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Efemérides 2 de agosto

Cómo nació "vine, vi, vencí", la frase de Julio César que inspiró las grandes conquistas del mundo

Esas palabras describían su triunfo aplastante en la batalla de Zela, en Anatolia. La campaña le permitió regresar a Roma con Oriente reconquistada, una amante egipcia (Cleopatra) y un heredero que nunca llegaría a ser emperador romano. Su suerte ya estaba echada.

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Julio César | REDES

“Vine, ví, vencí” dijo Julio César. Pero fue en latín ("veni, vidi, vici”) y a su amigo Amintsiya, uno de los pocos romanos incondicionales que aún le quedaban, cuando le preguntó qué tal había sido la batalla de Zela, en la que el glorioso estratega, a los 52 años, había hecho añicos las ambiciones de Oriente de intentar siquiera resistir el vendaval del imperio romano

Fue en esaa Batalla de Zela, en el 47 antes de Cristo, cuando Julio César aplastó a Farnaces II, hijo natural y sucesor de Mitrídates VI, en el reino del Ponto, actual territorio de Turquía.

Con esa frase inoxidable pronunciada hace 2069 años, lo único que quería Julio César era fanfarronear, demostrar que seguía siendo un estratega, el mejor de su tiempo.

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Al Senado, que comenzaba a cuestionar su poderío, debía quedarle claro que su destreza militar seguía sin mácula. Y esa frase de tres acciones disparadas como flechas lo demostraba. 

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Cayo Julio César, el romano que recién cumplió sus sueños después de los 50.

Y ciertamente había sido una gran hazaña. Sobre todo teniendo en cuenta que Farnaces, cuyas fuerzas eran muy superiores a las romanas, había destrozado a las tropas latinas de Domicio Calvino en una batalla anterior en Armenia, Nicópolis. Tan cruenta fue que, dispuesto a todo, Farnaces había mandado a castrar a los pocos soldados romanos que habían quedado con vida en el campo de batalla.

Envalentonado, Farnaces se aprestaba a recuperar Capadocia, cuando Julio César lo sorprendió en Zela, un poco más al norte.

Aunque Julio César ya llevaba un año disfrutando de las mieles egipcias junto a Cleopatra, recibía las peores noticias de Roma y se encontraba en uno de los puntos de mayor tensión en su enfrentamiento con el conservador Pompeyo Magno.

Odios e intereses que habían desatado una guerra civil en el imperio, una enemistad que ya no salpicaba solamente las orillas del Tiber sino que se expandía por todos los suelos conquistados, incluso en los territorios romanos en Asia Menor.

Conquista de Julio César 

Así que Julio César dejó los banquetes de Cleopatra y partió de Alejandría el 7 de junio del 47 a. C. a terminar de coser la campaña asiática que comenzaba a deshilvanarse. Al avance de su tropa, lo sorprendieron las nuevas voluntades locales que se le sumaron a su paso y cuando llegó al Ponto, el César ya tenía lo que era del César, la veterana legión VI “Victrix”, que terminó siendo una leyenda.

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En estas tierras y por estos mares al este del Mediterráneo, Julio César hizo realidad su "vine, vi, vencí".

Nostálgico, Farnaces II ocupó y fortificó una de las colinas de Zela, en donde su padre Mitrídates VI había vencido a las tropas romanas de Pompeyo dos décadas antes, en el 67 a. C. Julio César estaba a 8 kilómetros, sobre otra colina. 

El general romano no esperaba que el encuentro fuera tan pronto cuando, en la noche del 31 de julio, se fue acercando en forma secreta a la posición enemiga, en el valle, para montar fortificaciones en una colina contigua. Casi de pronto, escuchó las huestes turcas desplazarse al galope por el valle y subir con carros y caballos por la colina que los romanos fortificaban para dar el golpe. 

Sin que mediaran palabras, Julio César dio la orden de largar sogas y martillos e ir a la carga con las armas. Tal vez esperando repetir el triunfo de su padre, Farnaces no midió sus desventajas cuesta arriba por la colina de sus enemigos. 

La victoria de las legiones romanas fue aplastante y en la reflexión del informe posterior, el mismo Julio César no podía creer la masacre que había presenciado, ya que un líder militar sensato jamás hubiera ordenado “montar una colina de forma desordenada exponiéndose a tanto peligro táctico”.

