Aunque sea un hecho crudo y violento, las imágenes viralizadas el viernes sobre el conductor que, tras un roce con otro vehículo, se baja y, sin mediar palabra, rompe a hachazos el parabrisas de auto, no son una excepción, sino, más bien, la regla. Es lo que sugiere una reciente encuesta que analiza las características del maltrato en la vía pública. Y la primera conclusión es muy dura: cuatro de cada diez argentinos relevados confirman haber presenciado un acto de maltrato o de agresión en la vía pública en los pasados treinta días.
“Haciendo promedios nos dio que el 41% de todos los encuestados –argentinos adultos, de todo el país– dijo haber sido testigo de algún acto de maltrato o de agresión ocurrido en la vía pública, en los pasados treinta días antes de ser encuestado”, le detalló a PERFIL Constanza Cilley, directora de la consultora Voices!/Uade y coordinadora de esta investigación social. Y explicó: “Encaramos este trabajo de investigación porque percibíamos, a partir de otros relevamientos, que es un tema que pesa cada vez más en el ánimo de la gente. También encontramos que estos casos se reflejan, con importancia creciente, en los medios de comunicación”. Además, según Cilley, en conversaciones informales “surgía que era un tema que cada vez preocupa más, especialmente a las personas responsables de atención al público: desde un cajero de banco, a choferes de transporte público, a una enfermera o médico en una guardia.
Esta situación de violencia a punto de estallar es generalizada, tal como lo demuestra la segmentación de las respuestas a la encuesta según geografías, niveles socioeconómicos o género de los respondentes. En concreto, del estudio de Voices! se desprende que tanto varones como mujeres reportaron haber presenciado ese tipo de conductas en cantidades similares, con un 41% en cada caso.
Cuando se abren los datos por nivel socioeconómico, lo que se encontró es que el maltrato y la agresión afectan casi por igual a todas las clases sociales. Así, por ejemplo, los segmentos altos y medios ABC1 y C2C3 reportaron una incidencia del 42%, mientras que aquellos en el nivel socioeconómico más bajo (DE) mostraron una proporción ligeramente menor, con un 35%. Eso no quita que sea más de un tercio de este segmento el que presenció violencia en las pasadas cuatro semanas.
Hay alguna diferencia más notable cuando se examinan las respuestas por zona geográfica. Así, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y GBA, casi lógicamente, se reporta una mayor incidencia de actos de maltrato y agresión en la vía pública. De hecho, prácticamente la mitad de la gente de esta zona afirma haber sido testigo (un 49% y 48%, respectivamente) de este tipo de hechos. En cambio, en las zonas relevadas del interior del país, a medida que los índices de la urbanización disminuyen, las agresiones y episodios violentos parecen suavizarse un tanto, ya que la incidencia de estos casos cae al 38% de las personas que afirman haber presenciado este tipo de hechos.
Lugares
Cuando se preguntan los detalles de cómo y en qué circunstancias presenciaron estos hechos, las respuestas son claras: el principal disparador de incidentes parece ser el tránsito y sus accidentes. La encuesta revela que la mayoría de los actos presenciados por la gente (el 62% ocurrió en situaciones de conflicto de tránsito; y el 59%, en la calle).
Otros espacios comunes de conflicto y agresiones se asientan en el transporte público (34%) y en entornos de trámites y gestiones administrativas, con el 27% de menciones.
Un apartado especial merecen los centros de salud. Hace apenas dos años, médicos, enfermeros y el resto de los equipos de salud eran aplaudidos cada tarde por su atención durante la pandemia. Pero ahora, el 31% de las personas consultadas afirma haber experimentado conflictos y agresiones en espacios de salud (ver recuadro). Finalmente, uno de cada cuatro episodios (el 25%) se dio en ámbitos deportivos, como ocurrió con el video viralizado hace unos días durante en un partido de fútbol amateur, donde un jugador le pateó la cabeza al referí luego de tirarlo al suelo.
Análisis
Junto a la encuesta numérica, el equipo que la realizó también hizo varios focus groups con entrevistas en profundidad. De esas charlas surge, según los autores, una clara correlación entre el panorama social y económico y la inseguridad y los actos de violencia. “La gente reconoce que hay mucha angustia e incertidumbre y no ve una perspectiva de futuro. Esto se ve en forma transversal en todas las clases sociales y se acentúa en los estratos medios y altos. También hay una sensación de “estar a la deriva” y se mencionan sentimientos de frustración”.
Estos datos también reflejan un aumento en la irritabilidad y la intolerancia, así como tensiones y explosiones de violencia en el día a día. La sensación general es de una olla a presión que puede estallar en cualquier momento. “Y es posible que parte de estas situaciones de tensión se canalice en este tipo de hechos”, especuló Cilley.
La experta sugirió también un camino posible de mejora. “Los resultados de la encuesta reflejan la preocupante realidad en nuestra sociedad, donde el maltrato y la agresión se encuentran presentes en diversos ámbitos. Por eso me parece fundamental reconocer la importancia que tiene abordar esta problemática. ¿Cómo? Por ejemplo, brindando capacitación y apoyo a las personas que se encuentran en posiciones de atención al público, para que puedan enfrentar, y prevenir, situaciones de maltrato de manera efectiva y crear un cambio positivo en la sociedad”.
Médicos: del aplauso al silbido
Uno de los grupos sociales más ponderados durante la pandemia fue el del personal de salud. A tal punto que, durante muchas tardes, desde los balcones resonaban los aplausos colectivos y espontáneos. Hoy, sin embargo, la encuesta revela que una de cada tres personas que presenciaron incidentes o agresiones recordó que estos ocurrieron en un centro de salud.
La doctora Paola Caro, directora médica del servicio de urgencias Vittal, le dijo a PERFIL: “La percepción de nuestro personal es que este tipo de incidentes viene aumentando. De hecho, una consulta informal arroja que nuestros equipos afrontan entre dos y tres hechos de este estilo cada semana y deben retirarse de la visita sin haberla concluido”. Según Caro, esta situación de violencia, que no necesariamente es física, sino que muchas veces es psicológica y verbal, viene desde hace varios años. “Durante la pandemia esas situaciones habían disminuido. Sin embargo, ahora volvió a ser algo común, a punto tal que nuestros profesionales tienen un protocolo especial que deben seguir si –durante la consulta– surgen agresiones o incidentes por parte del paciente o sus familiares”. Algo que suele disparar estas situaciones es la diferencia de percepción del problema de salud: “Muchas veces nuestros equipos atienden una consulta que no conlleva riesgo de vida. Y llegan en el transcurso de las tres horas. Sin embargo, son recibidos con insultos por la demora en atender”.