SOCIEDAD
Cromañón: 15 años

Estudiaron abogacía después de Cromañón para luchar por la memoria de las víctimas

Dos mujeres cambiaron el rumbo de sus vidas después de la tragedia que las marcó para siempre. Sus historias y sus testimonios.

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María Eugenia y Nilda decidieron estudiar abogacía luego de la tragedia en la que una sobrevivió y la otra perdió a su hijo. | Gentileza: María Eugenia Macchi

Nilda Gómez perdió a su hijo Mariano Benítez, de 20 años, el 30 de diciembre de 2004, en el incendio de Cromañón. María Eugenia Macchi había ido al mismo lugar con un amigo para ver el show de Callejeros. Las dos llevan las secuelas de la tragedia, una en su cuerpo y la otra, en su alma. A estas dos mujeres las unió el deseo de que un hecho así no se repita nunca más: decidieron cambiar el rumbo de sus vidas y estudiaron abogacía con el objetivo de ayudar a otros.

Nilda, junto con otros familiares y amigos de víctimas de Cromañón, crearon en 2005 Familias por la Vida, una ONG declarada recientemente de Interés Social por la Legislatura porteña. Antes de la tragedia, sus días se repartían entre sus hijos y la docencia, carrera que ejerció durante casi toda su vida. Tras el incendio, y a raíz de los juicios que le siguieron, decidió estudiar abogacía: "Durante el juicio había muchas cosas que no me quedaban claras. Veía que no era un accidente y que cabía dolo eventual y quería entender un poco más. Entendía derecho administrativo, pero no penal", cuenta a PERFIL.

María Eugenia Macchi tenía 16 años cuando fue con un amigo a Cromañón. Fanáticos de Callejeros, no quisieron perderse el tercero de los shows que la banda brindó en el boliche de Balvanera. Sobrevivió a la tragedia, pero su cuerpo lleva las marcas de lo que pasó esa noche. Hoy, 15 años después, esta joven de 31 —que entonces quería ser bailarina— se desempeña como abogada. Sobre el incendio, recuerda: "Yo cumplía 17 en enero de 2005 y lo pasé en el hospital. De lo que pasó en Cromañón recuerdo hasta que me desmayé. Estaba abajo del escenario y en esa parte murieron 42 personas. Me subieron a una ambulancia y después me bajaron y me dejaron al lado de un camión de bomberos. No había un sistema de emergencia, según la gravedad de lo que ellos podían evaluar en segundos, vieron que yo respiraba y me bajaron y se llevaron a la gente que no respiraba. Ahí me encontraron mi mamá y mi hermana y me llevaron por sus propios medios. El 31 me levanté en el hospital y me fui a mi casa, pero como el efecto que hace el cianuro en el cuerpo es residual, el 1 de enero a las 4 de la mañana entré en paro y estuve varios días en terapia".

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Cromañón se incendió el 30 de diciembre de 2004 a las 22:50.

Nilda, una de las caras más visibles de la lucha por la memoria después de Cromañón, se emociona al recordar: "Esa noche no todos tuvieron la oportunidad de salir porque estaba lleno el lugar, no había ventanas ni techo y cuando se inició el fuego el humo empezó a bajar. Era una trampa mortal. El Estado mató a nuestros hijos en democracia. Los mataron por corrupción, por dinero y codicia, la corrupción mata", repite. Y al oírla, es imposible no asociar esa frase también a la tragedia de Once, ocurrida 8 años después que Cromañón a escasos metros de allí y en donde murieron 51 personas.

Cambio de rumbo. María Eugenia, que tenía planeado para su vida estudiar baile, comenzó con abogacía. "En 2008 cuando estábamos en el juicio no nos dejaban entrar a todos y una de las mamás de ahí me dijo ‘no nos dejan entrar porque somos pobres, y los pobres no tenemos acceso a la justicia’ y ahí yo dije voy a ser abogada, y me recibí el 5 de diciembre de 2018". En la actualidad, colabora en la ONG que preside Nilda.

