Doctora en Ciencias Sociales, Especialista en Historia Económica y de las Políticas Económicas y licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en el Instituto de Estudios Históricos Económicos, Sociales e Internacionales (IDHESI) de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, María Cecilia Míguez es especialista en partidos políticos y política exterior argentina y esta semana participó de la Agenda Académica de Perfil Educación. “Sergio Massa está mostrando gran pragmatismo en cuanto a los vínculos internacionales y yo creo que ahí habría una continuidad en cuanto a las solicitudes de ingreso a los BRICS, que está pautado para enero de 2024 y ahí creo que China ya tiene un protagonismo en nuestras relaciones internacionales más allá de las preferencias o afinidades políticas de los líderes. Esa es una relación súper estructural de la Argentina, de los de la estructura socioeconómica de la Argentina no solamente de los posicionamientos políticos. Por lo tanto, yo creo Massa tendrá más acercamiento a Estados Unidos que Néstor y Cristina Kirchner”, sostuvo.
Docente de Historia de la Economía y de la Política Internacional en la UBA, de Inserción Internacional de América Latina en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Política Exterior Argentina en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), y de Política Exterior Argentina en la Maestría de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Míguez es autora de una gran producción académica, con trabajos como Los partidos políticos argentinos y las negociaciones por las Islas Malvinas, 1982- 2022: de consensos y vaivenes; La política exterior argentina y su vinculación con los condicionamientos internos en el siglo XXI; De Macri a Fernández: dilemas de la Política Internacional Argentina; y La guerra en Ucrania y los partidos políticos; entre otros. “Milei reivindica las políticas llevadas adelante en los noventa no solo en materia internacional, sino también que reivindica la Convertibilidad, ahora transformada en propuestas de dolarización, reivindica la apertura al mundo que fue, en realidad, la desregulación que trajo pérdida de resortes de soberanía con gestos de alineamiento con las grandes potencias y en esos gestos aparece nuevamente la idea de conciliar o de avanzar en negociaciones utilizando la famosa fórmula del paraguas de soberanía, como volvió a pasar también durante el gobierno de Mauricio Macri con el memorando Foradori-Duncan. Ahí hay una línea de continuidad, que ahora recoge de modo extremo Milei”, agregó.
—En Los partidos políticos argentinos y las negociaciones por las Islas Malvinas, 1982- 2022: de consensos y vaivenes usted sostiene que los vaivenes de la política internacional y de la política exterior respecto de la soberanía de las Islas Malvinas entre 1982 y 2022 reflejan una Argentina intensamente disputada, donde el rumbo de la política económica y de la inserción internacional son objeto de grandes debates. ¿Por qué cree que Malvinas fue especialmente en esta campaña presidencial un importante debate de la agenda política, luego de la definición de la posible canciller de Javier Milei?
—La cuestión de la soberanía de las Islas Malvinas atravesó el debate entre los partidos políticos desde 1983 hasta la actualidad, pero después de una larga etapa que podemos llamar de desmalvinización vuelve a ser eje de la política a partir de Bielsa, a partir de Taiana y a partir de Timerman. Ahí nuevamente la Argentina recupera ese reclamo en los foros multilaterales o regionales y vuelve una discusión en un eje fundamental identitario para la Argentina, como aparece en nuestra Constitución. Pero ahora regresan aquellas fuerzas políticas que asocian la inserción o la apertura al neoliberalismo y a abandonar ese reclamo de soberanía. Entonces vuelve a aparecer ese debate entre las fuerzas políticas. Y tenemos, por ejemplo, a Unión por la Patria, que nombra el tema Malvinas como un eje central de la política internacional, y una fuerza como La Libertad Avanza, liderada por Milei que reivindica las políticas llevadas adelante en los noventa no solo en materia internacional, sino también que reivindica la Convertibilidad, ahora transformada en propuestas de dolarización, reivindica la apertura al mundo que fue, en realidad, la desregulación que trajo pérdida de resortes de soberanía con gestos de alineamiento con las grandes potencias y en esos gestos aparece nuevamente la idea de conciliar o de avanzar en negociaciones utilizando la famosa fórmula del paraguas de soberanía, como volvió a pasar también durante el gobierno de Mauricio Macri con el memorando Foradori-Duncan. Ahí hay una línea de continuidad, que ahora recoge de modo extremo Milei.
—En La política exterior argentina y su vinculación con los condicionamientos internos en el siglo XXI usted sostiene que los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández se destacaron por su creciente alejamiento de los Estados Unidos, su acercamiento a países de la región sudamericana y la apuesta por un nuevo orden regional, la profundización de los vínculos con China y con Rusia. ¿Cree que un gobierno de Sergio Massa repetirá este esquema en el escenario internacional o que será diferente?
