El General Invierno tiene por ahora la última palabra. Vladimir Putin y las tropas rusas ya lo saben y cortan clavos esperando que el servicio meteorológico sea al menos uno de sus escasos aliados.
Ya perdido el frente diplomático y soportando las sanciones económicas internacionales, los rusos saben que la paciencia moscovita podría sorprender a quienes ya auguran su derrota.
El General Nieve o el General Invierno, aliado histórico de los rusos en los siglos XIX y XX, parece por ahora haber desertado y pasarse a las filas ucranianas, al menos durante las próximas tres o cuatro semanas.
La invasión rusa a Ucrania está literalmente empantanada desde que las tropas invasoras pusieron un pie en las famosas "tierras negras" de Ucrania, una zona enriquecida por un tipo de suelo absolutamente fértil y aireado (el "chernozem"), ideal para los cultivos pero no para las botas pesadas de los militares.
La "raspútitsa" no es exclusiva de Ucrania sino también típica de Rusia y Bielorrusia. Sin embargo, ahora les juega en contra a los propios rusos.
Hasta que llegue el invierno y el fango se seque, los rusos no podrán avanzar sobre los campos. Con la naturaleza en contra, no hay estrategia militar que valga. Sólo hay que esperar.
Lo que ahora padecen los rusos, ya les había sucedido a otros dos grandes invasores con sueños totalitarios: Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler. Esas dos veces, sin embargo, la raspútitsa (“el tiempo de las malas rutas”) y el General Invierno jugaron a favor de los moscovitas.
El General Invierno
El término “General Frost” (General Invierno o General Nieve) fue acuñado por la prensa satírica británica en 1812, cuando Napoleón Bonaparte (a quien caricaturizaban como “pequeño Boney”) apareció en una ilustración en la que un oso polar con una montaña de hielo en la cabeza lo sostenía del cuello para afeitarlo con una navaja enorme.
Más allá del humor, los generales napoleónicos escribieron en sus memorias que la principal causa de la derrota de la Grande Armée francesa fue el invierno ruso, para el cual no estaban preparados. De los 600 mil uniformados que partieron de Francia, sólo regresaron unos pocos miles a sus casas.
En la guerra que enfrentó a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas contra Finlandia, en 1939, El General Invierno también les hizo jugar una muy mala pasada a los rusos, que ganaron la guerra, pero a costo de perder 126.000 soldados atrapados entre la nieve y luego el General Barro, la raspútitsa.
En 1939, los soldados rusos murieron congelados en la nieve, sin siquiera poder salir caminando. Los finlandeses sólo tuvieron 25.000 bajas.
General Invierno, aliado o desertor
El General Invierno y el General Barro a veces jugaron a favor de los patriotas rusos, pero otras, en su contra.
Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, las tropas alemanas no tenían suficientes uniformes invernales y sus equipos militares se congelaban con el termómetro de -40 º C.
El General Invierno les permitió a los rusos ganar la Batalla de Stalingrado, una lucha de seis meses entre el Ejército Rojo y la Wehrmacht de la Alemania nazi y sus aliados del Eje, por el control de Stalingrado, actual ciudad de Volgogrado.
Sin embargo, dos años antes, en 1941, fue el mismo General Invierno quien permitió a los alemanes iniciar la marcha hacia Moscú. Los pantanos se congelaron tanto que los tanques alemanes –superiores- pudieron desplazarse sobre ellos, mientras los soldados rusos, con menos recursos armamentísticos se desplazaban a pie: o morían hundiéndose en la nieve o debían vadear ríos de barro hasta la cintura.
La primavera y el otoño nunca fueron la época “ideal” para invadir las tierras eslavas. Sin embargo, cuando en la guerra interviene el General Invierno, nunca se sabe cómo terminará.
MM / ED