Para quienes todavía pueden invertir, el mundo está lleno de oportunidades. Montones de islas paradisíacas, vírgenes, pobladas de animales inusuales y plantas de catálogo y, casi todas, sin vecinos ruidosos a la vista. Hay para todos los bolsillos, pero algunas se venden a precios de liquidación, casi irrisorios, y nos preguntamos porqué.
Australia, por ejemplo, arrienda por 99 años, 21 islas en la costa de Queensland, cerca de la Gran Barrera de Corales. Los extranjeros pueden comprar bienes raíces australianos con la aprobación de la Junta de Revisión de Inversiones Extranjera, un trámite que sólo demora dos meses. La mayoría de las islas son para arrendar en una concesión que levantarán nuestros hijos, pero también hay islas privadas en venta y de precios muy variables.
La Polinesia Francesa, aunque cueste imaginarlo, también está de liquidación. Por ejemplo, el atolón Motu Moute mide un acre y se vende a US$ 860.000. Es una especie de islote tan blanco que sólo mirarlo encandila y corona la mayor laguna de Polinesia, Raiatea, en el archipiélago de Barlovento. Sueñe con cocoteros al viento, arbustos subtropicales, madera de hierro y, a 500 metros, playas prístinas de ese celeste que sólo existe en Polinesia.
Una isla en Polinesia Francesa cuesta menos que un buen departamento en Puerto Madero; las hay desde US$ 450.000
Sobre la laguna de Raiatea se practica kitesurf, windsurf y otros deportes acuáticos. A Uturoa, la capital de Raiatea –con aeropuerto-, se accede en 30 minutos de navegación. Eso sí, en Motu Moute no hay agua dulce, aunque le permitirán iniciar las obras para tenerla, como hace la hotelería internacional. La vivienda que se levante tendrá que ser a prueba de huracanes.
En la costa este de Estados Unidos, Maine, es el paraíso de los inversores. Líneas dentadas, miles de ensenadas y bahías, bosques intensos y ningún requisito especial para que un extranjero invierta para adquirir su edén del Atlántico norte. Hay 16 islas en venta, entre US$ 6 millones (Finca Lejana) y otras por menos de medio millón, como Greer Island, 5 acres con bosques de abetos, rosas y frutillares.
En la costa de Maine, al noreste de Estados Unidos, innumerables islas están en venta. El frío intenso y las nevadas no son para todos
Sin embargo, si sólo tiene US$ 40.000 siga buscando porque eso es lo que se pide por algunas islas habitadas que suelen anegarse con la marea alta, algo que un buen ingeniero debería poder solucionar. Están habitadas y los propietarios están tan hartos de cargar baldes de agua que tendrán el sí fácil para conceder algún descuento.
Aunque su nombre no tiente, el Cayo del Hombre Muerto es un paraíso tropical sobre un solitario atolón de Belice, nada lejos de la zona de pesca y buceo del Mar Caribe. Se vende por US$ 290.000 y aseguran que, del lado del sotavento, hay una cala natural para anclar cuando se llega. Bueno, eso pensaba tal vez quien motivó su bautismo…Se encuentra cerca del Gran Agujero Azul de Belice, el mayor sumidero del mundo, un manchón azul de 125 metros de profundidad que fascinó a Jacques Cousteau y a otros expedicionarios marinos que, a diferencia del renombrado equipo francés, no regresaron del lugar para contarlo.
Con US$ 40.000 en la mano, podría comprarse una isla en la soñada costa de Maine; un atolón en Belice, el derrotero preferido de Jacques Cousteau, cuesta como una casa en el barrio de Palermo
Casi a precio de regalo –US$ 245.000-, podría pensarse que está Isla Negra, en Nueva Escocia, a cinco minutos en bote de los lagos Bras D’Or, en Canadá. Esta y otras islas cortan el paisaje bello y simétrico de un lago de agua salada con abundantes ostras, edén de los pioneros colonos franceses gracias al generoso regalo de la Corona.
Con el tiempo pasaron a manos de la familia MacPhee; pero de una en una se fueron vendiendo. Queda Isla Negra, cerca de la reserva Primera Nación de Eskasoni, territorio de la amigable población originaria mi’kmag -que le enseñarán danzas típicas-, el lugar en el mundo del inventor Alexander Graham Bell.