Cromañón: una canción y una muestra, para recordar

En el medio de la lucha, diferentes organizaciones lograron que se sancione en junio de 2017 la Ley de Víctimas (27.372), la cual permite entre otras cosas "que la víctima de delitos pueda participar del proceso aún cuando no se presente como querellante, y pueda exigir medidas mientras dure la investigación. Además, se le otorga el derecho a asistir a las declaraciones de los testigos, hacer preguntas y pedir aclaraciones a través de su patrocinante o el fiscal. También, puede pedir asesoramiento y asistencia en el proceso y durante la ejecución de la pena". Acerca de la Ley, Nilda acota: "Salió, la logramos pero es una ley que chorrea sangre, la sangre de nuestros familiares".

Callejeros. La responsabilidad de la banda es un tema que divide aún a familiares y sobrevivientes. "Callejeros estaba en la cima de su carrera cuando pasó esto, y ganaron mayor popularidad pero ¿a raíz de qué?, esa cima que se armaron está hecha con 194 cuerpos. Hay que tomar conciencia que algo tan tremendo como lo que fue Cromañón no puede volver a pasar", opina Nilda. Como abogada, reconoce que "hubo algo de justicia" pero "hay que seguir trabajando". Y sostiene: "Creo que el espacio (Cromañón) lo vamos a recuperar y no se van a olvidar que allí pasó una tragedia. También creo que toda esta lucha me liberó de la locura".

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Patricio Fontanet, líder de Callejeros, recuperó la libertad en mayo de 2018. Foto: Cedoc

Macchi tiene su postura en cuando a la responsabilidad de la banda de rock esa fatídica noche: "Lo que tiene de bueno la ONG es que tenemos diversidad de pensamientos, por ejemplo en lo que respecta a Callejeros. Para mí la banda es responsable porque sabían lo que hacían y porque venían de un lugar de tocar ante 16 mil personas y ellos sabían que si venían de eso no podían meter Cromañón en tres veces. Ellos vendieron entradas de más, pero para mi no son asesinos. Me parece que son responsables y que cumplieron una condena, creo que ya pagaron demasiado con la culpa que ellos cargan. Unos días antes del show tengo una frase de ellos tatuada que es 'sin tu voz caeré', era la banda de mis amores".

Un dolor que no se va. Mariano Benítez, el hijo de Nilda, tendría hoy 35 años. "Me imagino cómo sería hoy, que tendría hijos, veo a sus amigos y me lo imagino. Me imagino muchas cosas y le hablo y pido señales y las tengo, sé que está conmigo. Él era muy solidario, muy compañero. Escuchábamos la misma música", recuerda su madre, quien enumera que además de los 194 muertos, durante estos años llevan contabilizados desde la ONG 47 padres que murieron (al cierre de esta nota se sumó uno más: Carlos Rey Sillak) y 18 sobrevivientes que se suicidaron. "Hay muchos abuelos que murieron y no llevamos la cuenta. Lo que muchos no tienen en cuenta cuando pasa algo así es a los hermanos de las víctimas, a quienes perdieron a su par, porque en mi caso ahora mi hija es la que se tiene que ocupar de mi y mi exmarido cuando seamos viejos y eso es algo que tenía que ser compartido con Mariano", reflexiona.

María Eugenia también está atravesada por grandes dolores a causa de lo que ocurrió esa noche. En el plano físico, debió someterse a varias operaciones: al año y medio de Cromañón se le hizo una perforación en el pómulo derecho, pasó por una serie de cirugías en la cara, otras para poder respirar; en 2006 le hicieron transfusiones porque le tuvieron que licuar la sangre. Además sostiene todo lo que puede a Gerardo, su mejor amigo, con quien fue al show y quien padece cáncer como consecuencia del hecho. "Él es la prueba viviente de que Cromañón no termina nunca", resume.

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Familiares de las víctimas de Cromañón durante el juicio.

Cromañón, puertas adentro. En 2014, al cumplirse el décimo aniversario de la tragedia, María Eugenia pintaba un mural junto con un grupo de personas en la entrada del boliche, casi sin pensarlo se acercó y logró entrar: "Vi que la puerta estaba rota, corrí una chapa y entré directamente. Habré estado 5 o 10 minutos hasta que la persona que estaba conmigo me sacó y fue terrible porque estuve como 5 horas en shock y no podía parar de llorar. Fue muy feo. No lo hice con la intención de entrar a ver, yo creo que fue más un acto de reflejo porque vi que estaba abierto, pero si lo pienso en frío no hubiera querido entrar de vuelta" cuenta la joven de 31 años.

