Casi todo en la vida de Eva María Duarte tiene dos versiones. Según una versión, una partida de nacimiento falsa asegura que la hija de Juan Duarte, el estanciero conservador de Chivilcoy que en 1908 llegó a ser juez de paz, nació el 7 de mayo de 1922 en Junín. Hasta allí, había llegado su madre, Juana Ibarguren, cargando en su vientre a su quinta hija, en un embarazo muy complicado.
Eva Duarte habría venido al mundo en una casa de la actual calle Remedios Escalada de San Martín (ex José C Paz) n.º 82. Y ya tenía cuatro hermanos, Elisa, Blanca, Juan y Erminda.
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Según la otra versión, elaborada a partir de un acta de bautismo, una comadrona mapuche habría ayudado a Juana Ibarguren a parir a Eva, que nació en la estancia La Unión, propiedad de Juan Duarte, a 60 km de Junín.
En La Unión vivieron Juana Ibarguren y los cinco hijos que tuvo con Juan Duarte, que estaba casado con Adela D´Huart (-1919) y tenia otros seis hijos con ella: Adelina, Catalina, Pedro, Magdalena, Eloísa y Susana. Era una estancia en el barrio La Tribu que Duarte usurpó, aprovechando la ola de expropiación de terrenos a los mapuches de Coliqueo, en Los Toldos.
Donde quiera que fuera, la versión oficial asegura que la empatía de Eva Duarte con los pobres arrancó desde chica, cuando veía a su madre coser día y noche para mantener a sus cinco hijos huérfanos –el padre había fallecido en un accidente automovilístico, en 1926.
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A pesar de las estrecheces, “en el pequeño pueblo de Los Toldos y en la ciudad de Junín donde creció, Evita se encontró con los que no tenían casa (el señor Buendía que vivía a la intemperie pero que siempre la saludó con un alegre, “Buendía, mija”); la Madre del Niño Muerto (una enferma mental que año tras año pedía dinero para enterrar a su hijo); y gente discapacitada como Doña Asunción que aplaudía los esfuerzos acrobáticos que hacía Evita para divertirla" (Mi Hermana Evita, Centro de Estudios Eva Perón, 1973)”, cita la Fundación Eva Perón, al explicar la génesis de la sensibilidad social de Eva María Duarte con los humildes.
Eran los años en que Eva comenzaba el colegio primario, Elisa trabajaba en el correo y Juan, en un almacén. Blanca ya era maestra normal en Bragado.
Eva fue inscripta en la Escuela Nº 1, Catalina Larralt de Estrugamou, en 3er grado.
En 1930, Juana Ibarguren se mudó con sus cinco hijos a Junín. A la hora del almuerzo, tres comensales desconocidos compartían con ellos los platos humeantes de la familia: el Mayor Alfredo Arrieta, Jefe del Distrito Militar; don José Alvarez Rodríguez, rector del Colegio Nacional; y su hermano, el Dr. Justo Alvarez Rodríguez. El primer militar, se casaría con Elisa y el último, con Blanca.
Quince años más tarde, Eva también se casaría con otro militar, también en Junín, el 22 de octubre de 1945; pero faltaba mucho todavía.
Eva Duarte, actriz en Buenos Aires
Hay dos versiones sobre las razones que alejaron a Eva María de Junín. La primera, es la propia: “Como los pájaros, siempre me gustó el aire libre del bosque. Ni siquiera he podido tolerar esa cierta esclavitud que es la vida en la casa paterna, o la vida en el pueblo natal... Muy temprano en mi vida dejé mi hogar y mi pueblo, y desde entonces siempre he sido libre. He querido vivir por mi cuenta y he vivido por mi cuenta”, escribío Evita en La razón de mi vida.
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Aunque la líder política lo omite, la versión de que la madre la habría acompañado a Buenos Aires a probar suerte como actriz, pero regresó sola, es la más afín al relato oficial. Mucho más políticamente correcta que la otra, que la vincula a Agustín Magaldi, el compositor de tangos 21 años mayor que ella, que no tuvo que insistir mucho para que se fuera con él a probar suerte a Buenos Aires.
