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L'Osservatore romano

El papa Francisco pide "Por una mayor solidaridad entre países"

En la edición de esta semana del periódico vaticano, el sumo ponrífice hace un llamamiento a la unión y la solidaridad de los pueblos del mundo ante el coronavirus

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ROMANO | CEDOC

Desde su portada, con un llamado del papa Francisco “Por una mayor solidaridad entre países”, este nuevo ejemplar del L ‘Osservatore Romano en español, nos conduce al anhelo del papa Jorge Bergoglio en estos tiempos de pandemia. En el interior del periódico oficial vaticano, se transcribe en forma completa y oficial el texto de una carta enviada por el Pontífice a la XXVII Cumbre Iberoamericana, el 21 de abril.

En la carta, Francisco expresó que: “Es digna de elogio la ardua labor de los médicos, enfermeros, personal sanitario, capellanes y voluntarios, que, en esos difíciles momentos, además de tratar a los enfermos, con riesgo de sus vidas, han sido para ellos el familiar y el amigo que les faltaba. Al reconocer los esfuerzos en la búsqueda de una vacuna efectiva para el COVID-19 en tan breve tiempo, deseo reiterar que la inmunización extensiva debería ser considerada como un “bien común universal”, noción que requiere acciones concretas que inspiren todo el proceso de investigación, producción y distribución de las vacunas. En este ámbito, son particularmente bienvenidas las iniciativas que buscan crear nuevas formas de solidaridad a nivel internacional, con mecanismos dirigidos a garantizar una distribución equitativa de las vacunas, no basada en criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, especialmente de los más vulnerables y necesitados”.

En la misma carta, el papa Francisco le dedicó un párrafo a la problemática de la deuda de los países miembros. “Particular consideración se debe otorgar a la necesidad de reformar la «arquitectura» internacional de la deuda, como parte integrante de nuestra respuesta común a la pandemia, pues la renegociación de la carga de deuda de los países más necesitados es un gesto que ayudará a los pueblos a desarrollarse, a tener acceso a las vacunas, a la salud, a la educación y al empleo. Tal gesto debe ir acompañado por la puesta en práctica de sólidas políticas económicas y por una buena administración que llegue a los más pobres”. 

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Otro mensaje trascendente para estos tiempos es el que el Santo Padre envió a los participantes de la conferencia internacional “Una política arraigada en el pueblo”. La misma que se llevó a cabo en Londres, fue organizada por el Centro para la Teología y la Comunidad sobre los temas del libro “Soñemos juntos. El camino aun futuro mejor”.

A través de un video mensaje, que se transcribe en forma completa en esta edición, el papa Bergoglio les expresó que: “La pobreza y la exclusión del mercado de trabajo que resultan de esta pandemia que estamos viviendo han hecho mucho más urgente y necesaria la obra y el testimonio de ustedes. Uno de los objetivos de vuestra reunión es mostrar que la verdadera respuesta al auge del populismo no es precisamente más individualismo sino lo contrario: una política de fraternidad, arraigada en la vida del pueblo.

En su reciente libro, el Reverendo Angus Ritchie describe esta política que ustedes hacen como “populismo inclusivo”; a mí me gusta usar “popularismo” para expresar la misma idea. Pero lo que importa no es el nombre sino la visión, que es la misma: se trata de encontrar mecanismos para garantizar a todas las personas una vida digna de llamarse humana, una vida que sea capaz de cultivar la virtud y forjar nuevos vínculos. En Soñemos Juntos, a esta política la llamó “la política con mayúscula”, la política como servicio, que abre nuevos caminos para que el pueblo se organice y se exprese. Es una política no sólo para el pueblo sino con el pueblo, arraigada en sus comunidades, y en sus valores. En cambio, los populismos más bien siguen como inspiración, consciente o inconsciente, otro lema: “Todo para el pueblo, nada con el pueblo”, paternalismo político.

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De ahí que el pueblo en la visión populista no es protagonista de su destino, sino que termina siendo deudor de una ideología. Cuando el pueblo está descartado, se le priva no sólo del bienestar material sino de la dignidad del actuar, de ser protagonista de su historia, de su destino, de expresarse con sus valores y su cultura, de su creatividad, de su fecundidad. Por eso, para la Iglesia es imposible separar la promoción de la justicia social del reconocimiento de los valores y la cultura del pueblo, incluyendo los valores espirituales que son fuente de su sentido de dignidad. 

Si la Iglesia se desentiende de los pobres deja de ser la Iglesia de Jesús y revive las viejas tentaciones de convertirse en una élite intelectual o moral, una nueva forma de pelagianismo, o de vida esenia. Del mismo modo, una política que se desentiende de los pobres nunca podrá promover el bien común. Una política que se desentiende de las periferias nunca sabrá entender el centro y confundirá el futuro con un proyectarse a través de un espejo. Una manera de desentenderse de los pobres es despreciar su cultura, sus valores espirituales, sus valores religiosos, sea descartándolos o explotandolos para fines de poder. El desprecio a la cultura popular es el comienzo del abuso de poder.

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Como es habitual, este ejemplar semanal en lengua española del periódico oficial de la Santa Sede, se transcriben diversos mensajes, discursos y homilías del papa Francisco. Especialmente los correspondientes al Ángelus dominical, en donde el Santo Padre, preocupado por las continuas violaciones de los alto el fuego y por el incremento de las actividades militares en algunas áreas de Ucrania oriental, el Papa Francisco lanzó un nuevo llamamiento al finalizar el Regina Coeli del domingo 18 de abril, pidiendo el cese de las tensiones en la región a través de «gestos capaces de promover la confianza mutua y fomentar la reconciliación y la paz, tan necesarias y tan deseadas».

De nuevo asomado a la ventana del Estudio privado del Estudio privado del Palacio apostólico vaticano, con un grupo de fieles reunidos en la plaza de San Pedro respetando las medidas de seguridad impuestas por la pandemia, el Papa dedicó la reflexión introductoria al episodio de los discípulos de Emaús narrado por el Evangelio de la liturgia del Tercer domingo de Pascua. En su otra homilía semanal tradicional se encuentra la catequesis correspondiente a la Audiencia General de los miércoles. Allí, el Santo Padre, expresó que «La oración vocal es la oración de los sencillos, la que nos ha enseñado Jesús» con el Padre nuestro. La audiencia general, que tuvo lugar una vez más sin la presencia de fieles en la Biblioteca privada del Palacio apostólico vaticano, cumpliendo las medidas de seguridad para contener la pandemia. 

CP