea, en el centro.
Todo ello va a tener efectos políticos y en la agenda. El oficialismo, por ejemplo, si se vuelca por priorizar al electorado independiente, va a tomar una agenda bastante más próxima a la que publican más habitualmente los medios (inseguridad, la carga impositiva) y, en consecuencia, más lejana de los postulados clásicos del Frente para la Victoria (distribución, intervención del Estado en la economía). No se trata de diferencias de táctica electoral, sino de estrategia conceptual. De cómo se defina esto dependerá el tipo de campaña.
Hoy, la coyuntura marca que las dos mejores imágenes positivas son las del presidente Fernández (pese a una caída del 5% sigue manteniendo un 65%) y del jefe de Gobierno porteño, Rodríguez Larreta, apuntalado por su protagonismo de estos meses (tiene casi 60%). Ambos gobernantes fueron los más “beneficiados” por los realineamientos que provocó el impacto de la pandemia. Se percibe que supieron surfear bien la ola de la crisis sanitaria.
Claro que una elección no se gana con imagen, sino en la cancha, con los votos. A Rodríguez Larreta, para poder competir con Macri le falta una cosa para nada menor: ganar alguna elección donde esté explícitamente enfrentado al expresidente. Está por verse, entonces, si se producirá un recambio de liderazgo en la coalición opositora como se predica con frecuencia o si eso quedará en la especulación de los opinadores (como, en este caso, quien suscribe), que muchas veces se confunden pretendiendo ver debajo del agua.
*Analista político y de opinión pública. Esta columna fue tomada del formato audiovisual.