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Cómo cuidar la intimidad cuando se navega por la web

Cada like, cada comentario, los retuits o nuestras fotos, quedan registrados. Así la inteligencia artificial consigue establecer un perfil real de quienes usan internet.

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Cada like, cada comentario, los retuits o nuestras fotos, quedan registrados. | shutterstock

Al final de la charla con Pablo Boczkowski, uno de los especialistas mundiales en el vínculo entre redes y medios, dirá desde Chicago una de las claves para entender cómo manejarse en las redes: “Como dice una de las entrevistadas para el libro que estoy preparando: en las redes hay que contar y mostrar cosas que sean aptas para todo público”. Sergio Felperin, especialista en data science, nos brindará otra manera de entender qué sucede con el registro de las redes de lo que hacemos y cómo las redes sociales reaccionan ante nuestras acciones: “hay que entender –explica– que cuando no te cobran por algo, el producto sos vos”. Natalia Zuazo, especialista y autora de varios libros, aportará un último elemento para el análisis: “No tengo redes en mi teléfono, es la manera de evitar vivir en una burbuja”.

La lucidez de Messi y Mascherano. Hace un tiempo, en las canchas de fútbol nació una costumbre. Cuando los protagonistas hablan, se ocultan la boca. Saben que todo lo que pasa en una cancha de fútbol, en un partido de primera división, queda registrado en una cámara. Jorge Sampaoli no lo hizo en uno de los partidos de la tortuosa marcha de Argentina en el Mundial. Y su consulta acerca de un cambio al propio Messi fue algo que dio vueltas al mundo.

En las redes pasa algo similar. El lector debería saber que en todo lo que hace en las redes, en todas las redes, desde la foto que sube de su gato a su apoyo al aborto o no, está haciendo una señal que queda.

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Señal que, a partir de los algoritmos con los que funcionan Instagram, Twitter, Facebook y Google, se transforma en información sobre lo que somos y hacemos.

Esa información es, por lo menos (más adelante avanzaremos sobre cuestiones cuanto menos polémicas), algo que, cuando entramos en cualquier red accedemos a brindar. Está en la letra chica de cualquier cuenta. Conscientemente o no, en las redes nosotros brindamos contenidos –nuestro viaje, nuestros textos, nuestros gatitos– y aceptamos que a cambio de ellos los algoritmos decodifiquen qué nos puede interesar. Natalia Zuazo afirmará que “los grandes de internet son básicamente agencias de publicidad”. Boczkowski explicará que tenemos un vínculo dinámico con esas redes, que “estar” en ellas abre un camino en el que nuestras marcas están, pero de manera compleja: “Reflejan tu propia imagen. Pero, al mismo tiempo, lo que hace tu imagen en relación con la imagen de los otros. Es muy dinámico. Es un dinamismo un poco distinto que en otros vínculos, porque es un poco más coreografiado. Porque al estar en las redes, estás en muchos lugares al mismo tiempo. Porque estar en la red, no es como cuando estás en un café o en una fiesta”.

Te amo, te odio, dame más. Pero, ¿qué imagen nos devuelven nuestros muros de las redes? “El algoritmo te da una cierta aproximación. Solemos mirar lo que hace la gente más afín que la que no. Hay cosas que uno postea y gente que está comentando de manera lineal y que se puede controlar. Y lo que sucede con los comentarios de los comentarios. Todo es un poco incontrolable. Uno puede suponer que cada persona tiene “amigos” más afines. Existe una cierta marca. Pero no es todo blanco o negro”. Agrega que “esta imagen se valida o rectifica en parte con las imágenes de nosotros”.

Seguridad. Para Sergio Felperin, “lo primero que hay que entender es que se trata de dos problemas distintos. El primero es que hay información que vos le proveés a un tercero, para que te brinde un servicio. Cuando yo subo mis fotos a Facebook para mostrártelas a vos, voluntariamente estoy cediéndole información a Facebook para que te la muestre. Justamente, la funcionalidad es que te quiero mostrar ese contenido. Si no te quiero mostrar esas fotos, no las subo y no pasa nada. El problema empieza cuando la red o quien sea le brinda esa información a un tercero para un fin distinto del que vos aprobaste. O el que vos creés que aprobaste, porque las reglas de confidencialidad no las lee nadie”.