El éxito llegó, pero no fue inmediato. En su primer trabajo como actriz, Eva Duarte dijo cuatro frases en La señora de Pérez, una puesta teatral de la compañía de José Franco, en 1935. Un presunto lío de polleras con el director teatral la dejó fuera del elenco y dio pie al inicio de sus papeles en radio, como voz en los comerciales (Jabón Radical, vaya ironía) y en varios radioteatros que le permitieron ingresar a la Asociación Argentina de Actores, en 1939 e incluso conseguir varias notas en las revistas de la época, el lanzamiento para llegar al cine.
Aunque su primer papel lo ganó en un concurso, se considera que el rol de una posadera que se enamora de un teniente de fortín (¡otra coincidencia!) fue su debut cinematográfico, dirigida por el chileno Adelqui Migliar (o Millar), en La carga de los valientes (1940).
Luego siguieron tres películas más pero su primer protagónico fue junto a Alberto Closas en La pródiga. Allí Eva Duarte interpretaba a una viuda de la alta sociedad que, al enviudar, reparte toda su fortuna entre los humildes.
Esta película se conoció en Argentina en 1984 ya que Perón, prohibió que se estrenara y mandó destruir todas las copias y los negativos. Con todo, siempre hay un salvador de la patria: alguien que en Montevideo escondió una copia y permitió que ese testimonio artístico no se perdiera por completo.
Eva Duarte y Perón
El 22 de enero de 1944 se realizó un show artístico multitudinario para recaudar fondos destinados a la provincia de San Juan, que había sido devastada por un terremoto.
Eva Duarte, una de las invitadas, logró que el militar Domingo Mercante, hijo de un dirigente de la Unión Ferroviaria y uno de los organizadores, la ubicara cerca del general Juan Domingo Perón, entonces Secretario de Trabajo y Previsión del presidente de facto Edelmiro Farrell.
Mercado fue quien los presentó. Ambos eran muy próximos al riñón del grupo de golpistas de 1943: sin embargo diferentes, porque se sentían más próximos a los reclamos sindicales de la clase obrera. Mercado era su hombre de confianza y a él le había comprado Perón su famosa quinta de San Vicente.
Ese encuentro, provocó un giro de 360 grados en la vida de cada uno de ellos.
A partir de 1943, Eva Duarte fue dejando de lado las poses insinuantes en las revistas de moda, los sombreros y los peinados Zully Moreno; a partir de ese hito, en su espíritu se abrió paso Evita, con tailleurs de oficina, modestos rodetes, cuando no los pantalones y el pelo al viento.
Al menos hasta que llegó a París, en 1947 y conoció a Christian Dior.
“La única reina que yo vestí fue Eva Perón”, dijo el diseñador francés en 1953, famoso por haber sido un maestro en vestir a las mujeres -y hombres- de la Europa de posguerra.
De Eva Duarte a Eva Perón
Como siempre, Eva Duarte fue al grano cuando el diseñador de moda Paco Jamandreu aceptó visitarla en su departamento de Buenos Aires.
“He visto sus dibujos en Mundo Argentino. Me gustan mucho. Ahora voy a precisar ropa para mi trabajo de actriz, ¿me entiende?, en cine y radio. Me tiene que crear un estilo. Porque voy a hacer cine, ¿sabe? Por otra parte necesito ropa sport, de calle, muy sencilla para mi trabajo al lado del coronel. Usted se imagina: concentraciones, colectas, visitas a los barrios pobres, a los hospitales. Usted me asesorará de todas maneras”, escribió Paco Jamandreu en sus memorias La cabeza contra el suelo (1975).
