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Análisis

Los tiempos disímiles de la política

El tiempo se modula según los intereses de los actores. En este caso el oficialismo, la oposición y los electores, cada uno aguarda como un juego de azar a que el tiempo le sea favorable.

En política el tiempo no es lineal ni homogéneo, se fragmenta y se modula según los intereses de los actores en escena. Nos referiremos especialmente a tres: Por un lado, el oficialismo. Por el otro, la oposición y los electores, que en definitiva serán quienes decidan en las próximas elecciones.

El tiempo en el oficialismo es complejo porque se bifurca a su vez en la cúpula del poder. No es lo mismo el tiempo de la vicepresidenta, Cristina Kirchner que el del presidente, Alberto Fernández. A ella le corre con premura el tiempo judicial. A él, ante todo, el de la economía y el de la pandemia. 

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La oposición mira el reloj con otra expectativa. Su tiempo es el que le falta al oficialismo para cometer el próximo error, porque desde allí extraerá casi exclusivamente sus chances.

La sociedad tiene otro tiempo, que es el que le demandará recuperarse de los estragos económicos, sanitarios y sociales de la pandemia. Lo demás le preocupa poco. 

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Como es un año electoral, cada uno pretenderá que el devenir le juegue a su favor. Alberto Fernández lo logrará si logra mejorar la economía y cede la pandemia en el corto plazo, lo que es improbable pero no imposible. En cambio, Cristina Kirchner tendrá el tiempo a favor si logra aliviar su situación judicial, lo que se demuestra poco factible. 

La oposición tendrá su tiempo a favor si este gobierno se equivoca, lo que le sucede con frecuencia a este y a otros gobiernos. Mientras que, la sociedad dependerá como el presidente de que ceda la pandemia y que rebote la economía.

Es un tiempo incierto. Cada uno aguarda como un juego de azar a que el tiempo le sea favorable. Es como una moneda que está en el aire y no sabemos si al caer la suerte estará de nuestra parte o no.