Juan Catalino Domínguez fue un jardinero y peón de Rauch que se hizo tristemente famoso como “el criminal del campo bonaerense”. Había nacido en esa localidad bonaerense el 4 de mayo de 1910 y su vida transcurría arreglando campos y jardines y colocando alambrados y tranqueras.
Su vida cambió de la noche a la mañana cuando entró a su casa y encontró a su esposa acostada con su mejor amigo, quien por necesidad estaba viviendo en su propia casa. El hecho hizo de él uno de los peores criminales de la historia policial argentina.
Dicen las crónicas que, en 1933, Juan Catalino Domínguez tuvo algunos problemas policiales cuando lo acusaron de robos y hurtos cometidos en las zonas rurales de Ayacucho y Coronel Vidal.
Sin embargo, eso no impidió que en 1935, cuando él tenía 25 años, se casara con Isabel Criado, una jovencita de 18 años que había nacido en Balcarce. Tuvieron una hija, Martita, y se mudaron a Mar del Plata.
El peón y la esposa infiel
En 1944, la vida comenzó a cambiar para Domínguez. Seguía alambrando campos y los vecinos lo tenían como una buena persona.
Hasta que golpeó la puerta de su casa un viejo amigo, Rafael Luchetti, que estaba en la mala y le pidió un lugar para dormir. Amigos son los amigos, Domínguez le hizo un lugar. Pero su esposa también, ya que un día Domínguez regresó a la casa antes de lo previsto y encontró a su mujer en la cama, con Luchetti.
Hubo gritos, discusión y un disparo del "traidor" que hirió la pierna de Domínguez. Luego de una internación de varios días, Juan Catalino Domínguez regresó a su casa, pero no había nadie. Su esposa se había escapado con Luchetti y se llevó a su hijita.
Domínguez recorrió todo Mar del Plata, pero sin suerte. Sabía que la madre de Luchetti vivía en Dolores y se fue hasta allí.
El primer crimen
Consiguió un trabajo de peón rural en un galpón de la zona rural de Dolores y comenzó su paciente espionaje. Sin embargo, un día no aguantó más y se metió en la casa de doña Gregoria, la madre de Luchetti, que vivía con su nuevo marido, Narciso Peñalba.
Los interrogó con mucha violencia, pero la pareja no tenía ni idea de dónde podían estar su amigo, su esposa y su hija. Enfurecido, los golpeó y los mató a garrotazos y puñaladas. Después, escondió los cadáveres en un pajonal y huyó.
La Policía encontró los cuerpos y desplegó toda su inteligencia para seguir el paradero de Domínguez. Lo encontraron en Mendoza, le pusieron esposas y lo subieron a una camioneta para trasladarlo a un Juzgado de La Plata.
Baño y fuga
A la altura de Pergamino, Domínguez dijo que estaba descompuesto y pidió bajar para ir al baño.
Los oficiales le sacaron las esposas y Juan Catalino Domínguez se metió en un maizal y se escapó. Un año después, el hombre se enteró de que su hija estaba en Mar del Plata y quiso verla, pero la Policía lo descubrió y hubo un enfrentamiento a balazos.
Otra vez herido en una pierna, lo internaron, pero esta vez lo esposaron a la cama y pusieron custodia permanente en la habitación del hospital.
Una noche, nuevamente, pidió permiso para ir al baño, rompió un vidrio, trepó hasta el techo, saltó al jardín y se escapó otra vez.
El hombre regresó a Dolores y allí encontró a Luchetti, a su esposa Isabel y a su hija Martita. La pareja se pudo escapar, pero Domínguez se quedó con la nena.
El prófugo cambiaba de trabajo y de nombre para escapar de la policía, pero un día se dio cuenta de que esa vida no era la apropiada para Martita y con todo el dolor del mundo la dejó en una pensión en Azul.
El 28 de junio de 1947, un peón lo identificó, tras ver su rostro en un cartel de "Buscado", pegado en un comercio de Azul. Juan Catalino Domínguez sacó un arma, le pegó tres tiros y se llevó el cuerpo.
Mientras tanto, Martita era interrogada por la Policía y luego la dejaron en el Hogar del Buen Pastor, en Azul.
Peón de campo y prófugo
Pocos días después, mientras Domínguez trabajaba en un campo de Chillar escuchó a dos hombres discutir si entregarlo o no a la policía. Sin dar más vueltas, Domínguez los mató.
Otra vez prófugo, Catalino Domínguez se unió a unos linyeras que recorrían las estaciones de tren para hacer changas. Mientras tanto, asaltaba comercios en Tandil, Rauch, Dolores, Tordillo y General Madariaga. Luego se radicó en Colonia Barragán, cerca de la estación Cobo, en General Pueyrredón.
Allí conoció a Orlando Rosas, de 17 años, que se había fugado de un correccional de menores, y juntos decidieron planear un robo importante.
Domínguez había trabajado como jardinero en la estancia de la familia Mehatz y conocía sus movimientos. El domingo 7 de marzo de 1948, día de elecciones, se metieron en la casa, pero el dueño, Martín Mehatz, regresó a buscar sus documentos.
Apenas abrió la puerta, Domínguez le pegó tres tiros. Los hijos de Mehatz intentaron huir, pero Domínguez disparó y le dio en la espalda al mayor (22 años). Lo remató en el piso.
Al hijo menor, Marcelo (19 años), lo degolló y luego le destrozó la cabeza con una maza.
La fuga final
Cargaron los tres cuerpos al automóvil de la familia Mehatz y se fueron hacia General Madariaga. Los asesinos se separaron: Domínguez entró como peón en la estancia La Eudocia, en General Pueyrredón.
Allí, la mujer del dueño lo identificó como el asesino de la familia Mehatz tras haberlo visto en el diario Crítica.
El 18 de abril de 1948, la Policía Bonaerense averiguó que se escondía en la antigua estancia La Espadaña, de General Madariaga. Siete efectivos entraron de golpe y Catalino respondió a los tiros, pero fue abatido de cuatro balazos.
Al poco tiempo, cayó su cómplice. Martita, que tenía 9 años cuando su padre fue abatido, siguió internada en el Hogar del Buen Pastor en Azul. Posteriormente, fue trasladada a La Plata, luego a Ingeniero Maschwitz, y quedó en un instituto de menores hasta que fue mayor de edad.
MM