En el libro, Jamandreu cuenta que Perón, también presente en ese primer encuentro, pidió conocerlo. Estaba “recostado en la cama, comía sándwiches de chorizo y tomaba vino. Confieso que de entrada me deslumbró su gran simpatía, con su enorme sonrisa”, recordó el modisto que debutó en cine con el director Carlos Schlieper, en El misterioso tío Sylas.
“ ‘¿Así que vos sos el famoso Paco? Pero sos un pibe y haces moda para las mujeres. Mira que te elegiste una muy difícil, ¿eh? ¿Qué te parece, Eva? Con ella podrás lucirte, ¿no es cierto?’ ”, le preguntó Perón a Jamandreu.
Y el modisto no encontró mejor respuesta que decirle que le resultaría más fácil lucirse como diseñador, si Eva perdiera un poco de peso porque “tenía pancita”. “¿Ves, Eva? No solo yo te lo digo”, remató Perón.
La próxima vez que se vieron, Jamandreu encontró a Eva Duarte haciendo ejercicios físicos con un instructor alemán: “ ‘Esta es su obra. ¿Quién le mandó a usted hablar? Usted, usted es el que tiene que hacer ejercicios a ver si crece. Usted le metió en la cabeza a ese mequetrefe que yo tengo que hacer ejercicio y para colmo con este alemán que no habla ni mu de español”, le disparó Eva Duarte, fiel a su estilo sin elipsis.
Sin embargo, la empatía entre ambos fue inmediata y Paco Jamandreu no sólo se hizo peronista sino su incondicional. Ahí mismo Jamandreu, le presentó varios modelos. Entre otros, el tailleur a cuadros Príncipe de Gales con un cuellito de terciopelo negro que Eva lució en una fotografía de mucha difusión.
Una vez, Jamandreu tenía que probarle un vestido a Eva Duarte y llegó dos horas tarde a una cita en la residencia presidencial de Olivos.
“Vengo de lo de Zully Moreno. Zully le envía saludos”, dijo el modisto para distender.
“¡Que se los meta en el culo! Fue su respuesta delante de todos”, recordó Jamandreu en sus memorias.
Se aceptaron mutuamente y él siguió vistiéndola hasta que la primera dama comenzó a comprar diseños de Christian Dior, que él mismo le arreglaba porque “no le calzaban bien”.
La vida por Perón
Cuando comenzaron a noviar, Perón tenía 50 años y era viudo. Se había casado con la maestra Aurelia “Potota” Tizón, en 1929, pero ella había fallecido de cáncer de útero en 1938. Eva Duarte tenía 26 años.
Si los preparativos de una boda son estresantes, recapitulemos lo que fue la vida de estos novios antes de dar el sí:
- Por presión de la cúpula político-militar, el 8 de octubre de 1945, el presidente de facto Edelmiro Farrell obligó a Perón -¡de novio con una actriz!- a renunciar a los cargos que tenía: vicepresidente de la Nación, Secretario de Trabajo y Previsión, Ministro de Guerra.
- Despedido y “sin trabajo”, se fue a pasar unos días al Delta del Tigre con Eva Duarte. Las ideas iban y venían: ¿El contragolpe a Farrell? ¿Dejar todo e irse a vivir a Chubut? ¿Cimentar la alianza con el sindicalismo?
Se impuso la tercera opción, cuando Perón fue detenido y encarcelado en la isla Martín García, primero, y luego trasladado al Hospital Militar de Buenos Aires.
- Paralelamente, a Eva Duarte le cancelaron todos los contratos artísticos que ya estaban firmados con los Estudios San Miguel, de Miguel y Silvestre Machinandiarena, el suegro del actor y realizador Armando Bo.
- La corriente sindicalista revolucionaria, la socialista y miembros de la Secretaría de Trabajo y Previsión convocaron a una marcha multitudinaria en Plaza de Mayo, el 17 de octubre de 1945, para exigir la liberación de su líder, Juan Domingo Perón y el llamado a elecciones.
Fue el día de la Lealtad Peronista y siete días más tarde, Perón se casaría con Evita.
La boda de Eva Duarte y Perón
El 22 de octubre de 1945, Perón buscó su traje gris y Eva Duarte, su trajecito color marfil, y dieron el sí en su unión civil. Lo que no se sabe es exactamente dónde fue, ya que se manejan no dos sino tres versiones: 1º versión, en Arias 171, domicilio de Juana Ibarguren en Junín; 2º versión, en la Escribanía Ordiales de Junín; y 3º versión, en un departamento de Posadas 1567, 4° B, en Buenos Aires.
Aunque contradice la versión más difundida de la unión en Junín, legitima el llamado telefónico de Eva avisando a su familia la buena nueva: “Ya está, chicas, lo pesqué. Nos acabamos de casar”.
Dondequiera que haya sido, ya había desparecido del libro de actas de la Municipalidad de Junín la hoja en donde constaba que María Eva Ibarguren había nacido el 7 de mayo de 1919, como hija natural de padre desconocido. En su reemplazo, la novia aportó a la unión civil una nueva partida de nacimiento que la hacía tres años más joven y le daba el apellido de su padre biológico.
Perón no quería casarse por iglesia, pero el sacerdote franciscano Fray Pedro Errecart, que era un fraile lego, alejado de las jerarquías y bastante próximo a él –el único que lo tuteaba en público-, lo convenció con pocas palabras: “Si no se casa por iglesia no le van a dejar ser presidente”, le habría dicho y Perón, que era de origen vasco como él, comprendió enseguida.
La ceremonia religiosa sería el 29 de noviembre en La Plata, en donde Perón tenía su domicilio legal. Desde luego, eligieron la iglesia de San Francisco de Asís, en la calle 12, entre 68 y 69.
A pesar de que la boda de la actriz y el líder en ascenso –ya “la” figura política del momento- se mantuvo con sigilo, frente a la iglesia se amontonó tanta gente para saludarlos, que Perón habría espetado un “Yo así no me caso”, antes de ordenar al chofer que siguiera de largo, mientras Eva lo esperaba en el altar.
Se puso nueva fecha, el 10 de diciembre a las 20:30. Esa vez entraron por la puerta trasera y Domingo Mercante y Juana Ibarguren, fueron testigos de su amor ante Dios.
Como regalo de bodas, él le dio una flor de oro engarzada en un collar y ella; su grata compañía durante la luna de miel en la quinta de San Vicente.
Cuatro meses más tarde, el 24 de febrero de 1946, Perón ganaba las elecciones por primera vez. El 4 de junio de ese mismo año asumía como Presidente de Argentina.
Evita, mujer peronista
En 1946, Evita recibía 3.000 cartas diarias de gente humilde que le pedía ayuda. En un garaje de la residencia presidencial, comenzó a guardar las donaciones para sus pobres. De azúcar a zapatos, ahí había de todo y el día en que Perón la descubrió, lo bautizó "La Tienda de las Delicias".
En Del Poder al Exilio, Juan Domingo Perón contó cómo había nacido la Fundación Eva Perón: una noche, mientras cenaban, Evita le explicó su plan y cuando él preguntó de dónde iba a sacar el dinero para financiar su ayuda social, Evita le respondió:
-Comenzaré con el tuyo.
-¿Con el mío?
-Con tu sueldo de presidente.
La Fundación Eva Perón se concretó en 1948, para levantar hospitales, escuelas, asilos para ancianos, colonias de vacaciones para chicos de nivel primario, campeonatos deportivos, subsidios para construir viviendas precarias, o simplemente para prestar o regalar dinero, incluso becas.
Eva Duarte de Perón no sólo hizo trabajo social, también presionó para modificar situaciones jurídicas. En principio, consiguió que la patria potestad fuera compartida por madre y padre, a través del artículo 39 de la Constitución Argentina de 1049.
Otra de sus luchas por la igualdad jurídica fue la gestión, en 1947, de la sanción de la ley de sufragio femenino (Ley 13.010), que recién se implementaría para las elecciones presidenciales del 11 de noviembre de 1951.
