Luego de seis semanas de rebelión popular y represión, los bielorrusos no abandonaron las protestas en las calles. Este jueves el Parlamento Europeo les dio la razón: ordenó nuevas elecciones presidenciales y acusó al presidente de Bielorrusia de fraude electoral.
Rodeada -en el sentido de las agujas del reloj- por Polonia, Lituania, Letonia, Rusia y Ucrania, Bielorrusia es un país sin costa, pero con muchos ríos, infinidad de lagos, y diez millones de habitantes con una entereza a prueba de balas.
Desde las elecciones presidenciales del 9 de agosto, los ciudadanos llevan seis semanas protestando contra su presidente, Alexander Lukashenko, enamorado del poder desde 1994. Las fuerzas policiales reprimen brutalmente a los cientos de miles de manifestantes y cada encuentro termina a golpes de cachiporra, sangre y detenciones. “Un amigo salió de su edificio para ver qué estaba pasando y cuando regresó a su casa, lo arrestaron", cuenta un manifestante.
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"Lo golpearon brutalmente y hasta le cortaron el pelo, porque les parecía que lo tenía muy largo. Lo tuvieron de pie junto a otros detenidos, con los brazos en alto. Si los dejaban caer, los golpeaban con una porra”, relata uno de quienes marchan por Minsk.
Bielorrusia se desprendió de la Unión Soviética en 1991. El presidente Lukashenko, que también es Licenciado en Historia, se encontró esta semana con Vladimir Putin. Se abrazaron, se retrataron, estrecharon sus manos y quedó claro que en el único país del mundo, fuera de Rusia, en donde todavía la KGB tiene edificio propio, el poder político hace lo quiere sin escuchar a los ciudadanos. Los bielorrusos no quieren volver a ser un país comunista. Por eso salen para hacerse oír, una y otra vez, en la Plaza de la Independencia, en Mink.
Tal es el caso de Erik, que cuenta a la agencia DW: “Cuando hay tanta gente en la calle te sientes seguro, estás rodeado de cien mil personas. Incluso los camiones blindados de la policía no te intimidan. El gobierno intenta desmoralizarnos, pero somos más fuertes. Serán derrotados por las masas. Es el goteo constante el que erosiona la piedra”. Erik era músico de la Orquesta Nacional e, igual que sus compañeros, presentó su renuncia al Ministro de Cultura. “Sentía que no podía trabajar para el gobierno en una situación así, de abuso del poder”, explica.
Y con el correr de los días, él y sus colegas descubrieron que también había otra manera de protestar: cantando en el Mercado Municipal de Minsk. Y la reacción fue inmediata: todo el público y los compradores también se pusieron a cantar y se sumaron al reclamo.
Exiliada en Lituania, la ex candidata a la presidencia y líder de la oposición, Svetlana Tijanóvskaya, exigió a las fuerzas del orden “ponerse del lado del pueblo”.
Y Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich, la periodista y escritora que en 2015 ganó el Premio Nobel de Literatura, que ya regresó a su país, declaró “creo que quien realmente ganó los comicios fue Tijanóvskaya”.
Hoy, el Parlamento Europeo le dio la razón. Reconoció al Consejo de Coordinación de la oposición bielorrusa (CC) como representante legítimo de ese país, pidió nuevas elecciones, anuló los resultados de los comicios del 9 de agosto y solicitó a la Unión Europea una sanción contra el presidente Alexandr Lukashenko, acusado de fraude.
CP