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Qué quieren los votantes

Si Macri quiere ser reelecto, deberá demostrar que la economía sale de la recesión y cosecha algún éxito económico.

20180917_1344_columnas_CP64 Nestor Grassi
En el T20, la conferencia del G20 de los think tanks donde se debatió sobre “Representación y comunicación política en la era de las noticias falsas”, en el CCK. | Nestor Grassi

Quieren seguridad, eso piden los votantes. Seguridad económica y seguridad física en todos los países y, según el estadio en que se encuentre cada uno, se expresa de distinta forma. En Brasil, el candidato derechista Jair Bolsonaro, que promete mano dura contra todos los delitos, ofrece seguridad física, mientras que el “Cámpora” de Lula, el recientemente nominado candidato del PT, Fernando Haddad, representa la seguridad económica para los millones de personas que dependen de la asistencia del Estado.

En Brasil compite la seguridad económica de Haddad con la seguridad física de Bolsonaro

En Inglaterra con el Brexit, en Europa continental con la inmigración y en Estados Unidos con la guerra comercial con China y la inmigración mexicana, la seguridad económica y física se unifican porque el extranjero quita el trabajo y se lo imagina, muchas veces injustificadamente, más predispuesto al delito.

En Argentina, Cristina Kirchner se ofrece como garante de la seguridad económica de los más vulnerables y Macri comenzó prometiendo ambas seguridades, pero no tuvo logros significativos en la seguridad física y empeoró la económica, su gran talón de Aquiles para las elecciones de 2019.

En Brasil y Argentina, el final de la batalla entre seguridad económica y seguridad física está abierto, pero en Brasil se comienza a resolver en dos semanas: en la primera vuelta del domingo 7 de octubre y tres semanas después, el domingo 23, se define en la segunda vuelta, donde Bolsonaro aún lleva una ventaja, aunque no piensan así especialistas electorales como Jaime Duran Barba, quien escribirá mañana en PERFIL sobre cómo Haddad podría tener más posibilidades.

En relación con qué quieren los votantes y cómo cambiaron la representación y la comunicación política, expusimos esta semana Daniel Zovatto, del International Institute for Democracy and Electoral Assistance; Simon Hix, del London School of Economics; Mario Riorda, de la Universidad Austral; Shanta Devarajan, del Banco Mundial; y yo, moderados por Danila Terragno, en el marco del T20, el G20 de los think tanks.

Zovatto dijo que no estamos ni en el mejor ni en el peor de los mundos apelando metafóricamente a la Historia de  dos ciudades, de Charles Dickens, donde se comparaba el orden de Londres con la efervescencia de París en el siglo XVIII, contemporáneamente con la Revolución Francesa, libro que comienza así: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo”.

Las dos ciudades hoy son la de la globalización y la que se resiste a ella; por un lado la salida de la pobreza de dos mil millones de personas en los países subdesarrollados en las últimas décadas y, por el otro, el empobrecimiento de las clases medias de los países desarrollados.

Argentina padece los dos males porque fue el único país subdesarrollado en alcanzar que la mayoría de su población fuera de clase media, enfrentando ahora su decadencia a la vez que el aumento de la pobreza típica de los países subdesarrollados.

Argentina sufre los males de los países desarrollados y de los no: empobrecimiento de su clase media y pobreza

Si Macri quiere ser reelecto, deberá demostrar que la economía sale de la recesión y cosecha algún éxito económico. Igual Bolsonaro: para ganar deberá convencer a los brasileños de que podrá, además de aumentar la seguridad física, tener éxito económico.

Las dos ciudades, la del orden y la de la efervescencia, quieren lo mismo pero a veces, en palabras de Dickens, se “extravían por el camino opuesto”.