PUNTO DE VISTA

Los think tanks alfonsinistas

Un repaso por el rol de los intelectuales y los think tanks que influyeron en el pensamiento y la acción política de Raúl Alfonsín, y su impacto en la construcción democrática de los años ’80.

Raul Alfonsin Foto: Telam

Lo primero que quiero dejar en claro es qué significa el término think tank: son expertos provenientes de un campo académico que analizan, estudian, realizan investigaciones y proponen ideas y soluciones a actores políticos u organizaciones. Insertos en el campo político, persiguen el objetivo de influir no sólo en la opinión pública, sino también en la realidad a través de distintas propuestas. Según Dickson, un think tank implica “ligar el conocimiento con el poder y la ciencia y la técnica con la elaboración de políticas públicas” (Dickson, en Mitchell et al., s.f.: 95). En suma, oficia “como un puente entre la comunidad académica y la comunidad política, entre el Estado y la sociedad civil” (McGann, en Mitchell et al., s.f.: 95).

Los intelectuales pertenecen a un campo específico, que es el campo intelectual. Norberto Bobbio señala que a la hora de definir quiénes son intelectuales es importante considerar el momento histórico y las circunstancias en las cuales está inserto ese momento histórico, porque nada es aislado.

En ese sentido, son intelectuales todos aquellos agentes que tienen la tarea de “elaborar y de difundir conocimientos, teorías, doctrinas, ideologías, concepciones del mundo o simples opiniones, las cuales constituyen los sistemas de ideas de una determinada sociedad” (Bobbio, en Olamendi, s.f. p: 27).

Raúl Alfonsín se rodeó de intelectuales y grupos de intelectuales que colaboraron en el diseño de las políticas públicas y aportaron ideas y conceptos para escribir los discursos. El caso más nítido es el discurso de Parque Norte que Alfonsín pronunció el 1° de diciembre de 1985, ante el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical. Pero, fundamentalmente, contribuyeron en forjar con mayor profundidad el pensamiento político de Alfonsín. Estos aportes venían del socialismo democrático, como también del liberalismo político.

Los intelectuales que colaboraron con el líder radical provenían de siete grupos:

1) el Grupo de los Centros de Investigaciones en Administración Pública, que estaba compuesto por el Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y Administración (CISEA), el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES)

2) el Grupo del Centro Participación Política (CPP)

3) el Grupo del Club de la Cultura Socialista

4) el Grupo Esmeralda

5) el Grupo de Juristas y Filósofos del Derecho

6) el Grupo de la Fundación para el Cambio en Democracia (FUCADE)

7) los intelectuales “orgánicos” del radicalismo.

Es menester destacar la figura de Rodolfo Terragno, que, si bien no formó parte de un grupo en particular, fue otro intelectual importante que participó del gobierno a partir de 1987. Después, integró las filas del radicalismo; incluso, llegó a ser presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical. Vale mencionar que los principales intelectuales relacionados con el alfonsinismo, en la década del ‘80, eran expertos y/o profesionales que estaban vinculados a las ciencias sociales: sociólogos, politólogos, economistas, abogados y filósofos.

Intelectuales de peso

La inmensa mayoría de los intelectuales que rodearon a Alfonsín, sin distinción de a qué grupo pertenecían o de dónde provenían, había tenido alguna experiencia de estudio (posgrado, por ejemplo) o alguna estadía en el exterior. Además, algunos de ellos habían tenido que exiliarse. Es el caso de Portantiero y De Ípola en México; Caputo y Roulet en Francia; Oszlak y Cavarozzi en Estados Unidos; Malamud Goti en Alemania; Nino en Inglaterra, Alemania y Estados Unidos; y Carrió también en Inglaterra. La lista podría seguir. La experiencia del exilio y los estudios de posgrado de los intelectuales en torno a Alfonsín fueron de suma transcendencia o, mejor dicho, imprescindibles.

Todos los grupos, de alguna manera y en algún punto, fueron realmente think tanks del alfonsinismo. Alfonsín, por su parte, fue el líder de un grupo de intelectuales que pensó el país de una manera distinta. Asimismo, generó el espacio necesario para que el pensamiento progresista de la Argentina tuviera lugar en el escenario de la política nacional. En la década de los ‘80, que los intelectuales se involucraran de forma decidida en la articulación entre el campo intelectual y el campo político fue novedoso no sólo para la historia del radicalismo, sino también para la del país.

Todo ello fue analizado exhaustivamente en mi libro Raúl Alfonsín y los intelectuales. Una aproximación al liberalismo político desde Parque Norte, el cual cuenta con el prólogo de Martín Farrell y el estudio preliminar de Fabián Bosoer –ambos, intelectuales que acompañaron a Alfonsín–; y que ha sido editado por la editorial de la Universidad Nacional de Córdoba y la editorial EUDEBA de la Universidad de Buenos Aires.