La muerte de Miguel Etecholatz revivió una frase de su hija Mariana Dopazo que quedó latente en la historia argentina: “Nos encerrábamos a rezar en el armario con mi hermano para pedir que se muriera en el viaje”. Así, la mujer comenzó a narrar la historia de cómo logró negar los lazos que la unían al genocida y cómo pudo superar ser la hija biológica de un represor.
Durante una entrevista de hace un tiempo a Canal Encuentro, Dopazo se autodefinió como “exhija” de un represor. “La potencia política de las exhijas y exhijos de genocidas tiene esta característica: el repudio más íntimo, el último cobijo que no tienen y se inscriben en la línea de memoria y fundamentalmente de justicia”, explicó.
El cambio de apellido
Dopazo cambió su apellido en 2016 y logró negar sus raíces paternas, para aferrarse a los “lindos” momentos que vivió con su familia materna, que le permitieron recordar que “antes había habitado algo bueno”.
“Fue la plataforma que me posibilitó que no de un salto al vacío, que pueda desafiliarme del horror”, narró mientras recordaba a sus abuelos.
Sin embargo, su rechazo total a su padre terminó de hacerse efectivo cuando se hizo presente en la marcha contra el fallo de la Corte Suprema sobre el 2x1 que favorecía al represor Luis Muiña. Por esto mismo, recordó: “La intención de beneficiar a los genocidas con el 2x1 me angustió y me impulsó a marchar por primera vez. Sentí que la Justicia había dejado de ser justa en materia de crímenes de lesa humanidad y empezaba a desampararnos”.
El recuerdo que tenía de su padre
Durante la entrevista, Mariana narró cómo fue su infancia viviendo con un genocida en su casa. “Se iba a comer sólo a su cama. No había una mesa familiar. Y ahí tenía que reinar el silencio. Era nadie más que él. No estaba permitida la palabra. Él no podía escuchar ni un ruido porque lo aturdía”, recordó.
Dopaza reflexionó que lo que lo aturdía “era porque él había habitado y producido los gritos de horror”. Así, aclaró que la relación padre e hija nunca existió y definió a la imagen de su padre como una “potencia cruel que tenía la efectividad de amedrentar al otro”.
“Lo desobedecía, sí, tanto como era posible. Y a ese ritmo, se repetían sus golpes. Era cruel, castigaba muy fuerte y después se preocupaba. 'Mirá lo que me hacés hacerte', decía. Cuando oía sus pasos, sentía el perfume del terror”, relató.
Mariana contó que una de las últimas veces que vio a su padre fue cuando tenía 15 años y él la llevó al cine a ver la película “La Historia oficial” que retrataba los atroces actos cometidos en la dictadura militar.
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De esta manera, concluyó: “Fue muy difícil. Me llevó a ver y me mostró el horror y la perversión de lo que hizo. Se retiró en silencio. Ese silencio es tremendo y lo marca a él como sujeto en todos los ámbitos. Fue una de las últimas veces que lo vi”.
RdC / ED