Despellejar la realidad para narrarla
Antonio Berni fue uno de los creadores más influyentes del arte argentino del siglo XX. Agudo observador de las transformaciones sociales de su tiempo, con Juanito Laguna y Ramona Montiel visibilizó la marginalidad de la urbe, los desplazados, aquellos condenados por el crecimiento desigual que propicia un sistema injusto. Al conmemorarse los 120 años de su nacimiento, museos y galerías de distintos rincones del país, presentan exhibiciones para celebrar y recuperar el legado de este notable pintor y grabador santafesino.
“Juanito Laguna pasaba los 14 años, intuía llevando la manija del modesto cajón con los restos de Luis que ya no sería un “pobre muchacho” sino un muchacho pobre, heredero de millonarias ideas y conciencia legada por ese inmortal compañero”, reza el fragmento de la novela de Antonio Berni, publicada en parte a mediados de los setenta, y conocida algunos capítulos veinte años después. La totalidad permanece inédita. La trama de la transformación combativa y militante del personaje motor del pintor, que diez años antes admiraba satélites desde los basurales aunque intuía el fuego en el reverso de las latas, es solamente uno de los tantos papeles, entre narrativa, cartas y ensayos, que dejó el mayor artista argentino del siglo XX. En su 120° aniversario el último jueves, con actividades celebratorias a lo largo del país que tienen su epicentro en la extraordinaria “Berni infinito”, muestras y acciones en el Santa Fe natal, miradas renovadoras nos acercan éste Berni que era imagen y pensamiento, pincel y pluma.
Collage expandido de sesenta años de pinturas, dibujos, murales, esculturas y xilografías más palabras y páginas que, anotaba Berni en 1974 en el catálogo de la antológica exposición en la marplatense Galería del Mar, “enlazando y combinando imágenes, objetos o signos, elaborados con las propias manos o hechos mecánicamente por otros, todo esto es puesto en vigencia no como demostración de la propia habilidad artesanal, sino una manifestación de un mensaje, una propuesta, o algo que importa decir”. Berni cuenta nuestra realidad trágica que nos inunda una y otra vez.
“Un aspecto que yo pongo de relieve en la actual exposición “Narrativas urgentes” en el Museo Castagnino es la palabra de Berni y la importancia en su obra pictórica. Berni escribió mucho, tomó muchos apuntes, reflexionó sobre diversos temas, sobre diversos asuntos, participó de encuentros de artistas latinoamericanos, en donde planteó una reflexión sobre aspectos del campo artístico. Además estuvo muy vinculado a la literatura, desde su temprana amistad con Louis Aragon, a los encuentros con Ernesto Sabato para hablar sobre Ramona”, señala la curadora Cecilia Rabossi, y comenta además sus recurrentes trabajos en la ilustración de publicaciones, entre ellas, las colaboraciones con las editoriales Sudamericana y Eudeba, o las más famosas ilustraciones para libros editados por Jorge Luis Borges.
El periodista Fernando García, autor del escamado Los ojos. Vida y pasión de Antonio Berni, coincide con este rasgo de voracidad por la cultura impresa, señalando una decisiva biblioteca imaginaria que ubica a Marx, Lefebvre y Freud, pero también a Roger Plá, Roberto Arlt y Raúl González Tuñón –“quien pudo haber influido en Berni por los poemas de Juancito Caminador (1941)–; si bien prefiere pensar que, “Berni es más pensamiento de la imagen que palabra, aunque es cierto el peso de la letra escrita, en su larga actuación en el medio artístico. Nunca publicó un libro con tanto que escribió, quizá al nivel de un Yuyo Noé –artista recientemente fallecido quien dio a imprenta quince libros–, arrancando con los ensayos en las revistas comunistas, o las bellas cartas de los cuarenta a su familia, en el trascendental viaje por América Latina. También se hallan la novela de Juanito y los ensayos, que dejó inconclusos, y que una selección fueron reflotados por Marcelo Pacheco en Berni: Escritos y papeles privados (1999). De todos modos creo que el Berni lector está en la cámara lúcida de sus obras, o sea, allí está renarrando todas las imágenes, abrevando en los discursos de las vanguardias, pero también en una raíz política, en la lucha de clases como sustancia”, comenta quien ansía en algún momento se publiquen Los cuadernos de Graciela Amor, collages y poemas, que son de una “contemporaneidad zarpada”.
Algunos de estos poemas se editaron en la revista ramona en 2001, con la anuencia del último desvelo del Berni de carne y hueso, que exuda rimas de vísceras, “El cuerpo se palpa, el espíritu es una abstracción”, y una postura adelantada a su tiempo, “¿Qué derechos sobre la mujer/tiene un hombre/más allá de lo por ella concedido/ y por ella deseado?”, y que también Rabossi enmarca en las críticas a los cánones de la femineidad, que el artista inicia en los sesenta, y que “rompen ojos”, ahora en Rosario, en el óleo de dos metros La obsesión de la belleza (1976).
Lectura y lectores en Berni. “Agitadores de conciencia” son Juanito y Ramona, refiere la curadora que los ubica en una posición destacada en el recorrido del Castagnino. El docente universitario radicado en New York, Fernando Degiovanni, subraya en estos íconos que acompañarán a Berni en su consagración internacional, y a los cuales volverá cuerpos palpables de los sueños y caídas de su pueblo, otra cualidad: el Berni lector y su amor a la cultura impresa. “Berni dedicó tres obras importantes a retratar lectores: Chacareros (1935), Juanito Laguna aprende a leer (1961) y Juanito dormido (1978). Creo que más que en la literatura, Berni está interesado en la lectura, porque el libro aparece en Juanito Laguna aprende a leer; mientras que en Chacareros y Juanito dormido la atención la atención berniana está puesta en diarios y revistas. El tratamiento de la lectura es distinto en cada obra, pero persiste en todas ellas una preocupación por la función de los impresos en la modernidad. La importancia colectivizante y pedagógica de la lectura que se percibe en las obras más tempranas se desvanece al comienzo de la dictadura, cuando Berni pinta Juanito dormido, sentencia el investigador de Latinoamericanismos situados. Guerra, mercado, literatura (2024).
