La autopsia a la infortunada Débora Pérez Volpin concluyó que el tubo del endoscopio perforó completamente las paredes de tejido de su esófago, convirtiéndose en una vía letal de aire hacia su tórax, provocando enseguida un enfisema de tal magnitud, que los forenses se srprendieron al detectar aire hasta en el cerebro de la periodista, circunstancia tan infrecuente que algunas voces autorizadas consideraban digna de citarse en revistas de medicina por su singularidad.
Ese efecto dominó duró muy pocos minuto. El médico Diego Bialolenkier (36), especialista en gastroenterología en el Sanatorio La Trinidad, introdujo el tubo del endoscopio iniciando un procedimiento que parecía de rutina. No hubo filmación de la práctica, un dato curioso, incluso se dijo inicialmente que la parte inicial de la endoscopia había sido "sin inconvenientes" y más tarde, ya con La Trinidad en el medio del caso, se rectificó ese dato a que "el avance del endoscopio encontró dificultades", lo cierto es que al margen de como haya avanzado, ese tubo del endoscopio provocó una perforación del esófago que los forenses consideraron "lesión en agudo", es decir producida en ese acto y en ese momento, sin señas de escoriaciones o daños preexistentes.
La perforación, de alrededor de 3 milímetros, atravesó las cuatro capas de tejido del esófago (mucosa, submucosa, muscular y adventicia), abriendo una vía de pasaje de aire al tórax de Débora, lo que en pocos segundos generó un neumótorax. Fue entonces cuando la anestesista Nélida Inés Puente detectó que algo andaba mal, porque la saturación de oxígeno de Pérez Volpin bajaba en forma alarmante.
Puente avisó de inmediato a Bialolenkier y este retiró también de inmediato el endoscopio, mientras llamaban de urgencia al equipo de terapia intensiva, un sector ubicado no muy lejos del lugar donde se realizaba el estudio. Desde el área de urgencias llegaron una cardiologa y dos terapistas, que pasaron a trabajar en los intentos de reanimación, infructosos.
Con esos datos a la vista, algunos se preguntan por qué los médicos que estaban en esos momentos finales de Débora no atinaron a una desesperada traqueotomía, la apertura de una vía en la tráquea para ver si por allí se podía sacar algo del aire que, literalmente, "inflaba" el cuerpo de la infortunada periodista. Con un enfisema de esa magnitud, fue imposible una intubación, por los organos comprimidos en forma brutal, y al neumotórax siguió el paro cardíaco, porque el corazón también estaba aplastado por la presión que ejercía el aire en el tórax. Las lesiones en el estómago, en tanto, se consideraron como derivadas de los fallidos esfuerzos de reanimación, sin relación directa con la tarea de endoscopia.
El tema del aire insuflado por el endoscopista Bialolenkier será otra tema crucial a develar en el proceso judicial, porque el hecho de que los forenses hayan detectado que el aire había llegado incluso al cerebro, revelaría la posibilidad de que se haya utilizado una presión excesiva. Eso motivó que el neumótorax fuera casi inmediato y que la consecuencia del paro cardíaco resultara también tan rápida como inexorable.
Todo ese cuadro oficializado por la autopsia ya está en manos del juez Carlos Bruinard, nuevo subrogante del Juzgado en lo Criminal y Correccional número 57, luego de la renuncia del juez Gabriel Ghirlanda presentada en los últimos días ante el Consejo de la Magistratura. El resultado de la pericia realizada por el Cuerpo Médico Forense fue dado a conocer este miércoles en conferencia de prensa por la familia y el abogado de Pérez Volpin, fallecida el 6 de febrero pasado, en el Sanatorio de La Trinidad. "La muerte de Débora se produjo por una perforación instrumental del esófago, no se han detectado patologías preexistentes, y las lesiones del estómago son consecuencia de las maniobras instrumentales y de la reanimación cardíaca", señaló el abogado de la familia, Diego Pirota, considerando que los resultados del examen forense "con contundentes en el sentido de que se trató de una muerte violenta".
"No murió por un paro cardiorespiratorio, sino por los dos profesionales que intervinieron en el cuerpo de Débora", indicó el letrado. Como se recordará, el día del fallecimiento de Pérez Volpin, la clínica emitió un primer comunicado en el que informó que la muerte se produjo por un parocardiorespiratorio y luego, otro, en el que hizo mención a un cuadro complejo abdominal y una hepatitis grave.
Durante la conferencia realizada en el salón Montevideo de la Legislatura porteña, el abogado de la familia lanzó fuertes críticas contra el Sanatorio de la Trinidad. "Durante todo este tiempo encontramos que la clínica fue un gran obstáculo. Primero, le mintieron a la familia diciendo que se trataba de incertidumbre, después sacaron un comunicado de prensa hablando de un paro cardíaco, algo de lo que mueren todas las personas. Luego, en la segunda mentira y sin ningún escrúpulo, dijeron que Débora tuvo hepatitis: más allá de ser falso violaron el secreto profesional", indicó Pirota, cargando contra el juez Gabriel Ghirlanda. Queda desandar entonces el camino judicial, la causa está caratulada como "homicidio culposo", y el propio Pirota destacó que "queda claro que nadie quiso matar a Débora, pero queda claro tanto los médicos como la clínica tuvieron una responsabilidad que deberán afrontar", en procesos que irán por vías separadas en derecho civil y penal.
El cuadro de dolores abdominales que sufría Pérez Volpin en los días previos a su muerte, derivados de una gastritis, un dolor "sordo y persistente", la llevaron a La Trinidad cuando ya tenía un turno agendado para la endoscopia en otro centro asistencial para días siguientes. Nadie odía imaginar, que esa decisión, la llevaría a la muerte. "No tenemos rencores ni sed de venganza, sólo queremos la verdad y ya la verdad la tenemos. Esa verdad es necesaria para que haya justicia y que esto no le ocurra a nadie y que se tomen los recaudos necesarios para que éste, que es un estudio que tiene un 0,04% de riesgo, no se transforme en riesgo de muerte", dijo Enrique Sacco, el viudo de Débora.