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RECURSOS HUMANOS

Envejecimiento de la población y economía del cuidado: una demanda sin respuesta

Mientras en la Argentina se debate sobre la necesidad de un nuevo sistema previsional y el presidente Javier Milei afirma que las “amas de casa” no deberían tener una jubilación sino un plan de asistencia social, el mundo avanza en el reconocimiento de las tareas de cuidado no remuneradas. El envejecimiento de la población mundial y el acelerado ritmo que está tomando en la región plantean un nuevo desafío a la economía del cuidado, que en Argentina representa más del 16% del PBI.

tareas de cuidado
NO REMUNERADO. Las tareas de cuidado representan el 16% del PBI. El 70% lo hacen mujeres. | Shutterstock

Para 2050, una de cada cuatro personas en el mundo será mayor de 60 años. Según la OIT, la proporción de adultos mayores está aumentando a gran velocidad en América Latina, lo que genera nuevas necesidades de cuidado.

En este contexto, la llamada economía del cuidado toma especial relevancia porque, a la par de la nueva demanda, también disminuye la cantidad de personas disponibles para realizar estas tareas que, en la mayoría de los casos, son realizadas por mujeres y no remuneradas.

La OIT señala que, desde el punto de vista de la oferta de cuidados, “el aumento de la participación laboral de las mujeres y de la jefatura femenina del hogar ha generado una menor disponibilidad de tiempo para los cuidados y ha puesto en cuestión la desigual distribución del tiempo que dedican hombres y mujeres a las responsabilidades familiares”. En la región, el 30% de las familias está a cargo de una mujer.

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Por el lado de la demanda de cuidados, “la reducción de la caída de la fecundidad ha disminuido la necesidad de cuidado infantil”, pero “la demanda de cuidados por parte de los adultos mayores está aumentando. En 2002, un 20,8% de los hogares urbanos de América Latina tenían entre sus miembros al menos un adulto mayor y un 5,1% más de dos”. Se espera que esta cifra sea cercana al 24% en 2050.

En este proceso de envejecimiento poblacional, la organización distingue distintas etapas en la región: un envejecimiento incipiente, con índices relativamente altos de fecundidad y de envejecimiento inferior al 20%; un envejecimiento moderado; un envejecimiento moderadamente avanzado, categoría en la que se encuentra Argentina (con tasas de fecundidad de entre 2,5 y 1,7 hijos por mujer y un envejecimiento de 33% a 51%); y un envejecimiento avanzado, que experimentan países como Uruguay.

La OIT señala también que la dependencia de los adultos mayores “se potencia con la vulnerabilidad en la seguridad económica” y que en los países donde hay mayor acceso a pensiones y jubilaciones la incidencia de la pobreza es más reducida. Sin embargo, explica también, “en la mayoría de los países de la región el sistema de pensiones y jubilaciones cubre a menos de la mitad de la población de edad avanzada”. 

La falta de acceso a servicios de salud eficientes, el escaso acceso a la jubilación y a un mercado laboral formal que garantice a futuro esta cobertura, hace que “la mayoría de los adultos mayores no reciban protección formal y dependan principalmente de la familia para satisfacer sus necesidades”.

En una entrevista reciente el presidente Javier Milei aseguró que “las amas de casa no deberían cobrar jubilación, sino una asistencia social”, y puso el ejemplo de su familia: “Mi papá y mi mamá tienen la misma jubilación, ¿cómo puede ser? Mi mamá no trabajó y mi papá sí”, afirmó.

Sin embargo, según los últimos datos del antiguo Ministerio de Trabajo, las tareas de cuidado no remuneradas representan más del 16% del PBI, un porcentaje que se ubica por encima de otros sectores como el comercio y la industria. En este rubro, la distribución es desigual: el 70% lo aportan las mujeres, lo que redunda en una menor y peor condición de participación en la fuerza laboral. El informe señala que, por este motivo, para fines de 2022, solamente el 8,8% de las mujeres en edad jubilatoria contaba con más de 20 años de aportes.

De acuerdo con la OIT, en el caso del cuidado de adultos mayores el desbalance de género es mayor, ya que esta tarea es desempeñada casi exclusivamente por mujeres. “Entre los adultos mayores, el cuidado de la pareja es una tarea que recae generalmente en las mujeres ya que ellas son menores y tienden a morir más tarde que sus parejas. La mayor parte de las esposas que asumen el papel de cuidadora principal son también personas mayores o cercanas a la vejez. Sin embargo, ellas deben enfrentar la alta carga de trabajo que supone el cuidado de personas con dependencia, lo cual puede incluso acelerar el deterioro de su propio proceso de envejecimiento”.

Dentro de este proceso, además, “las mujeres adultas que actúan como cuidadoras principales continúan ejerciendo otros roles domésticos y reproductivos, lo que sumado a su integración al mundo laboral supone una altísima carga de trabajo. Además de generar altos niveles de stress, puede impedir su inserción laboral”.

Más allá de afectar en la inserción laboral de las mujeres –y por lo tanto en su capacidad de aportar al sistema previsional–, la dedicación a las tareas de cuidado puede representar riesgos para la salud. Según un informe del Observatorio de Salud del Grupo Fundaciones y Empresas (GDFE), “son comunes los problemas psicológicos o físicos según los diferentes impactos que provoca la recarga de cuidado de la persona mayor: son los llamados ‘enfermos silenciosos’, familiares que pueden enfermar o morir antes que la persona mayor por el desgaste y la desvinculación a su estilo de vida anterior”.

Teniendo en cuenta esta realidad, cada vez más países se plantean el desafío no solo de evaluar políticas frente al envejecimiento de la población, sino también orientadas al reconocimiento de esas tareas invisibles. Según la OMS, en países como Dinamarca, Finlandia, Suecia o Noruega existen sistemas de pagos a cuidadores que intentan compensar la posible pérdida de ingresos y en otros, como Canadá, los cuidadores pueden acceder a créditos fiscales.

Lo cierto, señala la OMS, es que para 2050, el 80% de las personas mayores vivirá en naciones de ingresos bajos y medianos, por lo que “todos los países se enfrentan a retos importantes para garantizar que sus sistemas de salud y de asistencia social estén preparados para afrontar ese cambio demográfico”.