Eva y su renuncia por Perón
En 1949 Eva Duarte fundó el Partido Peronista Femenino.
Dos años más tarde, la CGT, el Partido Peronista Femenino y muchas agrupaciones políticas que veneraban a la primera dama se sumaron a una iniciativa cegetista: que la futura fórmula para los comicios presidenciales fuera Perón-Perón.
Sin embargo, Perón lejos de alegrarse dijo que era muy pronto para hablar de eso y lo dilató. En el fondo, Perón siempre dudaba respecto a cada nueva audacia de su esposa. Cuando en 1947, la había enviado a la Europa de posguerra a cerrar acuerdos comerciales, tampoco estaba convencido.
“Eva Perón vicepresidenta” no le parecía una fórmula pacificadora para la cúpula militar que sostenía su gestión; los uniformados le dieron la razón.
Eva y la vida por Perón
A pesar de eso, el 22 de agosto de 1951, cuando se conoció la fórmula radical que competiría con el oficialismo, apareció un cartel colgando del balcón del Ministerio de Obras Públicas: “Juan Domingo Perón-Eva Perón 1952-1958, la fórmula de la patria”.
Cientos de miles de personas, se amontonaron como moscase entre Morena y la Avenida Córdoba para vivar la bandera proselitista y la fórmula patriótica Perón- Eva Perón.
La primera dama, que a duras penas podía mantenerse en pie, tuvo que salir al balcón para dar una noticia antipática para los oídos del pueblo: les pidió a sus descamisados que le dieran tiempo para pensarlo, que se desconcentraran y regresaran a sus casas.
La respuesta se demoró más de una semana, hasta el 31 de agosto de 1951, cuando Eva Duarte de Perón anunció por cadena nacional de radiodifusión: “Mi decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi patria quisieron honrarme en el histórico cabildo abierto del 22 de agosto”.
Al pronunciar esas palabras, Eva estuvo a punto de desmayarse por debilidad y emoción; la mantuvo en pie el abrazo sentido de su esposo. Ambos ya sabían que su cáncer de cuello de útero avanzaba sin control.
Perón decidió que lo acompañara el radical Hortensio Quijano, que sin embargo, moriría de cáncer antes de poder asumir el cargo. Durante dos años, el presidente estuvo solo, sin un vice que lo acompañara.
Perón y Evita, el último acto de amor
Perón pidió al oncólogo Abel Canónico que le trajera al mejor cirujano oncológico del mundo desde Nueva York, el estadounidense George Pack, del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center. Fue una operación clandeestina y la intervención se hizo el 6 de noviembre de 1951, en el Policlínico Presidente Perón. El oncólogo sólo estuvo en Buenos Aires 48 horas. Su diagnóstico fue tajante: “cáncer terminal” y no pudo hacer mucho.
Dos días antes del proceso electoral, con un hilito de voz, Evita grabó un mensaje que se difundió por radio: “No votar a Perón es, para un argentino, traicionar al país”, pronunció lapidaria.
El 11 de noviembre de 1951, Eva Duarte de Perón votó por primera y única vez. Demacrada hasta el hueso, pero con las uñas pintadas, desde la cama del Policlínico de Avellaneda no quiso perderse ese momento de tantos años de lucha. Y ni los médicos ni Perón pudieron convencerla de lo contrario.
Tres días más tarde la trasladaron al Palacio Unzué y ella pidió estar en otro cuarto, no en el que había compartido con su esposo. “No quiero molestarlo a Juan”, reparó. No hubo manera de hacerle cumplir el reposo estricto que le indicaron los médicos. La primera dama participó del acto del 1º de mayo de 1952, asomando al balcón de la Casa Rosada: “Otra vez estoy en la lucha, otra vez estoy con ustedes, como ayer, como hoy y como mañana” arengó a la multitud.
Con varias inyecciones de morfina en el cuello y en el tobillo donde tenía metástasis, Evita se empecinó en acompañar a Perón en el descapotable en el que celebraba el primer día de su segunda presidencia, el 4 de junio de 1952.