Para el especialista, este es un mecanismo que sucede en otros ámbitos de la sociedad: “Le propuse a un amigo que también tenía dudas sobre la seguridad en las redes que pusiera a dos promotoras en un shopping ofreciendo algún viaje en una rifa gratuita. Sería sorprendente la cantidad de datos que la gente les daría para participar. ¿Cuántas veces te piden tu teléfono cuando pagás con tarjeta de crédito? Una vez me dijo un empleado de una telefónica, cuando yo le dije que darle mis datos violaría el Código Civil: “Acá no rige el Código Civil. Rige el reglamento interno de Movicom”. Cuando te pasan esas cosas, podrías llamar a un abogado. Pero no lo hacés, porque por lo general no se le da mucho valor a esa información”.

El tema es que esa información “ahora se puede procesar mejor y de manera más económica que antes”. Formas que aún no tienen el marco legal completo. Sabemos que a veces suceden cosas como las del escándalo Analytica. Pero además sabemos que Analytica también les dio datos a los que perdieron elecciones”.

Publicidad. Natalia Zuazo cita a Julian Assange cuando dice: “El problema es que somos demasiado transparentes mientras que los dueños de internet son más opacos. Y sí existen sistemas para hacernos un poco más oscuros. Existen herramientas técnicas, algunas más sencillas de usar, otras que requieren más tiempo. Pero de lo que se trata es de tener conciencia de cómo funcionan las redes, las aplicaciones o la tecnología. Por eso escribo y hago un trabajo de divulgación periodística. Me parece que falta información”.

Para la especialista existe un cierto ocultamiento de este mecanismo: “Las redes pueden ser una forma de entretenimiento, de búsqueda, de compartir información; son, en realidad, empresas de publicidad cuyo modelo de negocios es recabar datos, construir perfiles de personas, entender qué nos gusta, que consumimos. La clave está en querer entender el comportamiento. Este proceso se fue sofisticando en el tiempo, tal como lo explico en algún texto mío. Se dio una acumulación de datos muy grande. Antes, gmail necesitaba leer nuestros mails para saber qué pensábamos. Ahora no lee los mails, porque todo el ecosistema de aplicaciones que usamos de Google, los mapas, el calendario, está entendiendo no solo lo que nos gusta, sino también lo que hacemos”. Saber que alguien sabe esto puede ser un primer paso.

 

Conservadores o fascistas

“¿Qué hacer?” es en las redes algo más que una pregunta leninista. Pablo Boczkowski sostiene que “parece que cuantas menos acciones personales posteás, menos interacciones personales generás, menos tiempo pasás. Y con menos nivel de componente afectivo. Para mí las redes son una excelente forma de diseminación de información de lo que escribo, de reportajes como este. Las tomo básicamente como son”.

Sergio Felperin, a su vez, sostiene que “se puede saber si Estados Unidos está en un conflicto o no por los pedidos de pizza del Pentágono. Si piden tarde a la noche mucho y anormalmente podés deducir que hay gente que no se va de ahí. Y esto abre problemas nuevos: no estamos preparados para manejarlos”. Felperin, que tiene una cuenta muy activa en Twitter, dice: “Solo cuento cosas que quiero que se sepan. No vas a ver fotos de mis hijas en esa red. Con unos amigos sostenemos que hay dos teorías sobre cómo actuar. Una es la conservadora: pensar que si no hacés nada, a nadie le va a llamar la atención que no lo hagas. Pero si pensás que el mundo en realidad es fascista quizás callarse sea tan sospechoso como hablar, con lo cual lo que tendríamos que hacer es crear perfiles aleatorios, hablar de temas que te importen menos”.

Natalia Zuazo sostiene también que “hay que estar atentos. Y saber que existen muchos sistemas. Incluso no es necesario estar en las redes. Se puede salir de las burbujas y abrirse a la sorpresa del mundo exterior”.