Los aranceles de la UE afectan aún más a los jeans de EE.UU.
Victor Lytvinenko pasa emails con el pulgar en su iPhone mientras intenta encontrar el que mejor muestre el daño que la guerra comercial global ya le causó a su pequeña empresa de jeans estadounidenses, de 10 años de antigüedad.
Victor Lytvinenko pasa emails con el pulgar en su iPhone mientras intenta encontrar el que mejor muestre el daño que la guerra comercial global ya le causó a su pequeña empresa de jeans estadounidenses, de 10 años de antigüedad.
Finalmente, el hombre de 37 años —vestido de camiseta negra, blue jeans arremangados y un par de zapatillas Stan Smith— levanta la mirada tras encontrar el mensaje. Es de un cliente en Escocia que pide disculpas por cancelar un pedido por decenas de miles de dólares. ¿El motivo? El dueño de la tienda se negó a pagar un arancel adicional de 25 por ciento impuesto por la Unión Europea a los jeans de fabricación estadounidense en junio como parte de su represalia contra los gravámenes impuestos por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al acero y el aluminio.
“Ya perdimos dos cuentas”, dijo Lytvinenko, que cofundó Raleigh Denim Workshop con su esposa, Sarah Yarborough, en 2008. “Eso duele”.
Lytvinenko se encontraba en Manhattan a fines de julio para asistir a una feria de indumentaria. Ese viaje anual solía ser una excusa divertida para ver en qué andaban los clientes o jugar al tenis de mesa tomando cerveza con amigos que también trataban de ganarse la vida fabricando ropa en EE.UU. Pero este año fue diferente. Se habló mucho sobre cómo los jeans de fabricación estadounidense —justo eso, entre tantas cosas— se habían visto arrastrados a la disputa comercial.
Industria en peligro
Este es el golpe bajo más reciente a una industria que ya había decaído muchísimo. En los últimos 12 meses, cerraron dos de las últimas grandes plantas de tela de jeans que quedaban, entre ellas la más grande: las instalaciones de Cone Denim en Greensboro, Carolina del Norte, que según muchas empresas era la última que fabricaba tela de jeans de alta calidad en EE.UU. a gran escala. Aumentos del salario mínimo en California también ayudaron a que varias fábricas de indumentaria en Los Ángeles cerraran o se trasladaran a México, lo que agravó un año tumultuoso para una industria que apenas si resiste.
Para colmo de males, los acuerdos de libre comercio fomentaron la fabricación de blue jeans en el exterior durante veinte años y ahora los fabricantes que quedaron no pueden creer la ironía de verse afectados por un regreso al proteccionismo. Las grandes marcas, como Levi Strauss & Co., ya se habían largado y transferido casi toda su producción a Asia o México. Las que quedan son ante todo pequeñas empresas que sobreviven vendiendo su destreza en el oficio y sus credenciales de estadounidenses en el extremo premium del mercado con jeans a US$200 o más.
“Es un golpe más”, dijo Roy Slaper, que dirige el fabricante de jeans Roy Denim en Oakland, California. Los aranceles no tienen sentido económicamente porque la producción estadounidense es una parte muy “microscópica” del mercado global, dijo. EE.UU. exportó solo US$31 millones en jeans a la UE el año pasado, cerca del 16 por ciento de las exportaciones totales globales de la industria. “Pero políticamente, puedo entender por qué. No hay nada más estadounidense que los jeans”.
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