Faltaban pocas horas para que asumiera, cuando Daniel Scioli llamó a Alberto Fernández y le dijo que no se preocupe, que podía seguir con su puesto en la embajada de Brasil (del cuál ya se había despedido), y que le diera el cargo a “Sergio”. La conversación tuvo que ver con que Sergio Massa le pedía al Presidente un cargo en el ministerio de Desarrollo Productivo. No se trataba de cualquier lugar, sino de un puesto clave en la autorización de importaciones que hoy están en la mira de la vicepresidenta. Alberto Fernández le insistió que lo necesitaba en la cartera y finalmente asumió.
La discusión dentro del Frente de Todos ya no sólo tiene como protagonistas a Alberto Fernández y Cristina Kirchner, sino que los cruces se extienden entre distintos dirigentes a los que les es cada vez más difícil mostrar que es posible una convivencia con crisis y dejan al descubierto disputas internas que alejan el pedido de recomposición del diálogo entre los principales socios de la alianza de gobierno.
“¿Qué es lo que quiere?”, preguntó Daniel Scioli en esa conversación en la que se mostró dispuesto a volver a Brasil. “Está molesto porque puse un presidenciable en el gabinete, pero yo te necesito”, contestó Fernández. Después de asumir, fue el ex gobernador bonaerense quien volvió a escribirle a Sergio Massa. El líder del Frente Renovador le aseguró que no había nada personal, pero que su debate tenía que ver con el funcionamiento del gobierno y un cambio en las estructuras. La conversación sirvió para prometerse mutuamente trabajar en conjunto, aunque ninguno de los dos dirigentes lo ve posible: el año próximo se cumplirán diez años de su distanciamiento.
CFK aceptó reunirse a principio de la semana con el economista Carlos Melconian
Scioli llegó al gabinete para hacer lo que sabe hacer: hablar con todos aún en el momento de mayor crisis. El ex gobernador bonaerense habla todos los días con el Presidente pero también responde el teléfono cada vez que Cristina Kirchner lo solicita. La vicepresidenta que denunció un “festival de importaciones” ahora tiene una terminal en un ministerio del que demuestra conocer todos los detalles. Al mismo tiempo, dialoga con Martín Guzmán y está dispuesto a acompañar su gestión, aunque sea el funcionario más cuestionado por la ex jefa de Estado y Massa.
Mientras da pelea interna, Cristina abre otros canales de diálogo. A principio de esta semana se reunió con los integrantes de la Fundación Mediterránea, Carlos Melconian y Pía Astori. Fueron ellos quienes solicitaron la reunión y la vicepresidenta aceptó. “Fue una reunión reservada como tantas otras que mantiene a diario”, dijeron desde su entorno. La vicepresidenta no suele difundir los distintos encuentros, salvo que quiera hacerlos públicos y, en ese caso, siempre hay foto.
“No se juntó con el macrismo, es de la Fundación Mediterránea, respetemos las identidades”, ironizaron desde el Senado sobre el vínculo de Melconian con el ex Presidente.
Nuevos cruces. Esta semana, la voz de la vicepresidenta llegó más allá de los “funcionarios que no funcionan” al cuestionar la cantidad de planes sociales y poner en debate el manejo de los planes que hacen las organizaciones sociales. Lo que se vio esta semana, es algo que el Presidente le había permitido hacer a Martín Guzmán. “Si Cristina se equivoca y tenes que salir a defender los números de la gestión, hacelo”, le había dicho al ministro de Economía. Esta vez, los líderes del Movimiento Evita, Emilio Pérsico y Fernando “Chino” Navarro, no se quedaron callados. “Cristina hace mucho que no va a un barrio”, lanzó este último, quien también está a cargo de Secretario de Relaciones Parlamentarias.
Esta respuesta no cayó bien en el primer piso del Senado. “Cristina no fue agresiva ni personalizó la discusión como sí lo hicieron ellos. Lo que hizo fue abrir un debate que tiene que ver con hacer un reparto de planes más eficiente”, evalúan desde la intimidad de la vicepresidenta. Ponen de ejemplo el modelo del Asignación Universal por Hijo y hasta aseguran que ni siquiera tiene que ver con darle el control de los planes a los propios.
“La Cámpora no da ni altas ni bajas porque no tiene organizaciones que lo hagan, solo los intendentes de nuestro sector tienen los mismos planes que el resto de los intendentes, pero si pasa a un sistema como la AUH ni siquiera los van a controlar ellos. No estamos peleando por quedárnoslo, si gana la oposición, quedarán en manos de la oposición”, dicen.
En 2019, el Presidente decidió sumar a dirigentes de algunos de estos movimientos al gobierno, algo que el kirchnerismo siempre miró de reojo. Este sector no se olvida de que durante el gobierno de Mauricio Macri, muchos se paseaban por los despachos oficiales. Esa mirada de desconfianza se agudizó cuando se convirtieron en los principales defensores de Alberto Fernández y le entregaron su militancia para que lance su reelección. Todo empeoró cuando el Movimiento Evita comenzó a mostrar candidatos propios en un territorio intocable para el kirchnerismo como lo es la provincia de Buenos Aires. Esta discusión se resolverá recién el próximo año, cuando se disputen las listas distritales y legislativas.
Otra disputa que quedó al descubierto esta semana es entre sectores que hasta ahora no se habían enfrentado. El massismo y el kirchnerismo. La protesta de transportistas provocó un ida y vuelta entre distintos funcionarios que aseguran no ser responsables de la crisis. El ministro de Transporte, Alexis Guerrera se desligó del problema y pidió que miren a la secretaría de Energía, comandada por el kirchnerismo y a cargo de Darío Martínez. Después de un corte total de la autopista Buenos Aires La Plata, ambos funcionarios se habían comprometido a recibir a los manifestantes que reclamaban por la falta de gasoil. La reunión sería en el ministerio de Transporte aunque Guerrera sostenía que su cartera no tenía por qué hacerse cargo del reclamo. Finalmente Martínez decidió no asistir a la cita y Guerrera copió el gesto. Se señalan uno al otro cuando se les pregunta sobre quién tenía la responsabilidad.
En 2019, cuando aún no se había sellado el acuerdo para formar el Frente de Todos, el diputado José Luis Gioja lanzó una frase que ahora todos vuelven a repetir: “Unidad hasta que duela”. Los cruces se intensifican y la convivencia parece tener límites, pero hasta los más críticos dentro del oficialismo aseguran que llegarán a la elección dentro del mismo espacio.
Aún queda un año y medio, pero hasta el propio Massa que esta semana dejó que sus dirigentes hagan trascender que podían romper, sabe que no lo hará. No hay más margen para nuevos movimientos.