OPINIÓN

Javier Milei: las diferentes caras de un triunfo

Seguramente en las próximas horas habrá muchas formas de medir los resultados del oficialismo en estas elecciones, con el natural exitismo que suelen generar los triunfos.

Javier Milei LLA. Foto: AFP

Seguramente en las próximas horas habrá muchas formas de medir los resultados del oficialismo en estas elecciones, con el natural exitismo que suelen generar los triunfos.

Creo que hay dos comparaciones útiles para el análisis: 1) la diferencia que obtuvo el Gobierno en relación con el balotaje de noviembre de 2023 en el que se plebiscitó a Javier Milei; y 2) los votos obtenidos este domingo por La Libertad Avanza en comparación con lo que es “el mayor ajuste de la historia de la humanidad” (según se jacta el Presidente) y la recesión económica en la que el país ingresó hace seis meses.

La primera comparación es válida en función de que el oficialismo (en coincidencia con la propia oposición), promovió esta elección como un verdadero plebiscito por el cual “la libertad avanza o la Argentina retrocede”. Si hace dos años la opción fue Milei o el peronismo, la opción que ahora se votó en cada distrito, más allá de los nombres de los candidatos de LLA, fue Milei o la oposición.

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La distancia entre aquel 56% del balotaje y este 41% resulta una pérdida de 15 puntos. La pregunta obligada es qué pasó con ese porcentaje de argentinos que, dos años después, le dieron la espalda al “mejor gobierno de la historia”, según el siempre hiperbólico mandatario. ¿Pensaron que el ajuste no sería para ellos y comprobaron lo contrario? ¿Habían apostado a que la inflación bajara, pero no imaginaban que se perderían tantos puestos de trabajo y que también perderían poder adquisitivo? ¿La extravagancia de aquel candidato, que en su momento podía despertar simpatías, ya no es suficiente para estos desencantados?

La segunda comparación es relevante porque haber obtenido casi un 41% de votos a nivel nacional después de dos años consecutivos de ajuste, indica que existen importantes sectores de la sociedad para los cuales Milei sigue siendo la mejor opción. Son sectores que confían en que los esfuerzos de estos tiempos terminarán derramando beneficios, que sienten que la baja de la inflación justifica daños colaterales en la economía, que siguen simpatizando con un outsider que aporta el valor simbólico de castigar a diario a una desprestigiada “casta” o que temen, por sobre cualquier otro miedo, al “fantasma kuka”.

Es cierto que Milei no pudo convencer a la sociedad de que la Argentina, como el resto del mundo, está siendo amenazada por comunismo. Pero sí se supo subir a ese fantasma preexistente que significa el miedo al peronismo en general y al kirchnerismo en particular.

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Es un miedo que, cuando gobernaba el kirchnerismo, se resumía mediáticamente en el fantasma de “Argenzuela”, o sea, de que se pretendía convertir al país “en una nueva Venezuela”, “una dictadura chavista” o variantes similares. Que eso no haya ocurrido no significa que quienes tenían esa sospecha se quedaran más tranquilos.

De hecho, aun con Cristina Kirchner presa e inhabilitada para ocupar cargos públicos, el miedo a su eventual regreso (por si misma o a través de políticos supuestamente manejados por ella), es una herramienta política que sigue siendo efectiva en términos electorales.

Es probable que ese factor haya incidido para que, tras la contundente victoria peronista de hace poco más de un mes en la provincia de Buenos Aires, una parte de quienes entonces votaron en contra de los candidatos de Milei luego haya temido un regreso anticipado del peronismo al poder. Se traduciría así: querían castigar al Gobierno, pero no al costo de empoderar demasiado al peronismo.

Es una herramienta que funciona y que el oficialismo seguirá usando en estos dos años y reiterará en 2027. Y es el dilema a resolver del peronismo.

Históricamente, el partido fundado por Perón tuvo una base electoral sólida de más de 30 puntos y menos de 40, pero que lograba llegar al poder en alianza con sectores de clase media que le aportaban los votos necesarios para convertirse en mayoría. ¿Cómo convencer a esos sectores medios de que el peronismo es un partido institucional que no avasallará sus derechos y que es capaz de renovarse?

De cómo el peronismo resuelva ese dilema dependerá su futuro y el futuro del actual gobierno.

Si dentro de dos años se repitieran los resultados de este domingo, pasarían al balotaje Milei con su 41% y el candidato que llevaría el peronismo con casi el 32%.

La duda es qué pesará más entonces en la balanza imaginaria de la sociedad, si los fantasmas del pasado o los resultados económicos y sociales de la experiencia libertaria.

Faltan dos años y en la Argentina eso es una eternidad, teniendo en cuenta una realidad que, como se vio, suele deparar sorpresas a cada paso.