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Misterios existenciales

Ocho minutos que pueden evitar la muerte

Investigadores del Hospital Pitié –Salpêtrière demostraron que la muerte es siempre un proceso paulatino que puede revertirse en ciertas condiciones; para empezar, con inmediata resucitación cardiopulmonar. Galería de fotos

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CEREBROS | CEDOC

La frontera entre la vida y la muerte es una de las áreas médicas sobre la que más se ha escrito y, sin embargo, sobre la que menos se sabe. Luego de la “resurrección de un ahorcado en 1650 y la electrificación de cadáveres conducida por Luigi Galvani y su sobrino Giovanni Aldini, el umbral que separa la vida de la muerte no ha dejado de correrse y agitarse como una puerta vaivén. Gran cantidad de fisiologistas del pasado trazaron huellas que hoy retoman las investigaciones modernas. 
Por caso, la de Stephen Charpier, un profesor de neurociencias y director de investigación en cerebro y médula espinal en la Universidad Pierre y Marie Curie que acaba de publicar un libro que sorprende ya desde el título, aunque todas sus aseveraciones hayan salido de un laboratorio médico: “La ciencia de la Resurección”.
“La muerte no se puede definir, sólo puedo explicar qué sucede entre el estado de vida y el estado de muerte, cuando todas las funciones fisiológicas se apagan. Durante mucho tiempo –y aún hoy- se considera que esos dos estados son distantes y están separados por una transición abrupta. La verdad es que no hay nada de eso”, se explaya Charpier en un reportaje concedido a RFI, en Francia. 


El pasaje del estado de vida al de muerte es progresivo, sobre todo desde el punto de vista neurofisiológico. 


“Esta transición se produce durante algunos minutos, puede ser reversible –lo demostramos en nuestro laboratorio-;  no siempre, pero sí en algunos condiciones”, aclara Charpier Premio Valérie Chamaillard, por sus “originales descubrimientos en la epilepsia infantil”.
El investigador que, en principio, discutió con su sello editorial por el empleo de la palabra “resurrección” en la portada de su flamante obra, subraya una y otra vez el término “transición”. 

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“El proceso de transición hacia la muerte puede ser reversible en ciertas condiciones –no en todas-. Este proceso desencadena una actividad cerebral específica".


La vida y la muerte no están separadas por un acontecimiento instantáneo, súbito sino por un proceso, que es un mundo en sí.
Profesor de Neurociencias en la Universidad de Sorbonne en París Charpier y equipo estudian cómo es el pasaje de la vida a la muerte en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Pitié –Salpêtrière. Allí coordina un programa de investigación que apunta a determinar “las propiedades funcionales persistentes en las neuronas y redes corticales durante el coma extremo asociado con una abolición completa de la actividad eléctrica cerebral”, reza su CV.
“Por definición, la muerte es un estado irreversible; cuando una persona muere no puede volver a estar viva”. El investigador hace hincapié en que en las experiencias de muerte inminente (EMI) hay una palabra clave: “inminente”. Es decir, en esos casos no ‘se espera’ la muerte y por tanto no se puede revenir de donde nunca se estuvo. Incluso en la EMI sólo se está ‘cerca de’  la muerte
Aunque polémico, el término “resurrección” subraya un nuevo paradigma médico e intelectual porque la ciencia tiene mucho para decir sobre ese mecanismo físico. No tiene nada que ver con luces al final del túnel o, por el contrario, con las luces que se apagan.
“La actividad cerebral fluctúa y refleja la conciencia, pero durante el pasaje hacia la muerte, un electroencefalograma mostrará que la actividad neuronal se vuelve plana. La sinapsis se detiene, las neuronas dejan de conectarse entre sí; es una imagen congelada. Es un estado isoeléctrico que podría conducir a la muerte, pero si yo espero un poco y si el ritmo cardíaco no se detuvo largo tiempo, veo aparecer una onda, la onda de la muerte”, revela. 
“Las neuronas que perdieron su potencial eléctrico normal van a modificar, más o menos colectivamente, su potencial eléctrico y generan otra corriente eléctrica”. 
“Luego de la reanimación aparece otra onda más pequeña, parecida a la anterior,  que indica que la neurona que perdió su potencial eléctrico habitual comienza a recuperarlo. Es la onda de la reanimación. Y progresivamente, en el cortex cerebral vuelven a verse las líneas que indican la actividad consciente. Si por el contrario, el cerebro no recibe oxígeno, esta segunda onda no aparecerá”, continúa el PhD egresado Instituto Pasteur de Paris.
Cuando el oxígeno no llega al cerebro, la medicina habla de hipoxia (falta parcial de oxígeno) o de anoxia (falta total) y, en función de cuánto tiempo dejó de recibir oxígeno, de muerte cerebral. Hay muchas causas de muerte cerebral, pero las más frecuentes son un paro cardíorrespiratorio, un infarto de miocardio, un aneurisma, un shock, una embolia pulmonar o una infección respiratoria asociada a la neumonía o la epilepsia prolongada.  


Reemplazar  la onda de la muerte por la onda de la reanimación sólo es posible por la atención inmediata del paciente que sufrió alguno de estos episodios. 


En el laboratorio hospitalario, Charpier  constató que pacientes que estuvieron al borde de la muerte, "regresaron" indemnes al mundo de los vivos luego de nueve horas de reanimación cardíaca, o luego de que su cerebro haya salido de su cráneo sin perder actividad, o incluso tratando a pacientes que “regresan” luego de una experiencia de muerte inminente (EMI). 
No se precisa ser médico para brindar reanimación cardiopulmonar (RCP) a un paciente. Practicarla en forma inmediata permite que el flujo de sangre oxigenada llegue al cerebro y otros órganos vitales hasta que llegue ayuda médica idónea y el paciente reciba un tratamiento médico más específico.
Según Mayo Clinic, “cuando el corazón se detiene, la falta de sangre oxigenada puede causar daño cerebral en solo unos minutos. Sin ella, una persona puede morir en 8 o 10 minutos”.