Un "vine, vi y vencí" en cuestión de horas

Al ver cómo el César y su VI legión avanzaban desbocados hacia ellos, las tropas turcas se dieron vuelta y retrocedieron caóticamente sobre sus pasos, cuesta abajo. 

Un exultante Julio César tomó el campamento enemigo y repartía el botín entre sus soldados. Estaba tan feliz con su victoria fácil que repartió entre los suyos los bienes que le correspondían por su rango de general. Ordenó el regreso de sus hombres a Italia y poco después él mismo hizo lo propio. 

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Julio César fue el primer romano que perdió la cabeza por Cleopatra; luego lo siguió Marco Antonio.

“Ya veo lo fácil que fue para Pompeyo ser conocido como ‘El Grande’, derrotando a estos pobres que no saben ni cómo luchar”, dijo ya en Roma, hasta donde lo había seguido Cleopatra, cargando al hijo que habían engendrado, Cesarion, el futuro Ptolomeo XV, rey de Egipto, al que la Reina del Nilo imaginó alguna vez en vano ver en el trono de Roma, el día en que asesinaron a Julio César, el 14 de marzo del 44 a. C.

Vine, vi, vencí

“Vine, vi, vencí”, así de simple resumió Julio César su triunfo bélico contra Oriente que, en rigor de verdad le resultó mucho más fácil de lo que había pensado, un trámite liquidado en cinco días por la excesiva autoconfianza de sus enemigos. Julio César dijo esas palabras en el distrito Zile de Tokat, ubicado en la región norte de Anatolia.

Parece que la autoestima no es sólo un rasgo de la personalidad de Farnaces sino uno de los rasgos característicos de la región. Los hatianos, una de las civilizaciones más antiguas de Anatolia, bautizaron a su tierra con el nombre de su diosa madre Anat, llamándola Anatolia. El historiador Herodoto y el poeta Homero hablaron de Anatolia como Asia Menor. 

De hecho, en griego antiguo, el término Anatolia se emparenta con otro que significa “amanecer”, es decir el Este del Egeo, el país del amanecer. 

Conquista de Julio César en Turquía

Para algunos estudiosos, el investigador Neslihan Değirmencioğlu, por ejemplo, Antaolia es Göbeklitepe, el "punto cero de la historia", el área de reunión más antiguo de la historia conocida del mundo y la humanidad, un misterio sobre el cual aún no está todo dicho, pero que en todo caso se ubicaría en estas tierras que hoy pertenecen a Turquía.

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Después de la Batalla de Zela, César volvió a Roma; Cleopatra lo siguió.

Separada de Europa por los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos, los 755,688 kilómetros cuadrados de Anatolia también fueron la patria de los filósofos Tales de Mileto y Diógenes; de un pionero de la medicina como Galeno; del primer geógrafo, Strabon; del mismísimo bardo Homero y de Hipodamo, otro griego que fue el creador del trazado urbanístico en retícula.

Anatolia, por otra parte, es la tierra donde prosperaron las culturas que dieron origen al Gilgamesh, el primer relato épico de la historia literaria.

Parece que en Anatolia también se inventó el ábaco y el primer calendario lunar, sin mencionar que los matemáticos de esas primeras civilizaciones que poblaron Anatolia fueron los que definieron lo más parecido a lo que hoy denominamos número Pi.

Sin quitarle al César lo que es del César, su triunfo fue tan arrollador como fácil y solo permaneció en Anatolia cinco días, muy poquito para venir, ver y vencer como dios manda.

Muy lejos habían quedado los días del 68 antes de Cristo, cuando Julio César quaestor de la Hispania Ulterior, visitaba el Templo de Melkart, actual Castillo de Sancti Petri, frente a las costas de San Fernando y Chiclana de la Frontera, en Cádiz.

Delante de una estatua de Alejandro Magno, Julio César había llorado desconsoladamente. Tenía por entonces 32 años, la misma edad en la que había muerto el discípulo de Aristóteles, pero el macedonio ya había conquistado el mundo y para él, aún estaba en pañales. Sin embargo, la suerte de Julio César también ya estaba echada.