Escribir desde el desconsuelo. Y sobreponerse, para poder dejar testimonio de lo que fuiste, querido Pablo Calvo. Ayudame a contarte, dale, haceme tu Salieri.
Naciste en Sarandí en el 68. Familia de laburantes y rápido abrazo a tus dos pasiones: San Lorenzo y el periodismo. Nos conocimos en el Clarín de los 90, donde colaborabas para reforzar tu sueldo de DyN. Pasaste por diferentes áreas en busca de tu mayor placer: contar historias.
Tu generosa sensibilidad, de la que no te pavoneaste nunca, te permitió ser autor de joyas periodísticas. Nos sorprendías cuando te metías horas al lado de los que laburan en un horno pizzero para hacer una nota. O subirte a un globo aerostático para ídem.
Disfrutabas de eso con un entusiasmo inalterable. Y te comprometías con las historias: no se terminaban cuando las publicabas.
Te involucraste en decenas de ellas sobre nuestro amado Ciclón. O en aquella en la que hiciste un curso de alfabetización para adultos, para enseñarle a leer y a escribir a un papá de una víctima de Cromañón, que quería despedirse de ella por carta. Conmoviste hasta a García Márquez, que te premió.
Llevaste tus historias a los libros. Favaloro, los mendigos de Bussi, el viejo Gasómetro y el vínculo del Papa Francisco con nuestro club, que hizo que te recibiera en El Vaticano.
Ese amor por San Lorenzo se lo legaste a León, tu hijo ya veinteañero. Y nos blindó desde hace más de 25 años con Fernando, en una tríada que no supo de grietas periodísticas ni desconfianzas.
“De Boedo vengo” fue bautizado nuestro chat, que se intercalaba con cenas disfrutables en un bodegón de Boedo. Agua mineral natural sin gas y tener cambio de los billetes grandes, dos de tus sellos.
Con el inicio de la pandemia tuvimos que dejar de vernos y ardió nuestro whatsapp grupal. Nos reencontramos los tres en diciembre con emoción y distancia en la terraza de casa. Asado, vino, risas y ponernos al día. Repetimos después y una tercera en la terraza de Fer, en marzo. Ahí sacaste lo que sería nuestra última foto juntos, con lo chicato que eras sin lentes.
A mediados de abril te empezaste a sentir mal. Hisopado positivo y a quedarse en casa. Te faltaba el aire. Dos o tres días así hasta que decidieron internarte en el Otamendi. Estabas asustado pero nos tuviste al tanto por whatsapp. Hasta que te debieron llevar a terapia covid y se acabaron los mensajes.
Te fuiste el 6 de mayo, en tu cumpleaños 53. Tu hijo León, tu papá “Manija”, tu hermano, Vicky, tus amigos, tu vecindad, tus colegas, tu alumnado, todos, te queremos y te extrañamos mucho, Pablito.