En el Jardín del Edén, donde crecían esas manzanas jugosas que fueron la perdición de Adán y Eva, ya no crece nada.
Tras tres años de sequía, malas políticas gubernamentales y calentamiento global, los pantanos de la Mesopotamia asiática en donde comenzó a escribirse la historia del Antiguo Testamento dejaron de ser ese terreno esmeralda y fértil entre el Tigris y Eufrates, ríos tan codiciados que desangraron a varias civilizaciones hasta hacerlas incluso desaparecer del mapa.
Grandes zonas de lo que alguna vez fueron los verdes pantanos de Huwaizah, en la frontera con Irán y compartidos con ese país (dos tercios sobre suelo iraquí y el resto, en la provincia iraní de Khuzestan), ahora están secos como la superficie lunar y sólo en parches cubiertos de estériles pajas amarillas.
Regado en suelo irquí por dos brazos del río Tigris (el Al-Musharrah y el Al-Kahla) y en territorio iraní, por el río Karkheh, el mayor pantano de la Mesopotamia de Asia Menor no padece sus penurias a solas.
Muy cerca de ellos, en Chibayish, un popular destino turístico en el sur de Irak, que solía ofrecer un remanso al calor abrasador de la región, también ofrece una postal penosa. Como el lago Um-el Naaj, remanso verde en una zona en donde los 46º C son habituales, ahora reducido a un charco fangoso.
El jardín del Edén
Hasta donde llegan los registros históricos, hace 5.000 años estas tierras húmedas ya estaban pobladas. En la vasta extensión de Huwaizah prosperaba Susa, una de las tres capitales del mundo antiguo, junto con Persépolis y Babilonia. Allí se hablaba la lengua elamita, sobre todo para cuestiones administrativas. Sin embargo, el persa antiguo y el arameo eran entonces lenguas coloquiales.
Mucho después, cuando el macedonio Alejandro Magno pisó estos fértiles humedales en el 329 a. C., Susa comenzó a recibir la influencia helenística y más luego, no permaneció ajena a la égida romana.
Para entonces, estas extensas marismas seguían siendo tan ricas y agradables a la vista que hay textos que narran que Alejandro Magno organizó el casamiento de 10.000 soldados griegos con igual número de doncellas "persas" en Susa.
Hoy en día, en ese laberinto que alguna vez fue acuático, coexisten varias ciudades pequeñas que pertenecen tanto a Iraq como a Irán, pero hermanadas en la vida sencilla de las marismas. Pese a que ambos países fueron enemigos íntimos, entre sus habitantes no hay fronteras que los separe.
La gente navegaba libremente de uno a otro país atravesando los ríos con las mashoof, sus canoas diminutas. Ellos mismos levantaron con cañas sus casas precarias, olvidados del estado, la luz eléctrica y el agua corriente. También ajenos al odio y el vértigo de la vida moderna; y a la educación, claro.
Aún hoy, de la cuna a la sepultura, su vida está atada a la naturaleza: en los pantanos pescan, cazan, cultivan arroz o lo poco que comerán y crían búfalos, su mayor sustento.
Por caso, Hashem Gased, un vecino de Huwaizah de apenas 35 años añejados por el sol y la vida rústica del sur de Irak. En los pantanos, recorre casi a diario 10 kilómetros de tierra calcinada en busca de algún charco de agua para sus búfalos.
El Jardín de Adán y Eva
"Los pantanos son nuestro medio de vida, aquí pescábamos y nuestro ganado pastaba y bebía", cuenta Gased a la agencia AFP, que visitó el sitio.
Gased cría búfalos, como lo hacían su padre y todos sus ancestros. Ahora, sin embargo, sólo le quedan cinco de los 30 que tenía. El resto murió o los vendieron porque ya no los podían alimentar.
"Llevamos más de dos años reclamando y nadie nos escucha", lamenta Gased. "No sabemos adónde ir", agrega.
En el pasado, los humedales padecieron varias sequías, pero luego revivieron con una buena temporada de lluvias.