Little Rocky Island, también en Nueva Escocia, es la auténtica ganga que tentaría a cualquier inversor. Bahías, densos bosques, playas vírgenes y espacio suficiente para construir una casa en el promontorio rocoso, con vista al Atlántico. Ideal para los que quieren empezar de cero y a solas. Fue cotizada en US$ 74.000, pero los inviernos son una larga sucesión de seis meses de tormentas de nieve y, cada marea baja, convierte a la isla en una península de lodo y piedras. Se ofrecía incluso por facebook; hubo interesados, pero aún nadie la compró.
Ofertas escocesas
En los años 90, los 2 kilómetros cuadrados de la Isla Gruinard, en Escocia se devolvieron a los herederos de Tony Davies –el comprador original- a cambio de 500 libras esterlinas, el mismo monto con que ellos debieron venderla al gobierno británico.
En 1942, Gruinard fue un laboratorio británico al aire libre, para probar armas biológicas. Aquí se hicieron y pruebas de ántrax con ganado ovino. En materia investigativa fue un gran éxito, pero todas las ovejas murieron y la isla quedó deshabitada.
En 1986, el gobierno británico se propuso descontaminar la isla arrojando desde el aire 280 toneladas de bombas con formaldehído disuelto en agua de mar. Llevaron un nuevo rebaño de ovejas para que se multiplicaran y abrieron Gruinard a las visitas, como señal de que lo peor ya había pasado. Fue un éxito, porque las ovejas aún siguen pastando. Sin embargo, la gente desconfía y el turismo se hace desear: un buen momento para hacer una oferta.
Para salir corriendo con la chequera en la mano es otra oferta escocesa de Orkney Islands: tres islas al precio de un departamento en un lejano suburbio de Londres (200.000 libras). Están deshabitadas desde 1940, pero el precio incluye algunas casas y construcciones abandonadas, rodeadas por pastizales, playas de arena y costas escarpadas. Se promocionan como un “lugar de interés científico y de conservación” gracias a la nutrida población de aves costeras que sobrevuelan. Suena tentador, pero en más de tres años, no apareció un solo comprador.
Tanto en la plataforma continental como en territorios de ultramar, Gran Bretaña publica numerosas ofertas inmobiliarias. Algunas islas tienen interés científico; otras fueron erosionadas en post de intereses científicos
Algo más de presencia humana ofrecen las Islas Pitcairn, en el Océano Pacífico. Constituyen un conjunto de cinco islas preciosas que componen un territorio británico de ultramar. Sólo una de ellas está habitada. Hubo campañas gubernamentales para aumentar la población, pero su mayor pico de densidad nunca superó los 50 habitantes. Aunque dan muchas facilidades para instalarse, pocos quieren ir.
Sus vecinos más próximos están a 2.000 kilómetros de distancia, en la Isla de Pascua y la mayoría de los pitcairneses descienden de los 9 amotinados del Bounty, en 1789. Rodeados por atunes y tiburones, subsisten con los suministros que cada tres meses llegan desde Nueva Zelanda. Sólo hay un local que abre tres veces por semana o cuando quiere. Si una tormenta impidiera el arribo del barco neozelandés, los temperamentales pobladores tal vez perecerían de inanición. La mayoría de ellos son adventistas y el alcohol y los bailes están prohibidos. Hasta ahora nadie ha querido ir, aunque les regalaran una casa.
Aún así, todos los pobladores que intentaron emigrar a Tahiti, Indonesia u otras islas próximas, terminaron regresando porque no se adaptaban a la nueva vida.
Acá nomás, en Islas Malvinas
Pebble Island una estancia de cría de ovejas en las Islas Malvinas, ya está fuera del mercado. Que sí que no, la familia Dean, que había comprado este enclave privilegiado en 1869, por US$ 505 (US $9,358.76, sumando la inflación acumulada), finalmente se desprendió de esta gema austral 150 años más tarde, con las 6.000 ovejas adentro. ¡Y no pusieron un precio! Sólo deseaban que fuera algún ganadero que continuara con la tradición familiar ovina y la venta de lana –en su mayoría, rumbo al Reino Unido-. La estancia recibía turistas y contingentes que se acercaban a disfrutar de un paisaje de delfines, skúas, lobos marinos, ballenas, pingüinos Rockhopper y Magallanes, 42 especies de aves y ocho especies de vegetación autóctona. Su potencial económico y turístico es inmenso. Llegamos tarde.