COLUMNISTAS
POSGRADUALISMO

El sonido de la tempestad

Desperdició el Gobierno una bala de plata: podía reiniciar su gestión con un nuevo gabinete y otra política económica.

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Gomón, Mauricio Macri. | Pablo Temes

Y hay ceremonia en la tormenta

poderoso dios de amor,

envía la tormenta ya!

Carlos “Indio” Solari

En medio de la tempestad originada por la corrida cambiaria, el hundimiento de la economía y el crecimiento de las tensiones sociales, se observan corridas en el mundo político y social.

Ultimo chaparrón. Al derrumbe del edificio gradualista, el salto brusco de la divisa norteamericana y la apelación al FMI, el proyecto económico mutó al Plan M rumbo al megaajuste. En este marco se sumó un elemento nuevo, que es la fuerte interna autoprovocada por el recambio de gabinete, y que afecta a los socios de Cambiemos y a figuras del equipo de gobierno.

El domingo 2 de septiembre será recordado por los arqueólogos del poder. Con la Quinta de Olivos como epicentro, se sucedieron decenas de reuniones y hubo un alto desfile de funcionarios y candidatos a funcionarios buscando su porción de poder. Lo curioso, es que tanto los ministros en la resistencia como los pretendientes que buscaban la sombra del ombú estatal operaron sobre los medios con la finalidad de desgastar al oponente y fortalecer su posición. El panorama completo fue una puesta en escena que provocó en la población un desaliento proporcional a las peripecias económicas, rememorando otros finales de época.

¿Debilidad política? Tanto la mutación al gabinete compactado como el retorno de las retenciones iban contra el deseo de Mauricio Macri. El raquitismo en la densidad del Ejecutivo fue leído por los hombres invitados a integrar el nuevo equipo que plantearon condiciones para asumir: por ejemplo Carlos Melconian pidió el control del Banco Central; aunque desmentido por el economista fanático de Racing, sonaba algo razonable desde el momento en que se rompió la tabla de la ley neoliberal: "Separarás el Banco Central de los políticos".

También parecía estar acordado el desembarco de los aliados radicales Ernesto Sanz a Defensa, Alfonso Prat Gay a Cancillería y Martín Lousteau al nuevo megaministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología. Dos respuestas bloquearon la incursión. Sanz habría demandado el Ministerio de Interior, Obras Públicas y Vivienda, lo que hubiera obligado a desplazar a Rogelio Frigerio, uno de los ministros más reputados y el último Highlander del modelo desarrollista con el que el Presidente soñó. La otra respuesta es aún más problemática: Elisa Carrió está enfrentada con Ernesto Sanz y habría operado para hacer fracasar ese desembarco con su amenaza más potente: pasar a ocupar la vereda de enfrente. Su explicación sobre por qué no se hizo presente en la quinta presidencial fue además de elocuente, un corrosivo adicional para la imagen presidencial: “A Olivos no voy porque hablan pavadas y nadie decide nada”.

El gabinete compactado nació dañado en su integridad política. Varios de sus diez miembros estuvieron fuera del equipo en las horas en que se negociaba la nueva composición.

Conclusiones provisorias: 1) la alianza Cambiemos original PRO, UCR y Coalición Cívica está bajo amenaza. 2) El Presidente desperdició una bala de plata para reiniciar su gobierno con un nuevo gabinete y una nueva política económica. Esto traerá consecuencias políticas y hace amenazar su reelección, que se descontaba hacia fines del año pasado. 3) El gabinete compactado nació dañado en su integridad política. Varios de sus diez miembros estuvieron  fuera del equipo en las horas en que se negociaba la nueva composición. El más importante es Nicolás Dujovne, que debe discutir con el FMI y defender el nuevo –y raro– esquema de retenciones. El otro caso es el del canciller Jorge Faurie, que debe llevar a buen puerto la presidencia del G20, un tema relevante con escasa repercusión en medio de los fragores.

Truenos y relámpagos. Lo que sucede en la base social del país ya es una preocupación en la oficinas de gobierno, y un motivo de análisis de la oposición, que comienza a reunirse con asiduidad. Los sectores más pobres observan que sus escasos ingresos se han esfumado con una velocidad pasmosa, debiendo recurrir por alimentos adonde puedan. Lo vertiginoso del asunto ha dejado desfasada la capacidad de respuesta de la ascendente Carolina Stanley, que encima tiene que atender a la incorporación de la importante estructura del ex Ministerio de Salud. Los incipientes saqueos, si bien se los busca presentar como organizados y pagos por espectros de la militancia K, internamente se sabe que son la punta del iceberg de una urgencia que necesitaría un plan de respuesta tan masivo que dejan como ínfimos los recursos estatales actuales.

A menos de un año de las PASO, el recuento de las bases electorales se vuelve ineludible. Por un lado se encuentra el espacio kirchnerista duro que está tan indignado con Mauricio Macri como el primer día, y acumula argumentos (o al menos piensa eso) que estimulan el “teníamos razón, se los habíamos anticipado”. Pero este espacio K se siente afectado por el tsunami de denuncias que emergen desde los cuadernos de Oscar Centeno, que por supuesto no le hace cambiar sus convicciones, pero requieren una épica adicional por parte de Cristina Kirchner: ¿qué haría con el acuerdo con el FMI si volviera a la primera magistratura? ¿va a una radicalización como el primer Syriza?

En el otro extremo del arco político se encuentran los votantes macristas, que están ciertamente aturdidos (muchos enojados) bajo la pregunta ¿cómo llegamos hasta aquí? Además, con las nuevas medidas y otras que se preparan también se siente afectado el escaso 8% que manifiesta mejoras económicas este año y que es un férreo defensor del buque amarillo. A todos ellos los aterroriza suponer que un derrumbe completo del Gobierno abriría las puertas a otra década larga de gestión peronista. Están listos para pedirle a Macri un paso al costado si eso impide una restauración justicialista. Por estos motivos la crisis los abroquela al decir de Jorge Luis Borges: "No los une el amor sino el espanto".

Pero ambos tipos de votantes “duros” reseñados arriba difícilmente superen el 40, o 45% del cuerpo electoral, ¿qué pasa con los restantes? Se han llamado a silencio políticamente hablando. Pragmáticamente están capeando la tormenta económica como pueden, reduciendo gastos no imprescindibles, eliminando salidas, el cable o el gimnasio. En estos momentos ningún espacio político tiene una prédica que los interpele. No existe tal cosa como una división de “tercios” con la que se supone el peronismo “racional” tendría los votos de este sector.  Si así fuera, se podría divisar al próximo presidente entre los racionales. No hay discurso ni propuesta que los penetre, es más, por ahora no quieren escuchar a nadie.

*Sociólogo (@cfdeangelis)