Una parte de la historia es ampliamente conocida. El 13 de enero de 2006 un grupo de hombres ingresó a la Sucursal del Banco Río -hoy Santander- de la localidad de Acassuso provistos con armas falsas y disfrazados, huyeron en gomones por el río y dieron pie a lo que se denominó "El Robo del Siglo". Sin embargo, pocos conocen sobre el plan que la misma banda ideó para volver a robar el mismo banco apenas un tiempo después.
En aquel asalto lograron hacerse con 19 millones de dólares y miles de joyas. Incluso el hecho fue llevado a la pantalla grande en 2020 con ese mismo título "El Robo del Siglo", con Guillermo Francella y Diego Peretti en los papeles protagónicos. A pesar de que posteriormente los ladrones fueron descubiertos y apresados, una idea sobrevoló en sus mentes: ¿Puede el mismo grupo repetir la operación y superar el golpe previo?
"Los Ladrones": cómo fue la verdadera historia del Robo del Siglo, contado por los autores del golpe
Ese plan que no se ejecutó pero podría haber pasado es revivido y descripto en el libro El Segundo Robo del Siglo: El plan secreto para volver a asaltar el Banco Río, escrito por Rodolfo Palacios, Jorge Larrosa y José Luis Estévez, publicado por editorial Planeta. El mismo señala que se mantiene en dos planos, "uno ficcional en la superficie y otro real en el mundo subterráneo" y cuenta con el testimonio del enigmático ladrón conocido como "el Doc", que participó del primer golpe y no cayó detenido por el hecho ni fue identificado.
El plan político (Donde prevalece el arte de lo posible)
En su plan el Doc contaba con que el túnel de escape estaba casi terminado. Era un tramo alternativo del golpe anterior que había sido abandonado. Por eso excavar el trecho que habría de llevarlos al banco no sería tanto trabajo (no era muy extenso) y tenía la ventaja de que el viejo túnel vertical por el que habían ingresado, luego rellenado en parte con hormigón, serviría de guía para llegar a la pared por la que, en el atraco anterior, habían entrado y salido del banco. El cálculo de tiempo para todo el trabajo era aproximadamente de treinta a cuarenta y cinco días, con seis hombres, en turnos de diez horas y de a dos compañeros por vez.
Tanta confianza tenía sobre una buena respuesta de sus compañeros, que ya había comprado casi la totalidad de las herramientas necesarias. Pacientemente se ocupó de adquirirlas en lugares donde no quedaran registros de los compradores. Una por una las fue acumulando: amoladoras, taladros, martillo retropercutor, generador de electricidad (con escape silenciado), barbijos, anteojos protectores y un doble juego de herramientas inalámbricas por si eran necesarias, barretas, lingas, sogas, ventiladores, luces, baterías, maderas para apuntalar, maderas para embalsar el agua del túnel pluvial y tantas otras cosas de apariencia nimia, porque cada detalle importa, pues puede definir el éxito o el fracaso. Sabemos que en esto el fracaso no es perder uno a cero y volver a casa.
El atraco anterior había dejado muchas enseñanzas , quedaron innumerables ideas decisivas traducidas a la práctica por el Maestro (uno de sus autores). Si se presentaban situaciones impensadas, como una filtración freática que amenaza con derrumbar el túnel, había margen para solucionarlas. Para cada situación, por excepcional que fuera, la solución tenía que estar al alcance de la mano.
El plan estaba instalado en su cabeza. Conocer el banco por dentro también ayudaba. Pero este era un plan distinto. Estaba diseñado según la táctica y la estrategia de una guerra, en la que los enemigos contaban con centenares de soldados y armas, y ellos son con dos puntos fuertes: la invisibilidad y la sorpresa.
Crearían un hecho para provocar distracción y ese hecho debía ser tan original que no entrara en la imaginación de nadie. habría fuego de artificio y estruendos, pero no armas. No serían necesarias porque no tendrían contacto con los clientes del banco ni con la policía.
Pero la fuerza policial seguramente iba a llegar y estaría sobre ellos, aunque en todo momento -según el plan- como imanes de igual polaridad que se repelen. Si bien ahora había mayor riesgo de quedar atrapados, esa posibilidad quedaba relegada a la precisión de los cálculos del tiempo empleado en el golpe.
De todas maneras, lo que más llegó a preocuparle al Doc, como una obsesión, era ser muy preciso en los cálculos para la investigación posterior, que tomaría el camino más simple: atrapar a los que fueron condenados por el hecho anterior (sus compañeros), y luego ver si había pruebas o las inventaban sobre la marcha.
Sin duda estarían estigmatizados por los investigadores. Para ese embate de muy compleja composición por convergencia de fuerzas (disputas entre policías, medios de comunicación, poder judicial y poder político), el Doc planeó una coartada muy simple pero efectiva, que además de su utilidad final anulara los temores de los participantes del robo. También esta parte del plan requería de ideas y acciones anticipatorias que sería necesario pulir entre todos.
La presión de los medios y el apuro de los poderes para esclarecer el hecho meterían presión, y era muy difícil prever el resultado de las acciones forzadas. Sería tal vez algo similar a aquel ejemplo que el ex presidente Menem dio acerca de la conducta de cierta mujer: "Es como una pelota de rugby, que rebota y no se sabe para donde saldrá".
No se cometería el error anterior de los celulares abiertos, eso también fue incluido en la investigación que los llevó a la cárcel. En las últimas décadas los teléfonos celulares, y la incontinencia verbal han llenado las cárceles. Por más incómodo que resultara, era necesario volver al cara a cara.
El plan del Doc siempre estaría inconcluso, recibiría aportes cada tanto, a sugerencia de sus cómplices para perfeccionar algún detalle, o debido a correcciones que él mismo hiciera luego de revisar ideas previas. El "Día D" aún no había sido seleccionado, primero deberían terminar el túnel. Además de las herramientas, la fe del Doc en la respuesta de sus amigos hizo que preparara de antemano la logística de manera integral, comprando absolutamente todo lo necesario. No lo tomó como una inversión a recuperar. No tendrían que salir a conseguir algo porque se rompió o faltaba. Todo había sido de forma discreta, con los debidos recaudos para no dejar rastros.
A 10 años del juicio por el Robo del Siglo: por qué los fiscales terminaron peor que los ladrones
Estaba seguro de tener solucionado el tema suyo y el de tres de sus cómplices a los que la policía también conocía: Faso, el Gaucho y el Ciego. Del Bebe nada sabían, estaba exento.
Quedaba en un limbo el Uruguayo. Llevaba una vida social y comercial muy visible en su país. Tenía vedado entrar a la Argentina, pero se sabe que las fronteras pierden aire por todos lados. Lo iban a investigar. Habría que conseguir la manera de disimular su ausencia en el momento del hecho. Habría que transformarlo en dios o en diablo para que tuviera el don de la ubicuidad.
FP / MCP