40 AñOS DE DEMOCRACIA
40 años de democracia

La vida es bella

Especial de PERFIL: 40 Años de Democracia en la Argentina.
Especial de PERFIL: 40 Años de Democracia en la Argentina. | CEDOC

¿Quieren una prueba más contundente de que la democracia argentina funciona como los dioses que el hecho de que Milei sea presidente? No hay muchos países en el mundo en los que un aficionado a la celebridad que se abraza con fundamentalistas de otra religión y denuncia por demonología a la máxima autoridad de la propia, que habla con un perro celestial, arquero de Chacarita con campera de Pappo y que dice que todos los que creyeron en la palabra del gobierno y pidieron un crédito para una vivienda al ser estafados deben joderse por crédulos sea nuestro presidente los próximos cuatro años gracias a las Bases escritas por el secuestrado Alberdi.

Respecto de mentores y aliados, no hay prueba más concluyente de la vigencia de una democracia que que alguien que fracasó como presidente, salió último en las elecciones, fundió a su propio partido y que haya perdido cuatro millones de votos, de un día para el otro se haya convertido en un estadista y organice el próximo gobierno. 

¿Es una broma? ¿Abusamos de un exceso de ironía? ¿Alguien puede sugerirme cuál es el tono adecuado para dar con la tecla para escribir este artículo sobre nuestros cuarenta años de democracia? Recuerdo haber escrito una columna para los primeros treinta años de democracia en la Argentina, pero lo que no recuerdo y olvidé es lo que escribí. Pude haberlo hecho también para los veinte, no lo sé. No digo nada para el medio siglo porque no tengo garantías de estar vivo. Una pena. Quizá nos gobierne un pájaro.

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No quiero pensar en serio y evocar los tiempos en que para bajar drásticamente el gasto público el dictador Galtieri llamó a Roberto Alemann, que congeló los salarios de los empleados públicos, Ubaldini salió a la calle y la respuesta fue una gesta patriótica que unió a los argentinos. 

No, eso no, que Milei una vez puesta en marcha su motosierra al tener una megaprotesta social le declare la guerra a un Brasil bolchevique sería una locura. No es posible.

Creo que lo que más deberíamos temer es que aplique el modelo que la Unión Europea le impuso a Grecia y derrumbó a su sociedad, que aún apenas sobrevive con el turismo y sigue siendo, luego de casi 15 años de austeridad, uno de los países más pobres de Europa.

Y si me hago el pensador y adopto una visión panorámica por la que recorro largos trechos de nuestra historia, veo que en estos cuarenta años de democracia hemos tenido tres decepciones. La primera fue la decepción democrática con Alfonsín que, de haber comenzado con el discurso de Parque Norte que auguraba la modernidad ilustrada, terminó en La Tablada y la hiperinflación. La segunda fue la esperanza de ser ricos como en el Primer Mundo, que se inauguraba con el vitoreo en Davos y culminó en 2001. La última fue la del crecimiento con inclusión, que nos deja cuarenta por ciento de pobreza y cero de crecimiento.

Fin de la ilusión europea, fin de la ilusión yanqui, fin de la ilusión bolivariana.

No, mejor no, eso de ser pensador es un bajón. Se me ocurre otra variante, esa del politólogo. Experto ducho en encontrarle un pelo al huevo, nos dice que una de esas con Milei puede ocurrir lo mismo que con Perón. El general, cuando era coronel, se inspiró en Mussolini y aplicó la receta en nuestro país y, en lugar del fascismo con su marcha sobre Roma, salió con un 17 de octubre y eso que llamamos peronismo. Poco que ver con su certificado de origen. Quizá a Milei, inspirado en esa cosa llamada libertarianismo, que persigue comunistas en el tercer milenio, le sale otro producto made in Aryentina, que nadie entienda ni sepa definir otros setenta años.

Bueno, basta de historia ficción, el horno no está para bollos. Vivimos un momento muy grave. Lo mejor será adoptar un tono lúgubre y llorar, decir que es el fin del mundo, que se vienen los militares, se vuelve a penalizar el aborto y se anula la ley del divorcio. Nos casaremos con perros. La represión será sangrienta. Habrá hambre. Esto es una locura, me voy del país, que me vengan a buscar a Asunción. Vuelven los de Punta del Este. Otra vez deuda. No juega más Di María. Van a cerrar el Incaa y el Conicet. Van a demoler el Banco Central y abrir una enorme mesa de dinero. No más obra pública. No más cloacas. Que la gente cague en la vereda.

O no, basta de lamentos y de jeremiadas, mejor cambiar de partitura, declarar la guerra y decir Ajá (saben que Meghan Markle, la duquesa de Sussex, vivió en nuestro país, que habla castellano con pronunciación porteña y lo que más le gusta decir es ¡mirá vos!), entonces, traducimos, ajá, mirá vos ¡look at that!, con que el kirchnerismo ganó la batalla cultural, no me digan, la batalla ahora sigue y verán cómo terminamos con Ramón Carrillo y metemos Houssay y Favaloro, terminamos con Jauretche y metemos Benegas Lynch, terminamos con Echarri y metemos a Susana y Mirtha y Valeria, terminamos con Víctor Hugo y metemos a Jonathan, Eduardo, Luis y Pablo, terminamos con Cynthia y metemos a Viviana, terminamos con Román y se vienen los del Bingo. 

Hartos de hablar del 45, volveremos a antes del 30, de los descamisados al frac, no seremos millones, OK, puede ser, seremos pocos, y qué. ¿Con cuántos se juega al bridge?

Hay tantas preguntas por hacer y otras tantas en qué pensar. Es posible que sean respondidas de acá a la asunción del nuevo presidente. Los editores no deberían pedir una nota semanas antes del cierre y antes del 10 de diciembre. El único periodismo que vale es el simultáneo al acontecimiento y los que mejor facturan son los profetas del pasado. 

Por ejemplo, ¿qué es un ministerio de capital humano? El presidente Milei dice que lo pensó porque primero los niños deben comer antes de ir a la escuela, por lo que educación será una secretaría. Un argumento inapelable. Ahora que el PRO resucitó, ¿no habrá alguna posibilidad para un ministerio de la felicidad? Era tan lindo pensar en que pudiera haber un ministro de la felicidad como Raúl Castells o una ministra de lo agradable como Juana Viale. 

Extrañamos a Hermenegildo Sábat para que lo dibuje, o a Landrú para que lo guionice, o a Quino o a Tabaré. Estos tiempos no son los de la filosofía, son los de la caricatura, en una de esas son casi lo mismo. Hay tantas cosas por hacer y tantas cosas por cambiar. Estaba leyendo que en las primeras décadas del siglo XIX, en los EE.UU., alrededor de 1840, visitantes como Alexis de Tocqueville, Domingo Faustino Sarmiento y Charles Dickens estaban asombrados, además de que todavía existiera la esclavitud, a que se erigieran monumentos que simbolizaran el futuro. Nada de Azurduy o Roca, Colón o Tupac, sino Dylan perro o Conan perro, de bronce los dos, junto a una estatua en homenaje al Gran Paseador, personaje infaltable de nuestras calles. Que el CCK se rebautice como Lassie.

Pero basta. Estoy agotado de tanto pensar en cambios. Juntos para el cambio, la libertad avanza, ya es suficiente, creo que lo mejor es que todo se detenga, que la libertad no avance, carajo, que si estamos juntos en todo caso sea para lo mismo, y que esta democracia no cambie nunca. Estos cuarenta años fueron lo mejor de mi vida.

 

*Profesor emérito de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires.