Luego que entró en vigencia ayer la prohibición de los sorbetes plásticos en la Ciudad de Buenos Aires, hay unas treinta empresas productoras de plástico comprometidas donde los más perjudicados son sus 600 empleados directos y los otros tres mil trabajadores indirectos. Así lo asegura Sergio Hilbrecht, gerente de la Cámara Argentina de la Industria Plástica, quien también dice que, si la medida avanza hacia los plásticos de un solo uso (vasos y platos), el sector perdería unos $ 600 millones anuales, de los cuales los sorbetes solo representan el 10%.
El Gobierno de la Ciudad le confirma a PERFIL que la intención para el futuro es prohibir los plásticos de un solo uso. “En la Ciudad estamos viendo cómo reemplazamos estos plásticos, aún no tenemos un proyecto concreto. Estamos siguiendo la legislación europea que va a sacarlos de circulación para 2021 porque tenemos la idea de reducir los residuos”, asegura Rodrigo Vidal Maura, director general de Política y Estrategia Ambiental de la Ciudad.
Para Hilbrecht, “la prohibición no es el camino porque no resuelve el problema ambiental y dañan a la industria”. “Con las bolsas de plástico pasó lo mismo (ver aparte), y al día de hoy la Coordinación Ecológica Area Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) recibe la misma cantidad de basura”, asegura también el integrante de Ecoplas, una entidad especializada en plásticos y medio ambiente. “Se levantan políticas ambientales pero no se gestionan adecuadamente. Hay que educar a la población para que separe sus residuos”, sugiere Hilbrecht.
Adiós a los sorbetes plásticos: el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires limita su uso
Educación y conciencia. Precisamente la educación fue el eje de la campaña ‘Mejor sin sorbetes’ que se presentó hace poco más de un año para que los diferentes locales gastronómicos y de coctelería tomaran conciencia sobre el uso innecesario del sorbete. “Eso tenía que terminar”, asegura Agustina Blanco, bartender y una de las referentes de la campaña que recorrió distintos bares para generar conciencia sobre el daño que produce la contaminación ambiental del plástico que estaba detallado en un tríptico que ella misma repartía.
Según la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad, el sorbete es el cuarto residuo plástico más común en las costas y los océanos. Solamente en los patios de comidas de los shopping porteños, se utilizan dos millones de sorbetes por mes. Su descarte es equivalente a 1,7 toneladas y con una longitud de 435 kilómetros. Es por eso que en mayo de este año el gobierno porteño emitió la resolución 816 para prohibir desde hoy los sorbetes.
“Los sorbetes no se pueden reciclar porque al ser tan pequeño no lo pueden agarrar las prensadoras. Es recomendable introducirlos limpios adentro de botellas de plástico, pero no es tan simple y casi nadie lo hacía”, cuenta Blanco, que propone utilizar otro tipo de “pajitas”. “Los argentinos estamos muy acostumbrados a sorbetes de metal, como las de la bombilla del mate”, ejemplifica Blanco y agrega opciones: vidrio, acero inoxidable, bambú y papel. En Argentina existe el único productor de sorbetes de papel en toda Latinoamérica, lo produce la compañía Cartouch y se llama “Ecotubix”.
El problema no son los sorbetes, sino el comportamiento
Blanco explica que “el de metal es el más común y el de vidrio se usa mucho en coctelería, pero tiene como contra que hay que dedicarle tiempo a limpiarlo”. Por otro lado, el bambú “es un poco más duro y más común en bares con identidad ecologista”.
El antecedente, supermercados sin bolsas
Desde enero de 2017, los hipermercados, supermercados y autoservicios de la Ciudad no pueden entregar gratuitamente las bolsas de plástico. Por lo que los vecinos tuvieron que empezar a llevar sus propias bolsas reutilizables. En ese entonces, la medida también fue resistida por las instituciones empresariales, como la Cámara Argentina de la Industria del Plástico y los supermercados, que aseguraban que no se resolvía el problema y que se aniquilaría a la industria.
Dos años más tarde del comienzo de la legislación, el ministro de Ambiente y Espacio Público, Eduardo Macchiavelli, asegura que “es increíble la cantidad de bolsas menos que se encontraron en estos años en los desagües de la Ciudad, eso ayudó a evitar inundaciones”. Pero además que los vecinos porteños comenzaron a utilizar y comprar las bolsas de papel, también surgieron otros fenómenos: la vuelta del changuito.
A los veinte días de haber iniciado la primera legislación contra el plástico, los fabricantes de changuitos ya trabajaban al límite de su stock y PERFIL comprobó que varios artículos no solo que estaban agotados, sino que también habían aumentado su valor más de un 50%. “Notamos un mayor crecimiento en las ventas de changuitos en mujeres jóvenes”, contaba Cecilia Sonzini, dueña de Violraviol.