Miles de manifestantes se congregaron de nuevo ayer en Bielorrusia para protestar contra la reelección del presidente Alexandre Lukashenko, quien se entrevistó por teléfono con Vladimir Putin para tratar lo que a su entender es una “agresión” contra su país y “toda la región”.
Miles de personas se reunieron cerca de la estación de metro de Pushkinskaya, al oeste de la capital Minsk, para rendir homenaje a un hombre que murió cerca de esta zona durante una protesta el lunes pasado.
Los manifestantes dejaban ramos de flores, decorados con lazos rojiblancos (colores de la oposición), en un memorial improvisado y también mostraron fotos de los manifestantes torturados durante sus arrestos. Otras 700 personas se reunieron en silencio con la familia del fallecido en torno a su ataúd, expuesto en otro barrio de Minsk.
La principal candidata de la oposición, Svetlana Tijanóvskaya, refugiada desde hace cuatro días en Lituania, había llamado a realizar marchas pacíficas el sábado y domingo en todo el país.
Llamada a Putin. Por su parte, el presidente Lukashenko mantuvo una conversación telefónica sobre los acontecimientos con el presidente ruso Vladimir Putin, que tras la charla se dijo “confiado” en una solución rápida de los “problemas” en Bielorrusia, según un comunicado de la presidencia rusa.
Ambos dirigentes acordaron “reforzar” la Unión entre Rusia y Bielorrusia, una alianza entre ambos países.
Lukashenko también se opuso a una mediación extranjera, una propuesta hecha por Polonia y dos países bálticos. Según Lukashenko, su país se enfrenta a una “revolución de color” -nombre dado a varios levantamientos en la ex URSS en los últimos 20 años- con “elementos de interferencia exterior”.
Muchos Estados occidentales condenaron la violencia y denunciaron fraude. Estados Unidos y Polonia pidieron a Minsk que dialogue con la sociedad civil, mientras la UE acordó sancionar a los responsables bielorrusos vinculados con la represión y al fraude electoral.
Estas sanciones se producen en un contexto en el que la movilización se ha extendido en Bielorrusia: se multiplican las cadenas humanas de protesta contra la violencia y los fraudes, a la vez que los trabajadores de las fábricas realizan acciones de solidaridad y huelgas.
A diferencia de las manifestaciones al inicio de la semana, violentamente reprimidas, las acciones del jueves y el viernes se desarrollaron sin enfrentamientos ni detenciones masivas.
Las autoridades, que parecen dar señales de retroceder, anunciaron la liberación de más de 2.000 de las 6.700 personas detenidas en las manifestaciones.
Lukashenko incluso llamó a una “cierta contención” hacia los manifestantes, a los que anteriormente calificó de “borregos” a quienes era necesario “volver a poner el cerebro en su sitio”.
Acusando al régimen de “masacre”, Tijanóvskaya, que reivindica su victoria el 9 de agosto, anunció por su parte la creación de un comité para organizar el traspaso del poder y llamó a un diálogo con las autoridades.
Torturas. Desde el domingo, Bielorrusia es escenario de protestas de un alcance inédito contra la reelección de Lukashenko, en el poder desde hace 26 años en esta ex república soviética.
Su victoria -oficialmente, con el 80% de los votos- fue vista como fraudulenta y una inmensa movilización en apoyo a su rival Tijanóvskaya agitó Bielorrusia antes de las elecciones.
Tijanóvskaya, que oficialmente obtuvo el 10% de los sufragios, denunció fraudes masivos.
Las cuatro primeras manifestaciones fueron sofocadas por la policía antidisturbios, lo que provocó al menos dos muertos y 150 heridos, que se encuentran en el hospital desde el viernes.