Pandemia de coronavirus

No quiero ser un esclavo que goza de buena salud

Marcelo Peretta, el lider de los farmacéuticos, duro contra la cuarentena y los "fanaticos aislacionistas". Sostiene que "solo se beneficia la política".

Capital federal en cuarentena Foto: Pablo Cuarterolo

Un aislamiento extremo, sin medidas sanitarias simultáneas de igual magnitud, no sirve. Un aislamiento masivo solo es efectivo si también: nos protegemos con barbijo, controlamos la temperatura corporal y testeamos masivamente a la población.

Si bien a pedido del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos, se autorizaron algunos laboratorios más para detección “lenta” del covid19, son insuficientes porque al tener el virus circulando entre nosotros lo realmente efectivo son los controles masivos.

Los tests “rápidos” se venden en farmacia, o se hacen en laboratorio o en la calle, tomando una muestra de la mucosa nasal o bucal, o de sangre pinchando un dedo, y los resultados están en 15 minutos. Salen medio dólar por unidad (al por mayor), es decir que con quinientos mil dólares podríamos hacer un millón de controles para tener un diagnóstico real y un posterior tratamiento efectivo de los enfermos.

Pero el gobierno no hará tests masivos porque dice “no son seguros”, a pesar de que están aprobados por FDA y recomendados por la OMS. Juega todas sus cartas a encerrar a la gente en cincuenta metros cuadrados, olvidándose que el encierro baja las defensas y enferma. Ya se disparó la venta de psicofármacos por pánico y ansiedad. “Cuando mi única herramienta es un martillo, tiendo a creer que todos los problemas son clavos.”

La cuarentena se extiende hasta el domingo 12 de abril y podría durar hasta mayo

En Asia, que tienen el problema amesetado, te multan si salís sin barbijo y controlan masivamente a la población (temperatura y virus), pero Argentina no.

“Tres” infectólogos mediáticos desaconsejan el barbijo (aunque no saben ni de qué tela están hechos) y el Estado los recomienda solo a profesionales, como si esas vidas valieran más. Por suerte la gente ya se dio cuenta de protegerse y empieza a salir con barbijo.

En Argentina el esfuerzo lo hace la gente, aislándose, enfermándose y endeudándose, mientras el Estado gana tiempo para reclutar camas y respiradores, sin darse cuenta de que las infecciones no detectadas en esta etapa se propagarán y tornarán inútiles los materiales conseguidos.

Es evidente que la cuarentena total sólo beneficia a la política a la que nadie podrá reprocharle inacción. Pero la sobreactuación y la demagogia cuestan caro: pasamos de “el coronavirus nunca va a llegar” a “encerrarse es la única vacuna”. Ni la minimización ni el pánico son solución.

Buscar ventaja política de la pandemia es miserable. Un médico español que llora en cámara pide a la gente que se encierre, pero dicho consejo no ha reducido los contagios y muertes en su país, por el contrario, siguen en alza, probando que el encierro per se no sirve. Sí sirve un distanciamiento social, con una hora diaria para airearse y ejercitarse, como permite Alemania.

Hay que alinear salud y economía. Si el “toque de queda” dispara los precios y el desabastecimiento de productos, tal vez debamos pensar en una cuarentena acotada a quienes sí deben estar aislados.

Es autoritario tratar al surfista de “delincuente” por pretender volver a su casa, y retener gente durante horas en la ruta. Además es antisanitario, por la aglomeración de gente y la ausencia de testeos de temperatura y de casos positivos, como sí hacen en Corea y Chile.

Hemos creado un ejército de “fanáticos aislacionistas”, que desde su cómoda propiedad y asegurado salario (o con ahorros suficientes) disparan contra todo el que ose pasar el umbral de su casa.

Los fanáticos del encierro ignoran que el esfuerzo que están haciendo valdrá poco si el Estado no hace su parte, o sea, controlar masivamente a la población para saber primero quien tiene el virus y después tratar a los enfermos. El supuesto ciclo de vida de 14 días del covid19 en el organismo no se mide desde que comienza la cuarentena sino desde que cada paciente se infecta, o sea que todos los días todo el día vuelve a empezar, por lo que no es serio creer que con dos semanas en casa se reducirán los casos.

Cuántos respiradores tienen los hospitales de Argentina y cuántos hacen falta

Es comprensible que un dueño de Pyme quiera abrir su negocio para poder pagar sueldos y comer. Los créditos del gobierno son buenos, pero demoran en efectivizarse. Mucho menos reprochable es aquel que, arriesgando su salud y desoyendo las recomendaciones generales, sale a ganarse “la diaria” porque sabe que, si no lo hace, ya no es un riesgo sino un daño real porque no comerá.

La juventud fue perjudicada con el cierre de escuelas (algunas pocas tareas a distancia no equiparan la indispensable educación formal), y están siendo dañados en su salud con semanas de encierro, vida sedentaria y perdiendo la oportunidad de inmunizarse naturalmente por la propia circulación del virus. Cuando vuelvan a clase estarán más débiles y enfermarán más.

Si queremos salvar a nuestros ancianos, hagamos controles masivos en geriátricos y revisemos la medicación antihipertensiva que toman porque se sabe que Enalapril y Losartan reducen la capacidad respiratoria y agravan el cuadro de los pacientes con coronavirus.

Pongamos las cosas en su verdadero lugar, esta pandemia tiene cura: o la mata nuestro propio cuerpo sano o, si la detectamos a tiempo, la matan los medicamentos disponibles: Paracetamol para bajar la fiebre, Hidroxicloroquina para subir las defensas y Lopinavir / Ritonavir y/o Remdesavir para matar el virus.

Sería bueno fijarle precio máximo a estos productos, porque los laboratorios que empezaron a investigar fármacos y vacunas para coronavirus ya duplicaron el valor de sus acciones.

Debemos flexibilizar la cuarentena para poder diagnosticar el problema y prescribir la solución. El aislamiento compulsivo se anticipó demasiado y es insostenible en el tiempo. La gente pierde su educación, su trabajo y también perderá su salud.

Algunos piensan: “Prefiero ser un hombre libre, con alguna enfermedad temporal, que un esclavo que goza de buena salud”.

* Por Marcelo Peretta. Doctor en Farmacia y Bioquímica UBA, secretario general del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos SAFYB