"Enseguida vino un fiscal y trajeron a la Policía Federal, llamaron a unas personas para que arreglen las persianas y las bajen, porque durante 10 años las persianas estuvieron levantadas. Por lo que yo vi en la entrada había colchones, como que hubiese estado gente durmiendo en el hall de entrada de lo que era Cromañón. Más atrás estaba todo tal cual" recuerda.

Relato de una noche de horror a 15 años de la tragedia de Cromañón

La lucha por la expropiación. En 2018, Familias por la Vida y otras ONG relacionadas a la lucha por justicia tras la tragedia de Cromañón, presentaron un proyecto para pedir la expropiación del local donde funcionó el boliche. "Luchamos contra un sistema que hace 15 años lucha por escondernos debajo de la alfombra, pero no pueden porque somos un montón", expresa Macchi.

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Familiares y amigos de las víctimas de Cromañon.

Cromañón hoy. En 2019, la Justicia le devolvió la llave del local a su dueño Rafael Levy (condenado por la causa y quien cumplió la condena). "Cuando la justicia le da la llave del lugar a Levy, él manda a pintar y a tirar las cosas de nuestros hijos. Tapó con pintura las manos de los chicos con hollín. Ese era nuestro espacio de memoria", denunció Gómez.

En ese sentido María Eugenia agregó: "Con la Ley de Víctimas vigente, el juez debería habernos consultado a nosotros en condición de víctimas que se le iba a entregar a Levy la llave del local que pertenecía a la sociedad (offshore). Cuando nos enteramos, él ya había mandado a pintar el lugar y a tirar todo lo que quedaba de los chicos, lo que nosotros siempre reclamamos y no nos dieron atención. Todo lo tiró en un volquete. Nos presentamos a ver la causa y ahí vemos que la llave había sido entregada al abogado de Levy y al mismo tiempo vecinos de la zona nos avisaron que había movimientos. Nosotros tenemos la ONG a casi 100 metros de Cromañón. No pudimos evitar que tiren las cosas porque los volquetes se perdieron".

"Tiraron en un volquete los objetos de nuestras víctimas"

Puertas adentro. Otro protagonistas de las cientos de historias detrás de Cromañón es Leonardo Chaparro, padre de David una de las 194 víctimas, quien fue el primero en entrar al boliche tras la restitución a su dueño. En diálogo con PERFIL, aseguró: "Nos enteramos el año pasado que habían entregado las llaves por los periodistas. Yo estaba haciendo un mural con otro muchacho y veía que estaban levantando unas paredes al lado de Cromañón, del lado del hotel. También iba mi señora a repartir volantes y hacía guardias. Un día salí de mi laburo, agarré un corta fierro y dije 'voy a entrar'. Así fue y vino la policía. Me dijo que me calmara. Después vino el comisario y me hicieron entrar. Entré con dos policías y tres muchachos que trabajaban ahí". .

"No había nada de nada. No estaba el vallado del escenario ni la barra. Ni siquiera las banderas que estaban colgando arriba. Antes había muchas cosas. Para ellos no tienen ningún valor pero para nosotros es demasiado. A mi hijo me lo entregaron con una sola zapatilla y te da bronca porque lo que quieren hacer es borrar la memoria de los chicos. Si nos hubieran dicho que vayan dos o tres personas a sacar las cosas... ni siquiera eso. Nadie se acercó para hablar con nosotros", rememoró.

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Leonardo Chaparro, padre de una víctima de Cromañón, ingresó al local a principios de 2019. Foto: Gentileza Movimiento Cromañón

Chaparro pidió que en el local "se haga algo cultural, para la gente o un comedor". Hoy, prepara una obra con las palabras Memoria y Justicia en el santuario ubicado en la entrada de donde funcionaba el boliche, el cual tendrá la leyenda: Paseo de los Pibes de Cromañón. Chaparro vive con la angustia a flor de piel: "No sé cómo hago. Ese día falló todo y fue terrible", concluyó.

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Así está Cromañón hoy por dentro, pintado y sin las huellas del horror que quedaron plasmadas en todo el lugar. Foto: Gentileza Movimiento Cromañón

► Producción periodística: Ayelén Bonino - Florencia de Sousa

► Producción Multimedia: Claudio Pignataro - Ignacio 'Nacho' Palacios

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