Para disuadirla, su amigo Raúl Alejandro Apold, le dijo –a pedido de Perón- que en la calle hacía “un frío tremendo”. "Esa es una orden del general. Yo voy a ir igual. La única manera de que me quede en esta cama es estando muerta", lo cortó Evita Perón en seco.
Un arnés especial la mantenía erguida, ceñido el pelo en su clásico rodete y su esqueleto pálido oculto tras un enorme visón, que camuflaba la silla que sostenía los escuálidos 37 kilogramos de la primera dama. Durante todo el recorrido entre el Palacio Unzué y la Casa Rosada, la cara de Perón fingía su mejor sonrisa, pero lo decía todo.
La muerte de Evita
Cuando Evita supo que indefectiblemente iba a morir, comenzó a escribir (dictar) dos libros: La razón de mi vida (1951) y Mi mensaje (1952).
Sin embargo, pensó para ella algo más grandioso: una tumba como la de Napoleón en Les invalides. La había visto en París y le ordenó al escultor italiano León Tomassi que le hiciera un mausoleo que fuera como la pirámide de Keops, un monumento a la lealtad. “Tiene que ser el más grande del mundo”, describió a finales de 1951, cuando todavía podía dar órdenes.
Veinte días antes de morir, Evita llegó a ver la maqueta que hicieron los diseñadores: su figura esbelta de 60 metros descollaba sobre un pedestal de 77 metros de altura. Catorce ascensores recorrerían el interior de la obra, que pesaría 43.000 toneladas.
En el centro, su sarcófago sería de plata y con su imagen yacente en relieve (como la del Emperador de Francia).
Todo el conjunto estaría rodeado por un parque que triplicaba el Campo de Marte, adornado con esculturas de mármol al aire libre que serían alegorías de los ancianos, la justicia social y los niños, los únicos privilegiados en su ideario peronista.
La obra monumental comenzó en Palermo y siguió tras la muerte de Eva Duarte, pero cuando Perón fue destituido de la presidencia, en 1955, los militares golpistas demolieron todo lo hecho y sólo quedaron escombros.
El último viaje de Perón y Evita
Durante sus últimas semanas de vida, a Evita sólo le leían la revista de historietas El Tony. Día por medio, el coche presidencial le llevaba a su manicura y, cada mañana, a su peluquero Julio Alcaraz.
Su secretario Atilio Renzi no se despegaba de ella y fingía llevarle una agenda de trabajo en la que la visitaban algunos gremialistas. Perón iba a verla antes de ir a la Casa Rosada, al regresar y antes de acostarse. Había turnos para que la visitaran su madre y sus hermanas –no querían que el llanto las quebrara en su presencia y esa tristeza terminara de desmoronarla. Dos enfermeras de la Fundación Eva Perón se turnaban para no despegarle un ojo de encima.
Antes del viaje final, una madrugada, Perón sorprendió en el teléfono al diseñador Paco Jamandreu.
“Eva se muere. Tengo que apelar a tus sentimientos. Aunque no te hemos visto últimamente te recordamos con mucho cariño. Lo que te voy a pedir es muy importante para mí: quiero hacerle creer a Eva que preparamos un largo viaje y que vos le estás diseñando ya la ropa”, le dijo Perón, según cuenta el modisto en sus memorias.
“Si vos me hicieras en seguida, para hoy mismo (eran las dos de la mañana) unos dibujos en colores yo haría que abrieran sederías para que puedas elegir las telas. Aunque no será fácil hacérselo creer. Pero tratemos de levantarle su ánimo. ¿Te das cuenta? Una piadosa mentira”, lo convenció el presidente.
Al día siguiente, Jamandreu fue a ver a Evita y le mostró los bocetos. Ella se alegró de verlo y, desde luego, le peleó: “Tené cuidado con el talle, he perdido mucho peso”.