—La política internacional de los países dependientes o periféricos como es la Argentina siempre está atada a la dinámica global de ese contexto. Y el contexto internacional ha cambiado respecto del inicio del siglo veintiuno, porque ahora Estados Unidos está mirando a Medio Oriente fuertemente luego del atentado de las Torres Gemelas y eso genera cierto relajamiento de su vínculo con América Latina. Y luego aparece China como un actor central potente y eso le permite a los países latinoamericanos un determinado ciclo de su inserción internacional. Ahora Argentina está profundamente condicionada por el vínculo financiero con los Estados Unidos, a partir del endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional que se tomó en 2018. Y eso opera como un constreñimiento de algunas de las opciones de inserción internacional en el mundo. Al mismo tiempo Sergio Massa está mostrando gran pragmatismo en cuanto a los vínculos internacionales y yo creo que ahí habría una continuidad en cuanto a las solicitudes de ingreso a los BRICS, que está pautado para enero de 2024 y ahí creo que China ya tiene un protagonismo en nuestras relaciones internacionales más allá de las preferencias o afinidades políticas de los líderes. Esa es una relación súper estructural de la Argentina, de los de la estructura socioeconómica de la Argentina no solamente de los posicionamientos políticos. Por lo tanto, yo creo Massa tendrá más acercamiento a Estados Unidos que Néstor y Cristina Kirchner, por sus vínculos históricos y también por la condición estructural del endeudamiento. Lo veo tanto por algunas cuestiones relacionadas con afinidades ideológicas que el candidato ha mostrado, como por condiciones estructurales. Estados Unidos está en una competencia muy recrudecida en este momento con China y está queriendo consolidar su predominio en la región y eso es una condición bastante distinta de la que estábamos en 2003 y 2005, donde había cierta distancia incluso de esa potencia hemisférica respecto del sur del continente. Pero el rol de China es central en nuestra economía y también creo en la posibilidad de un buen tándem entre Lula y Massa que posibilitaría un empuje para sectores industriales de ambos países.
—Mencionó algunas de las hipótesis de lineamiento externo que podría tener un posible gobierno de Massa. ¿Cuáles serían las diferencias en la diplomacia argentina con un posible gobierno de Javier Milei?
—Claramente se ve en Milei un desprecio respecto del Mercosur, que ha sido un área de de desarrollo y de influencias central para la economía para la sociedad para la política para la salud en la Argentina. Hay más bien una idea de abandonar el proyecto de integración regional y dejarlo más flexibilizado. Sería la idea establecer mecanismos de aranceles externos común mucho más bajos, con países que puedan acordar por su cuenta con otras potencias, como ha pedido Lacalle Pou recientemente en el caso de Uruguay y China. Entonces ahí veo un problema más grave en cuanto algo que es la Argentina consolidado, incluso más allá de los gobiernos y más allá de las orientaciones que ha tenido. Porque el Mercosur se ha mantenido desde 1991 hasta la actualidad con distinto carácter, con distintas significancia para los gobiernos, pero se ha mantenido y ese eje central de amplio sectores de nuestra economía, particularmente de sectores económicos que generan trabajo de calidad como son las automotrices, fomenta el el desarrollo de pymes asociadas a ese tipo de industrias. Es algo que sigue siendo muy importante y ahí veo un desprecio por esa por esa inserción en el Mercosur. Luego veo una política diría realmente absurda en relación a China, desconociendo que es un vínculo que tiene que ver con la estructura económica, con todo lo bueno y lo malo que eso tiene, pero es un vínculo que ha abierto muchísimas posibilidades. Y que también corre el riesgo de remachar sobre desigualdades históricas, al estilo centro periferia. Porque decir que no se va a comerciar con China es desconocer el lenguaje de las relaciones internacionales. Ese tipo de definiciones grandilocuentes respecto de los alineamientos son peligrosos. Argentina ha pagado altos costos por pegar volantazos respecto de sus alineamientos y es muy importante proteger algunas de las líneas históricas de conducta de nuestros países, como dijimos antes en el caso Malvinas pero como también está sucediendo en el caso Israel-Palestina. Es decir que la Argentina mantenga una posición de protección de de la paz, de la solución pacífica de las controversias. Es decir elementos que nos son muy caros a nuestra historia de las relaciones internacionales y que con un gobierno de este tipo puede modificar porque creo que tiene reminiscencias con lo que fueron las denominadas relaciones carnales de los noventa pero al que se agrega un elemento completamente antisistémico.
