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A Milei le llegó su propio “no pasa nada”

En menos de 24 horas, el Presidente pasó de la euforia por una cadena nacional formal autocelebratoria al desasosiego de observar en las pantallas noticiosas de la TV las multitudes extendidas por ciudades de todo el país en defensa de la universidad pública. No la vio venir.

Javier Milei 20240424
Javier Milei en la Fundación Libertad | NA

En menos de 24 horas, el Presidente pasó de la euforia por una cadena nacional formal autocelebratoria al desasosiego de observar en las pantallas noticiosas de la TV las multitudes extendidas por ciudades de todo el país en defensa de la universidad pública. No la vio venir.

En el origen del conflicto se puede detectar el primer gran error político de Javier Milei y su equipo: embestir a las universidades difiere de otros adversarios, a los que parte del Gobierno aún gusta de definir como “casta”, ya que la educación pública -pese a todos sus enormes problemas y complejidades- aún es un elemento de fuerte cohesión social horizontal, más allá de colores políticos y clases sociales.

Así, con las masivas marchas del martes 23, a Milei se le dificultó como nunca antes estigmatizar o desmerecer a quienes salieron a las calles. En lo que lleva de gestión, lo había logrado con mayor o menor éxito frente a las movilizaciones de la CGT y del aniversario del último golpe de Estado.

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Esta vez, en la Casa Rosada, casi se habían entusiasmado con repetir la fórmula al anunciarse y concretarse la presencia en la manifestación por las calles porteñas de Axel Kicillof, Sergio Massa, sindicalistas, camporistas, trotskistas. Alguno hasta se frotó las manos al ver un posteo tempranero de Cristina Fernández de Kirchner, en el que aún para defender la educación pública termina en su eterna auto reivindicación obsesiva. Como Milei. Y aplaudieron el desatino de los organizadores de subir al palco de Plaza de Mayo y darle la palabra a Taty Almeida (de Madres) y Adolfo Pérez Esquivel para bajar línea.

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Incluso el inefable vocero presidencial, Manuel Adorni, trató en vano bajarle el precio y la importancia a la marcha, al sostener que para el Gobierno la cuestión presupuestaria con las universidades nacionales era un tema concluido. ¿Para qué se reunirán entonces funcionarios de Educación con las autoridades de las casas de estudio la semana próxima? Tal vez sea para convencerlos de que se contenten con el 70% + 70% que les aumentaron para abrir las facultades, muy por debajo de casi el 300% de inflación anual y que apenas impacta en el 10% del total del presupuesto universitario.

Al yerro inicial, Milei lo alimentó con sus reacciones intempestivas. “Él es así”, como dijo su fiel ministra Patricia Bullrich. Vía redes, descalificó la marcha, reposteó diatribas e insultos de su ejército digital paraoficial rentado (¿para eso habrá más que duplicado los gastos reservados de la AFI?) e influencers en teoría ad honorem. 

Así, en su intensa cuenta personal, el Presidente reprodujo, por ejemplo, a la tuitera Lady Market, quien eligió quejarse de la protesta con la conclusión de que “este país está lleno de hijos de puta”. Y él mismo terminó apelando a un meme de un león bebiendo una taza de “lágrimas de zurdos”.

Cabe preguntarse al respecto qué puede esperarse del jefe de Estado ante cada contratiempo. Sobre todo porque su lógica política abraza el basamento de victoria o derrota, como volvió a exponerla ante los empresarios en el Llao Llao al recurrir a la metáfora maradoniana de que sus enemigos “la tienen adentro”. ¿Cómo podría entonces reaccionar el Presidente ante una derrota electoral?

Hay además en las “lágrimas de zurdos” mileista y en varios de sus colaboradores cercanos un intento extra a la descalificación de la marcha: instalar su propio “no pasa nada”. “Seguimos adelante”, ejemplificó una fuente oficial de peso tras los actos multitudinarios del martes.

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Rebajar a la mínima expresión cachetazos políticos o económicos figura como habitual consejo en los manuales clásicos de asesoría comunicacional. Fue muy utilizado en su momento por Marcos Peña, el entonces jefe de Gabinete de Mauricio Macri, cuya recurrencia a esa práctica negadora dio luz al “nopasanadismo” como concepto, al menos como recurso periodístico. El ex todopoderoso Peña fue desterrado de la política y da charlas y escribe libros motivacionales, sin gran repercusión.

La última obra de Peña se titula “El arte de subir (y bajar) la montaña”. Acaso le sirva de algo al Presidente. O no.