Se cumplen 40 años de la primera Marcha por la Vida y el falso abrazo del genocida, que ocurrieron el martes 5 de octubre de 1982. Fue convocada por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, el Centro de Estudios Legales y Sociales, y la Agrupación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, el Servicio de Paz y Justicia para América Latina y las Madres de Plaza de Mayo.
El gobierno de facto, a cargo entonces del presidente interino Reynaldo Bignnone, prohibió la marcha. Sin embargo, todos los convocantes la ratificaron, rechazando la prohibición militar con el envío de tres telegramas, al Presidente de facto, al Ministro del Interior Gral Llamil Reston y al Jefe de Policía Federal, Gral Juan B. Sasiaiñ.
Sería un día duro. El gobierno ordenó la suspensión de los transportes, el cierre de los accesos a la Plaza de Mayo y un operativo policial. La ola avanzaba sobre la playa y ya no se podía detener. El 22 de septiembre anterior, la CGT Brasil también se había lanzado a la calle multitudinariamente y algo era imparable.
La Marcha por la Vida
Desde ancianos hasta niños llevados en andas, mucha gente de traje y corbata y otros de sweater que conoció mejores tiempos se rencontraron en las calles. Hacía tiempo que no se veía algo tan auténtico. Pedían responsabilidad y verdad sobre la situación de los detenidos-desaparecidos; exigían trabajo y el fin del “estado de excepción”; asqueaban los secuestros, las torturas y la impunidad con la que actuaba el aparato estatal de represión.
Todos estaban de pronto de acuerdo en algo: pedían una justicia real e independiente que garantizara el derecho a la vida. Los argentinos recordábamos que ya teníamos una Constitución Nacional; había que sacarla del cajón.
Y por allí, en las primeras filas de caminantes, se dejaron ver dos obispos cojonudos, Jaime de Nevares y Jorge Novak; el Padre Enzo Giustozzi y el Pastor José Miguez Bonino; el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel del brazo con el Padre Luis Farinello; varios políticos (Vicente Solano Lima, Simón Lázzara, Raúl RAbanaque Caballero, Néstor Vicente, Nilda Garré, Alfredo Bravo, Angel Bruno, Federico Westerkamp, Guillermo Frugoni Rey), unas madres con las cabezas cubiertas por pañuelos blancos, y tantos más.
Compuertas hacia la democracia
La policía montada les impidió tomar Av. De Mayo y siguieron hasta Av. Belgrano. Dicen que ya se habían sumado 10.000 personas.
“Todos ganaremos sin violencia”, “Por la vida y la libertad de los detenidos desaparecidos paraguayos en Argentina”, “La paz es un derecho humano!, “evitemos una guerra civil”… rezaban algunos carteles y estandartes. Otros vociferaban: “Los desaparecidos… que digan dónde están; los desaparecidos… que digan dónde están”.
Querían llegar a la Casa Rosada para dejar un petitorio exigiendo la aparición con vida de sus familiares. Pero la marcha se trabó en la esquina de Belgrano y Defensa, cuando asomó el comisario Domínguez y dijo que sólo podrían seguir 20 personas hasta la Casa de Gobierno, “por órdenes superiores”.
“Usted ha faltado a su palabra y eso es muy grave”, lo interpeló Monseñor de Nevares. Y Domínguez, aún no había entendido: “Peor sería que ordene reprimir y tirar gases”, le contestó, según relató Crónica, al día siguiente.
Adolfo Pérez Esquivel y Alfredo Bravo no se achicaron: “no tenemos ningún petitorio que entregar. Solamente queremos ir a la Plaza, cantar el Himno y retirarnos en orden, como hemos estado hasta ahora”, retrucaron.
La policía montada no se movió.
Después de unos minutos y cuando se hizo evidente que había muros de piedra que no se podían derribar, alguien sentó a los hombros a Pérez Esquivel, para que explicara a la muchedumbre: “el objetivo de llegar a la Plaza de Mayo no es posible, pero esto que hicimos ha llegado a la conciencia del país”, vaticinó y el tiempo le dio la razón.
Otras marchas más modestas en Mendoza, San Miguel de Tucumán, General Roca, Córdoba, Rosario y Neuquén comulgaron a la distancia.
La primera marcha que unió a los argentinos, tras la "guerra sucia"
“Multitudinaria y pacífica”, “vibrante”, “sin incidentes” relevaron todos los periódicos locales y nacionales.
Los días siguientes siguieron creciendo las listas de adhesiones argentinas y extranjeras, con las firmas de más organismos y personalidades de todos los colores: desde la Iglesia Evangélica Metodista hasta la Asociación Amigos de las Naciones Unidas, el Partido Socialista Francés, Amnesty Internacional… con Julio Cortázar, Mercedes Sosa, Nuria Espert, Rafael Alberti, Marco Denevi y tantos más enviando sus abrazos desde donde estuvieran.
“La reacción de los viandantes y vecinos de los edificios de departamentos que bordeaban la ruta de los manifestantes fue más favorable de cuanto se hubiera creído posible hace algunos años. Al régimen podrá no gustarle pero tendrá que acostumbrarse al hecho de que, si bien durante el apogeo de la “guerra sucia” su voz y la de sus partidarios ahogaron fácilmente a la de sus críticos, la inversa es ahora el caso”, analizaba Buenos Aires Herald.
El 9 de enero, el diario La Prensa se quejaba de que los canales de televisión no hubieran transmitido con imágenes la “Marcha por la vida”.
Y cuanto más se pensaba en el pequeño paso que se había dado, tanto más se agigantaba. Se habían abierto las compuertas hacia la democracia.
Una Madre de Plaza de Mayo y la foto de la mentira
Sin embargo, hubo una situación confusa que con el tiempo, dejaría un sabor muy amargo. Dentro del grupo de policías que reprimió a las Madres, se encontraba el subcomisario Carlos Enrique Gallone.
Susana De Leguía, Madre de Plaza de Mayo, se le aproximó llorando sin consuelo mientras le mostraba la foto de su ser querido, desaparecido. Impasible, el policía frunció el gesto y sólo miró por encima de la mujer, a la multitud. El, ante los ojos de las cámaras, simuló abrazarla, como si se uniera a su dolor.
La secuencia fue capturada por la cámara del reportero gráfico Marcelo Ranea y se publicó en el Diario Clarín. En particular, la foto del “abrazo” dio la vuelta al mundo, y ganó el premio Rey de España a la mejor fotografía periodística, pero también fue la foto elegida por Clarín para ilustrar una noticia que era falsa.
Sin embargo, se supo después, ya en democracia, que la foto distaba de demostrar la solidaridad de un uniformado abusando de su autoridad delante de una madre que preguntaba dónde estaba su hijo.
Carlos Enrique Gallone cumplió una condena de prisión perpetua por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Masacre de Fátima, en la que 30 personas fueron asesinadas dentro de la Superintendencia de Seguridad Federal. El acusado intentó defenderse en los tribunales que lo juzgaron mostrando esa imagen prefabricada. Falleció a los 76 años, mientras cumplía una condena domiciliaria en mayo del año pasado.