Pasado remoto, pasado reciente, presente y futuro se conjugan en Colonia del Sacramento. Desde 1680, fue tierra y costa para cruces entre españoles, portugueses, ingleses, blancos, negros, mulatos, criollos en tiempos de imperialismo europeo en las costas del Río de la Plata; desde 1995 se convirtió en uno de los sitios declarados Patrimonio Mundial de la UNESCO y explotó su proyección turística; actualmente, extraña el volumen de argentinos a los que la crisis económica –inflación y subida del dólar, mediante– ha alejado parcialmente de este típico destino para breves escapadas; para los próximos años, se prepara el lanzamiento de la renovación de la plaza de Toros, como la gran novedad de esta pequeña joya.
Lo que no cambia desde hace mucho tiempo es la cordialidad, esa condición de amabilidad que se abre al visitante y que se resume en el saludo que culmina cualquier conversación. Los argentinos cruzamos el río marrón y apenas llegamos al otro lado, una compra, una pregunta, una solicitud no se cierra con un “buenas tardes”, ni un “hasta luego”, ni un “chau”, sino con un “¡Que pasen bien!”.
Y sí, en Colonia, se la pasa bien. Entre otras razones, porque los locales pueden jactarse de que hay dos semáforos en toda la ciudad, y no parecen necesitar más; y porque en cada barcito, en cada restaurant, en cada hotel, en cada tienda se respira amabilidad, ganas de demorarse en el placer.
La gran novedad de Colonia aún no se ve, pero genera expectación. Su Plaza de Toros, ubicada a 5 km del centro, unida a él por el paseo costero, dejará de ser sometida al deterioro constante y será rehabilitada, no para celebrar la tauromaquia, sino que se transformará en un centro cultural, deportivo, de convenciones,
Con los inconfundibles arcos redondos y herraduras de la arquitectura mudéjar, la Plaza de Toros es, aunque hoy parcialmente derruida, bella e imponente. La estructura –sostenida por hierro en su momento traído de Gran Bretaña– llega a los 17 m de altura.
Gastronomía uruguaya, un mundo por descubrir
Las gradas de hormigón prefabricado eran una moderna novedad a comienzos del siglo XX. Las dimensiones sorprenden: el diámetro total es de 100 metros; el del ruedo, de 50. Rehabilitar a este gigante costará unos 8 millones de dólares, financiados por el BID y la Intendencia de Colonia. Entre las cinco empresas de ingeniería que se presentaron a la licitación, ganó la catalana BAC Engineering Consultancy Group, la misma que rehabilitó la Plaza de Toros de Barcelona.
Se proyecta dejar un sector sin intervenciones, para mostrar los verdaderos efectos del tiempo. Los sectores en los que sí se trabajará, que serán techados, podrán cobijar 2000 personas en gradas, y otras 2000 en el piso, que será de césped. Para fines de 2021 o comienzos de 2022, se prevé la apertura, una vez que, terminado el edificio, la Intendencia haya licitado la concesión del edificio rehabilitado a un gestor cultural privado.
Las obras empezarán en septiembre y, en ese momento, ya comenzarán los atractivos turísticos, porque se inaugurarán visitas bajo el lema “abierto por obras”: habrá un túnel de ingreso para ver el ruedo y el proceso de obras, por un valor de unos tres dólares, que asegurarán guía y folletería.
El arquitecto Walter Debenedetti, director de Patrimonio del Departamento de Colonia, no oculta su entusiasmo: “Esperamos un efecto potenciador inmediato del turismo, por el “Abierto por obras”. Y, a largo plazo, será un salto de calidad, ya que la Plaza de Toros será dedicada a eventos culturales, recitales de artistas nacionales e internacionales, espectáculos deportivos de alto nivel, además de la oferta de congresos. Asimismo, habrá un museo taurino, restaurant temático y tienda de souvenirs: serán, sin dudas, elementos claves para la llegada de visitantes en un número superior a la actual demanda turística”.
El desafío
Un peso argentino equivale a 0,80 de un peso uruguayo; dicho a través de otra comparación, un dólar cuesta unos 35 pesos uruguayos. Esto hace que los precios uruguayos resulten costosos para las billeteras argentinas. En Colonia reconocen que, en promedio, el 50% de los turistas siempre han sido argentinos, hoy son el 30%, lo que desciende la cantidad total de visitantes. María Cristina Otero, subdirectora de Turismo de la Intendencia de Colonia, ofrece como datos de referencia, por ejemplo, el movimiento de vehículos: en enero de 2017, ingresaron 35.000; en enero 2018, 37.800; en enero 2019, 22.800.
La ocupación hotelera en fines de semana es otro modo de medir la reducción de turistas: en enero 2017, fue del 90%; en enero de 2018, 85%; en enero de 2019, 65%. Los hoteles afinan la competencia, bajan precios y ofrecen promociones, como lo hace el Radisson, que busca seguir explotando su condición única: sus 75 habitaciones están ubicadas en un moderno edifico de 2002, construido sobre la orilla del río, al punto que el agua de su pileta exterior casi vuelca directamente sobre las aguas del Plata.
Aunque la gerencia del hotel reconoce que la ocupación tenía un promedio de 70% de argentinos y actualmente, de 35%, sigue apostando a seducir a su público habitual: o bien eventos empresariales que usan los salones con capacidad de hasta 120 personas, o bien parejas o pequeños grupos de amigos que buscan un máximo de confort.
Mucho más que arena
La Plaza de Toros Real de San Carlos es la plaza de toros más austral de América, con el particular agregado de estar fuera del casco urbano. Forma parte del Complejo Turístico Nicolás Mihanovich, emprendimiento del arquitecto del mismo nombre, que construyó no sólo la plaza de toros para 8000 espectadores, sino también, un hotel con su casino, un frontón para jugar pelota vasca, una usina eléctrica y un muelle con un pequeño tren que permitía llegar desde la costa hasta las inmediaciones al incipiente turismo que venía desde Buenos Aires.
La plaza se inauguró el 9 de enero de 1910 con toros y toreros traídos de España y funcionó solo hasta 1912, cuando el presidente José Batlle y Ordóñez prohibió las corridas, decisión que fue haciendo entrar en decadencia a la zona. Nicolás Mihanovich (hijo) es el artífice de este complejo, un emplazamiento visionario del desarrollo turístico de esta ciudad, que se nutrió de la fortuna que había amasado su padre, Nicolás Mihanovich (1848-1929), empresario naviero nacido en la actual Croacia, que se había afincado en la Argentina y había inaugurado, entre otras cosas, el primer servicio regular de transporte para unir Buenos Aires con Carmelo y con Colonia.
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