La polémica ya está instalada: ¿Deberían quedarse en su casa y dejar de trabajar las mujeres que tienen hijos recién nacidos o pequeños? En Europa, un libro, "El principio de Eva", de la alemana Eva Herman, responde que sí y explica por qué. Aquí, en cambio, profesionales y especialistas coinciden en opinar que ello no es realmente necesario ni mucho menos.
Así lo revela un informe publicado en el nuevo número de la revista Noticias, que, aparte de contraponer las ventajas y desventajas que suponen una maternidad "en casa" y otra "en la oficina", expone otros factores propios de la realidad local que, como la falta de una política gubernamental destinada al cuidado de los niños, pueden incidir -y mucho- sobre este tipo de decisiones.
Jardines privados, niñeras especializadas y personal doméstico son las tres principales opciones que, a un costo promedio de $ 1000 mensuales, permitirían a las madres argentinas delegar la crianza de sus hijos. En muchos casos, sin embargo, ninguna parece ser potable. Y no sólo por limitaciones económicas, sino también debido a distintas pautas culturales y sociales.
"La variable de ajuste es la mujer, cuyo sueldo, en general, siempre es menor que el del marido. Si gana poco, la que se queda sin trabajo es ella", denuncia la legisladora porteña Diana Maffia, quien dice además que "como mujer tengo todo el derecho a querer todo: a trabajar y a estar con mis hijos".
Así como expone la existencia de paradigmas y cuestiones económicas que expulsan a la mujer de su trabajo para reinsertarla en el hogar, justamente, la nota permite comprobar cómo viene creciendo en la sociedad argentina la idea de que ambos espacios no sólo pueden, sino además deben coexistir en la vida de las madres.
En tal sentido, los testimonios de algunas profesionales que se las ingeniaron para alternar entre una y otra actividad son más que elocuentes: si bien revelan algunas dificultades o la necesidad de apelar a cambios en su rutina laboral para dar el tiempo necesario a los hijos, parecen demostrar que ambas facetas pueden conjugarse de un modo medianamente exitoso.
Para la psiquiatra Luisa Barón, el esfuerzo extra que demanda esta dualidad no sólo es posible, sino que además está harto justificado. "El trabajo es una necesidad económica y también una necesidad del alma. Optar por uno u otro es innecesario", dice, y contraataca: "Una mujer puede estar todo el día con sus hijos y no tener ni idea de lo que realmente les pasa".