Sin embargo, entre agosto de 2020 y agosto de este año, el 46% de los pantanales del sur de Irak, incluyendo Huwaizah y Chibayish, sufrieron pérdidas de agua en toda su superficie, según PAX, una organización holandesa de paz.
El mismo organismo, que elabora sus informes a partir de información satelital, apunta que otro 41% del área de humedales sufrió por el nivel reducido de agua.
La oficina de la FAO en Irak señaló que los humedales son "una de las regiones más pobres de Irak y una de las más afectadas por el cambio climático", y alertó que la zona está padeciendo "niveles históricamente bajos de agua".
En ese sentido citó el "impacto desastroso" para más de 6.000 familias que "están perdiendo sus búfalos, su único medio de vida".
El activista ambiental Ahmed Saleh Neema señaló que en los pantanales "ya no hay pescado", jabalíes silvestres o incluso una subespecie de nutria.
Donde crecían manzanas
Los pantanos de de Huwaizah son también el hogar de miles de animales y aves migratorias que lo eligen para anidar y cuidar a sus crías. Tal el caso de las ardillas salvajes, las águilas blancas, los halcones y 200 especies de aves migratorias.
Hace apenas seis años, en tardío reconocimiento a a su rica biodiversidad y a la prosapia histórica de la región de Huwaizah, los pantanales del sur de Irak fueron declarados Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Fue en el año 2016, pero ahora, el vientre de la tierra muestra sus cicatrices y poco queda en pie de ese viejo vergel.
Por donde alguna vez se abrían paso atropelladamente los caudalosos ríos y afluentes del Tigris y Eufrates, que nacen en las vecinas Turquía e Irán, ahora solo quedan lechos secos calcinados por los lengüetazos del sol.
Ex Jardín del Edén
Hace tiempo que los pantanos de Mesopotamia sufren. En 1991, el temible dictador Sadam Husein (1979-2003) ordenó drenarlos para castigar a los pobladores que habían protegido a los rebeldes refugiados en ese laberinto de humedales. Hhizo desviar el curso del río Eufrates para que el agua dulce se perdiera entre la sal del Golfo Pérsico, antes de que aliviara la sed de sus enemigos chiitas.
Ahmed Saleh Neema, quien vive en Amara y pasó de cazador a protector de los pantanos, denunció que las actuales autoridades de Irak también racionan el agua en ese territorio iraquí –localmente conocido como Al-Kahla – “haciendo una división injusta del agua y una mala administración”.
Luego de varias protestas y manifestaciones, las autoridades abrieron parcialmente las válvulas para regar cultivos, pero las cerraron de nuevo, antes de que la totalidad de los pobladores lograra abastecerse.
El lado iraní del pantano de Huwaizah, llamado Hoor al-Azim, también sufre.
El Paraíso estresado
"El humedal enfrenta un estrés hídrico y actualmente la mitad de la parte iraní se secó", informó la agencia noticiosa estatal iraní IRNA, a pesar de que en los sitios turísticos oficiales aún se muestran imágenes vendedores y desactualizadas de una zona bien regada, que ya no existe.
Hatem Hamid, jefe del centro de gestión hídrica del gobierno iraquí, dijo que "del lado iraní, el principal río que alimenta el humedal de Huwaizah ha estado cortado por más de un año".
Las autoridades iraquíes apuntan a los canales y pequeñas corrientes que han sido rehabilitadas para alimentar los pantanos, donde algunas familias se han reubicado desde áreas secas.
Pero "con temperaturas de más de 50 grados Celsius y la alta evaporación de los pantanos es imposible compensar todos los canales y las pequeñas corrientes que han sido rehabilitadas", agregó Hamid, encargado de la gestión hídrica.
"Antes cuando veníamos a los pantanos había verdor, agua, paz", recordó Ali Jawad, turista en Chibayish. "Ahora es como un desierto". Decenas de familias abandonaron la aldea, "emigraron a otras regiones buscando agua", explicó el hombre, desolado.
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