TURISMO
Hotelería Sustentable

Ushuaia reutiliza materiales con espíritu federal

En la ciudad más austral del mundo, un hotel reutilizó todos los materiales que debieron extraerse de la naturaleza para la construcción de la obra en el cerro Alarkén. También priorizó el empleo de productos característicos de varias provincias argentinas.

Ventana al Begle
El interior replica los colores del exterior | Arakur

Es el único que se ve desde las pistas del aeropuerto. Es imposible no distinguirlo a 250 metros sobre el nivel del mar, escoltado por el Cerro Alarkén y con la nobleza que le da ese techo de cobre enmohecido hacia el verde, como las esculturas y los puentes de París.
El Hotel Arakur, en Ushuaia, en Tierra del Fuego, tiene al menos dos records más. Está solito en la pestaña “miembros patagónicos australes” de la prestigiosa selección internacional The Leading Hotels of the World, un cuadro de honor de lo mejorcito en hotelería. Y, por último, una perla con corazón hacia el medio ambiente: todo lo que sacaron de la naturaleza para construirlo volvió a la vida, reciclado en el interior. Las piedras del cerro y las maderas de lenga, ñires y coihues de las cien hectáreas del bosque fueguino renacieron como paredes, mesas de living, sillones, lámparas y escaleras. Hablando de materiales nobles, también habría que mencionar los otros, los federales que viajaron desde otras provincias argentinas: los cueros, el palosanto, el lapacho, el incienso y… ¡ cómo olvidar las cerámicas del piso! En el bar y el lobby, una original expedición paleontológica invita a encontrar los restos fósiles petrificados, incrustados en porcelanatos gigantes.

Una ojeada basta para comprender que no es un hotel convencional. Por cuestiones de seguridad en ningún rincón hay velas ni fuego en llamas. Tampoco hay lujos versallescos. El interior replica simplemente el exterior. Desde cualquier ángulo del inmenso lobby se aprecia que las líneas y colores de la inmensidad natural de afuera se vienen encima, desde el otro lado del ventanal. Tanta belleza abruma. Y no sólo esta planta baja sino también las habitaciones desbordan vista panorámica. Hacia el sur, se ve el Canal Beagle y los techitos rojos de Ushuaia; hacia el norte, los valles verdes o blancos –según mande la estación-, los perfiles caprichosos de las montañas y la vecindad del Alarken.

El restaurante La Cravia no deja a nadie con ganas de centolla, cordero y merluza negra, los productos estelares de Ushuaia. Las tablas de quesos, los fiambres patagónicos y las cervezas artesanales son los favoritos cuando lo único importante del día es sentarse al borde de la piscina infinita a esperar el crepúsculo. Un balcón inolvidable a las bellezas fueguinas, accesible incluso a nado desde la pileta cubierta del spa.

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Cada noche hay un evento diferente: cuando no son catas, son cenas especiales, shows o conciertos. En ningún lado del hotel hay cuadros ni flores y la única explicación plausible es que al dueño de casa no le gustan. Sí, porque Arakur no es un hotel de cadena sino un emprendimiento familiar que encaró un ex trabajador fueguino de una empresa de autopartes. El mismo que alguna que otra noche, se sienta a uno de los tres pianos de cola Steinway para ofrecer un concierto de Bach a los huéspedes. Nunca se da a conocer, pero lo aplauden y le piden bises. Y algún europeo le obsequia dadivoso algunos dólares de propina.