—En De Macri a Fernández: dilemas de la Política Internacional Argentina usted analiza el devenir y las características de la política exterior llevada adelante por los gobiernos de Juntos por el Cambio y por el Frente de Todos. En base a esa experiencia, ¿qué fue lo mejor y lo peor que ambos gobiernos hicieron en materia de política exterior?
—En el caso del gobierno de Macri me surgen muchas cosas malas, como algunas de las que dijimos recién, como el proceso de endeudamiento y el acuerdo Foradori-Duncan. Ahí hubo un error grave error, incluso una subestimación de cómo se habla determinados temas. Recuerdo aquel traspié de Macri con Theresa May en relación a Malvinas, algo que como problemático después. Positivo es que me parece que hubo una agenda prolífica de encuentros de primer nivel con mandatarios de primer nivel. Creo que cualquier gobierno tiene que tener una política activa de alto perfil. Ahí hubo una un acierto en tener muchísimas reuniones de altísimo nivel, solo que creo que fue mal aprovechado porque se hizo con un contenido erróneo. La clave es que la política de agenda prolífica de relación con el mundo, y que mantenga los vínculos con los distintos países más allá de los gobiernos y las afinidades ideológicas de esos países, esté basada en un proyecto de desarrollo y no de gestos personales o de agradas a determinados gobiernos. En el caso del gobierno Alberto Fernández creo que hay un acierto muy grande en defender el Mercosur, lo defendió en el peor momento de la historia del Mercosur y con un gobierno bastante poco afín como fue el de Bolsonaro. Y otro de los grandes aciertos creo que fue la colaboración con Bolivia, en el caso del salvoconducto para Evo Morales. Creo que fue una posición realmente muy correcta, que vuelvo a decir recoge tradiciones importantes en América Latina porque estamos hablando de los asilos políticos, que es una historia larguísima en nuestra de distintas fuerzas políticas y en nuestra historia podemos remitirnos de una de las posiciones de Alfonsín. Respecto a lo negativo en el caso de Alberto Fernández creo que fue negativa la manera en la que se manejó el recambio del canciller porque eso impacta mucho en las relaciones internacionales, en un momento más vinculado a problemas de la dinámica interna. La salida de Felipe Solá fue desprolija, fue descuidada y ese tipo de decisiones se pagan caro. La Argentina tenía que asumir la presidencia de la Celac y fue un error llevar problemas internos de la política local y como se expresaban en esas decisiones de política internacional.
—En La guerra en Ucrania y los partidos políticos usted se propone estudiar los argumentos y posiciones de los distintos partidos políticos y la interna en algunos de ellos, para acercarnos a la comprensión de los profundos debates respecto de la inserción económica y política internacional que viven la Argentina. ¿Cómo impactó la guerra en Ucrania a la política argentina?—Como sucede muchas veces en nuestras fuerzas políticas y en otros lugares del mundo, la guerra en Ucrania y el conflicto ahora en Medio Oriente es que reinterpreta esa situación del escenario internacional en la clave de las internas de política que se están viviendo en ese contexto. No creo que sea malo, para nada, creo que eso es un signo muy importante de los países como la Argentina tan atravesado por el debate constante de la política internacional. Pero creo que esa idea de ver a la política interna y a la política externa como ámbitos separados no nos sirve para comprender los procesos políticos que nos atraviesan. Entonces cuando se produce la invasión de Rusia a Ucrania lógicamente se abren una cantidad de grietas, como sucede en todos los países pero en la Argentina se replican de modos extraños y a veces hasta contradictorios. Lo que pasó en la Argentina fue que la fuerzas conservadoras, si se quieren más alineadas con Occidente, pero en términos ideológicos porque eso no quiere decir que no hagan buenos negocios con Oriente, pretenden una condena más fuerte de lo que la Cancillería hizo inicialmente. Pero yo creo que la condena de la Cancillería en primer lugar fue un comunicado prudente, y luego fue claramente definiendo la cuestión de modo realmente muy ajustados a la situación internacional. Y aparece casi lo que también considero bastante absurdo que fue en marzo del inicio de la Asamblea Legislativa con legisladores con la bandera de Ucrania, como si la Argentina estuviera teniendo una posición condescendiente con Rusia. Por otro lado Argentina creo que no le corresponde tener una posición a favor de uno u otro, es decir le corresponde sostener la neutralidad en términos de las violaciones a derechos humanos como lo hace en el Comité de Derechos Humanos, y la defensa de la integración territorial. Pero en lugar de sumarse a esquemas de sanciones o ese tipo de cuestiones es mejor sostener instrumentos para la solución pacífica, es algo que América Latina debe defender. Entonces los partidos políticos como la fuerza de Milei que están más a la derecha y estuvieron pretendiendo una fuerte condena, sumándose a lo que algunos parlamentarios europeos. Y luego vimos el choque de fuerzas locales durante años apostaron al vínculo con Rusia como un vínculo político de relativo contrapeso en la hegemonía mundial y quienes tienen más cercanía también con el mundo occidental y con los Estados Unidos. Vimos las líneas internas que coexistían en una coalición del Gobierno que mostró desde el inicio dificultades para funcionar por sus contradicciones. Estas dos líneas se expresaron en dos ámbitos diferentes, en la OEA y en Naciones Unidas. Pero hay que interpretar esas diferencias que se evidenciaron en la lógica de que los ámbitos, que también son diferentes. Es decir, presidiendo el Consejo de Derechos Humanos donde además tiene una trayectoria histórica bien ganada, a Argentina le corresponde y es su deber y su soft power condenar las violaciones a los derechos humanos, como lo hizo el embajador Villegas, que ha hecho una gran labor al respecto. Pero donde no necesita hacerlo de esa manera es en la OEA, la OEA de Luis Almagro, que fue cómplice del golpe en Bolivia, es decir, donde se utiliza la vara de los derechos humanos de modos por lo menos polémicos. Entonces yo creo que las dos cosas merecen ser analizadas desde las diferencias de líneas políticas y también que los ámbitos de accionar son diferentes.