Hace 70 años moría Evita
Evita no llegó a lucir su último vestido. La "Jefa espiritual de la Nación" murió el 26 de julio de 1952, a las 20:25 horas y sus restos se velaron en el Congreso de la Nación y también en la CGT.
Perón lloró en el funeral. “Se puso a llorar como un niño y llegó a decirme: ‘¡Qué sólo me quedo!’”, recordaría mucho tiempo después la enfermera María Eugenia Álvarez, según citaron los periodistas Eduardo Anguita y Daniel Cecchini para Infobae.
A pedido de Perón, su cuerpo fue embalsamado y permaneció en el segundo piso de la CGT, en la calle Azopardo.
Sin embargo, el 22 de noviembre de 1955, el teniente coronel Carlos Eugenio Moori Koenig, jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) y feroz antiperonista, acompañado por el mayor Eduardo Antonio Arandía, hicieron retirar a la guardia militar que custodiaba la sala mortuoria y se llevaron su cadáver, delante del Dr. Pedro Ara, que la había embalsamado.
Sus órdenes eran dar “cristiana sepultura a la muerta”; es decir, hacerla desaparecer.
La Revolución Libertadora barajó varias opciones (quemarla, arrojarla desde un avión de la Marina, etc), pero finalmente dieron un paseo urbano con el cadáver oculto en un furgón, lo escondieron en un altillo, lo profanaron y lo sometió a un peregrinaje tan incierto como infame, durante 16 años.
“Los testimonios coinciden en afirmar que [Moori Koenig] colocaba el cuerpo –guardado dentro de una caja de madera que originalmente contenía material para radiotransmisiones– en posición vertical en su despacho del SIE; que manoseaba y vejaba el cadáver y que exhibía el cuerpo de Evita a sus amigos como un trofeo. Una de sus desprevenidas visitantes, la futura cineasta María Luisa Bemberg, no pudo creer lo que vio; azorada por el desparpajo de Moori Koenig, corrió espantada a comentarle el hecho al amigo de la familia y jefe de la Casa Militar, el capitán de navío Francisco Manrique”, rebobinó el historiador Felipe Pigna.
Enterado de la situación, Pedro Eugenio Aramburu relevó al necrófilo Moori Koenig y ordenó a Alejandro Lanusse que lo sacara del país. Un buque la llevó al cementerio de Milán bajo la identidad falsa de María Maggi de Magistris y la complicidad de varias capas religiosas que arrancaban en el capellán Francisco Rotger y terminaban en el Papa Pío XII.
En 1970, la agrupación Montoneros secuestró a Pedro Eugenio Aramburu y lo asesinó, luego de que lograran que él firmara un texto en el que se hacía responsable de “quitarle al pueblo hasta el último resto material de quien fuera su abanderada”, según el mismo Firmenich relató a Felipe Pigna (Lo pasado pensado).
Un año más tarde, Lanusse le devolvió a Perón (ya casado con María Isabel Martínez) el cuerpo de Evita: se lo dejaron en Puerta de Hierro, pero el ex presidente regresó al país con su nueva esposa y sin los restos de Evita.
En octubre de 1974, Montoneros pagó con la misma moneda y secuestró el cadáver de Aramburu exigiendo la repatriación de la Jefa Espiritual de la Nación. Isabel Perón dio la orden y el cuerpo de la segunda esposa de su marido regresó al país el 17 de noviembre de ese mismo año.
La entonces presidenta lo ubicó junto al cuerpo de Juan Domingo Perón –había fallecido el 1 de julio de 1974- en una cripta en la Residencia de Olivos, que se podía visitar.
El golpe militar de 1976 se ensañó otra vez con el cuerpo de Evita y nuevamente se barajaron varias opciones para hacerlo desaparecer de una vez por todas.
Sin embargo, las hermanas y familiares de Eva Duarte de Perón lograron que le devolvieran sus restos para dejarlos al fin descansar en la tumba familiar, en el cementerio de Recoleta.