¿Qué tienen en común el grupo sueco ABBA y Napoleón Bonaparte? La respuesta correcta es Waterloo y lo que está por verse es si se trató de un éxito, de una derrota o de ambas cosas a la vez.
El grupo sueco ABBA llevaba dos años tratando en vano de ser popular en su propio país, cuando el 6 de abril de 1974 el mundo entero los conoció al ganar, en Brighton, el Festival de la Canción de Eurovisión con su tema Waterloo.
A partir de entonces, el cuarteto ABBA que integraban Agnetha Fältskog y Björn Ulvaeus, un matrimonio en la vida real, y Anni-Frid Lyngstad y Benny Andersson, también casados, supieron lo que era saltar a la fama de la noche a la mañana.
En Waterloo, el tema que habían compuesto apenas un año antes, ambas parejas se declaraban su amor incondicional, el corazón enamorado que se rendía –como Napoleón-, abdicando a favor de su nuevo dueño: el mercado.
Por entonces, nadie sospechaba siquiera que en 1979, Agnetha y y Björn se divorciarían y que, en 1981, Anni-Frid y Benny seguirían el mismo camino solitario. En apenas casi diez años de carrera –en total-, el grupo ABBA había saltado de los pubs semivacíos de Estocolmo a encabezar las listas de la música pop mundial y a vender -sólo hasta entonces- 375 millones de discos grabados en cuatro idiomas.
Waterloo y ABBA
Una conquista discográfica casi imperial, atizada por la alegría pegadiza de los primeros hits mundiales que, con los años, se fueron replegando, apagando como en su época lo hicieron las tropas napoleónicas, en un campo de batalla más íntimo y personal.
“El libro de historia en el estante, siempre se repite a sí mismo. Waterloo, fui derrotado; ganaste la guerra, te prometo amarte aún más. No podría escapar si quisiera, sé que mi destino es estar contigo”, cantaban en 1974, vestidos como militares setentosos “derrotados” que abdicaban en el campo de las batallas del amor.
El tema Waterloo de ABBA fue elegido como la mejor canción de la historia del Festival de Eurovisión, en su 50º aniversario celebrado en el año 2005.
El certamen de Eurovision es la competencia musical televisada más longeva del mundo y se celebra cada año en una ciudad diferente, para fomentar el turismo. En el año 2005, precisamente, cuando Waterloo fue elegido en Kiev el mejor tema de la historia total de Eurovisión, Ucrania suspendió el requerimiento de visa para que mayor cantidad de viajeros pudieran ingresar a ese país.
Napoleón, cima y caída en Waterloo
Cuando en 1814 el Senado le quitó a Napoleón Bonaparte su título imperial, los ejércitos extranjeros de la Sexta Coalición custodiaban Francia y él no podía salir con vida del Palacio de Fontainebleu, Napoleón Bonaparte se rodeó de todo lo que le recordaba su grandeza: las grandes obras de arte; las mega conquistas; la imagen de su heredero, Napoleón II, aún en Roma; el recuerdo de la esposa y consejera, la emperatriz María Luisa de Austria… y alzó la frente, dispuesto a dar su última jugada.
“Perdí una batalla, no la guerra”, se dijo Napoleón adaptando para sí la famosa frase del rey Pirro, y se corrió a un costado. Fue así que el 6 de abril de 1814, firmó su abdicación incondicional y en tan solo 15 días se iría cabizbajo hacia su autoexilio en la Isla de Elba.
Ese mismo día, el 6 de abril de 1814, la coalición europea “restituiría” a Luis XVIII en la corona de Francia.
Sin embargo, tratándose de Napoleón Bonaparte, cualquier gesto de humildad podría ser sospechoso de encubrimiento.
Fue así que, seis meses más tarde, cuando ya todos pensaban que el corso se había convertido casi en un granjero en el exilio, el militar se escapó y regresó a Francia para rearmar sus tropas en tan solo cinco meses y presentar nuevamente batalla, en Bélgica, delante de una nueva coalición de británicos, holandeses, alemanes y prusianos que lo destrozaron junto a sus tropas en Waterloo.
Fue el 18 de junio de 1815 y ahí sí comprendió que había perdido la guerra, para siempre. En poco más de una década había conquistado toda Europa, pero ya habían concluido sus “Cien Días de gracia” y lo que lo aguardaba era su segundo exilio, esta vez en Santa Elena, triste, solitario y final.
En poco menos de una década, ABBA no sólo conquistó toda Europa sino las geografías más recónditas. Cuando el cuarteto sueco se separó, en 1982, ya poco quedaba del amor y del arrojo inicial. Cuarenta años más tarde, regresarán por su Waterloo.
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