—Al inicio de la respuesta mencionaba la nueva guerra que se desató en Medio Oriente. ¿Qué piensa del impacto interno en la política local del conflicto entre Israel y Hamas?
—Esa doble vara también se ve en el conflicto actual entre Israel y Palestina. En el caso de Israel y Palestina hay más puntos en común, porque creo que se pueden condenar perfectamente las dos cosas al mismo tiempo, eso es lo correcto. Es decir, condenar un atentado terrorista como fue el del 7 de octubre de Hamas y a su vez pedir el respeto del derecho humanitario en Palestina. Son dos cosas que no se contradicen para nada entre sí. Fue bastante contundente la afirmación de Massa en el debate sobre Hamas para incluirlo en la lista de las organizaciones terroristas y lo volvió a decir en el acto de la DAIA. Y eso por supuesto que puede generar alguna rispidez, en algún sector del oficialismo. Porque, como en el caso anterior, hay una tradición argentina de reclamo por los dos Estados, por apostar a la solución pacífica.
—Usted es docente en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), donde se forman los futuros diplomáticos de Argentina. ¿Cuáles son los principales conceptos en los que se forman la nueva diplomacia argentina?
—Los principales conceptos en los que se trabaja sobre la formación de la nueva diplomacia argentina. Se ha hecho una revisión importante del programa y yo doy política exterior argentina pero estoy al tanto de todas las materias que ahora se incorporaron, relacionadas con la interpretación de la actualidad, con la economía internacional. Hay un eje central en que la Argentina tiene que tener un proyecto de desarrollo y que la Cancillería tiene que acompañar fundamentalmente un proyecto de desarrollo para la Argentina. Esa es la línea más fuerte de los últimos años que ojalá pueda perdurar y que el conocimiento de las distintas áreas tiene que ser profundamente funcional a la defensa de valores históricos para la Argentina entre ellos, por supuesto los democráticos, los de la paz, los de la no injerencia, los de los derechos humanos. Y, fundamentalmente, acompañar una estrategia de inserción en el mundo que permita la mejora de las condiciones de vida de la mayoría de los argentinos.
—Esta sección se titula Agenda Académica porque pretende otorgarle a investigadores y docentes universitarios un espacio en los medios masivos de comunicación para que difundan sus trabajo. La última pregunta tiene que ver, precisamente, con el objeto de estudio. ¿Por qué decidió especializarse en partidos políticos y política exterior argentina?
—Provengo de una familia muy atravesada por los sucesos políticos de la Argentina y el conocimiento siempre me interesó desde todas las áreas. Cuando era chica pensaba que iba a ser astrónoma. Luego pensaba en ser biología genética. Y entonces me di cuenta que mi pregunta era por la génesis de los problemas. Y no pude esquivarle a la historia argentina y a las fuerzas políticas, porque tengo una vocación fuertemente política es decir, mi modo de interpretar la historia y la política internacional tiene vocación política. Por eso creo que el área de las relaciones internacionales es central en nuestros países. Y es un área muy descuidada y siempre estudiada en forma separada de las otras políticas cuando en realidad es el eje y la génesis de muchos de nuestros problemas. Buscando la génesis de los problemas de la Argentina me encuentro con que ahí está la dependencia y nuestra historia de las relaciones internacionales.