Especialista en seguir los rumbos de las naciones latinoamericanas y la literatura, Degiovanni se interesó en el cruce de las letras y Berni por la “deriva en el interés del artista de un género de larga data en la cultura visual: el retrato de lectores. Aunque muchos artistas habían trabajado en Argentina con imágenes de lectores desde el siglo XIX (uno puede ver su importancia en Carlos Enrique Pellegrini, por ejemplo, pero también en Jean-León Pallière y Prilidiano Pueyrredón), el tratamiento del tema en Berni sorprende por su originalidad. En su obra, aparecen lectores en espacios semiabiertos o directamente a la intemperie; también la lectura se une a la acción política o a la precariedad de la vida en la villa o el basural. Juanito Laguna permite resituar el legado humanista en un ámbito donde la cultura impresa es amenazada por el abandono estatal y los desperdicios del mercado. En el cruce de lucha política, villa y lectura emerge en ese sentido un registro muy latinoamericano de la escena de lectura que plantea retos a un paradigma representacional caracterizado por retratos individuales, o de dúos en los que se proyecta a través del libro una subjetividad en formación, o la posesión de un determinado capital simbólico”, poniendo el ensayista “Lectores retratados: Antonio Berni y las visualidades de lo impreso en la cultura argentina” (Revista Orbis Tertius. 2017), un abanico inspiracional de la literatura de los márgenes que surge a fines de los cincuenta con los Bernardos, Vertbisky y Kordon; sin pasar por alto los guiones y el cine de David Kohon, Leopoldo Torre Nilsson, y ya en simultáneo a Juanito, Leonardo Favio.
“Berni a diferencia de otros pintores de su generación, era un intelectual, entonces era un polemista. Escribía y recomendaba mucha literatura, sobre todo, para sostener sus posiciones visuales. Así usaba sus conocimientos literarios para entrar en diálogo, o en conflictos, con otros artistas, como el caso de David Alfaro Siqueiros, o con sus alumnos y discípulos. Muchos que pasaron por sus clases en la Escuela Manuel Belgrano (1937-1954), uno de ellos Carlos Gorriarena, admiten que conocieron del cine y la literatura norteamericana con Berni, y que eso les cambió la manera de pintar”. William Faulkner, Ernest Hemingway y John Dos Passos se codeaban en la última biblioteca del pasaje Balcarce con Borges, Arturo Jauretche y Rodolfo Reman.
“En 1978, la situación ha cambiado dramáticamente: el sueño de Juanito ya adolescente frente a la revista encuentra su contrapartida en otras formas de la letra que están en el cuadro: las que corresponden a marcas y logos de multinacionales”, retoma Fernando Degiovanni. En los setenta aquel optimismo de trabajadores y desclasados recurriendo a la prensa de izquierdas para consolidar sus luchas, o el Juanito que escribe el cuaderno en blanco, en momentos de los planes de alfabetización del desarrollismo nacional, se estrella en un montón de basura y contaminación, con Juanito que se desploma apretado por el avance impiadoso de las multinacionales y el neoliberalismo.
“Al apelar a una forma de texto que no es el del libro o la revista, Berni entra así en el espacio de la saturación y la contaminación ambiental y gráfica, que no postula lectores sino consumidores que leen marcas. Y con esas palabras-imágenes Berni despliega su antiimperialismo durante la Guerra Fría, que constituye otro lugar político de la palabra en su obra. Berni es palabra e imagen, pero en este punto hay que salir de sus obras con impresos para considerar cómo aparece también la palabra en sus obras”, sentencia Degiovanni. Un aspecto novedoso que en Buenos Aires se potencia por su fuerte acento en la obra gráfica en “Antonio Berni. Obras únicas” en The Art Gallery (Uruguay 967), curada por Rodrigo Alonso, y hasta el 27 de junio. “Berni y Pautasso en El Rosa. Diálogos a 60 años”, en el Museo Provincial Rosa Galisteo de Santa Fe, recuperando el diálogo entre Antonio Berni y Richard Pautasso en el mismo museo en los sesenta; y “Berni. Grabados”, centrada en la técnica que el artista dominó con maestría e innovación, en el Museo de Arte Contemporáneo Unquillo de Córdoba, completan las muestras nacionales por el aniversario.
Berni escribe para ver. “Dos realidades humanas: Juanito y Ramona, diferentes de su forma, pero semejantes en el contenido, porque ambos son víctimas de un desequilibrio antiquísimo dentro de la sociedad de los hombres”, en un párrafo del poco conocido ensayo de Antonio Berni que empezaba “América pobre…sin nada propio –salvo la fuerza de trabajo–, escarnecido por el saqueo y la explotación”. Eran los años de La masacre de los inocentes, una ambientación suya en París, 1971, donde se narraba la violencia, la represión y la injusticias del continente de venas abiertas. No leo Borges, leo Berni.
Parte del ADN cultural de Rosario
M.O.
Rosario es el patio de la casa del mundo Berni. Allí aprendió los primeros rudimentos del oficio del pintor, que el artista total maduro, decía en una entrevista a José Viñals, “maestro, con el sentido pleno con que debe entenderse el término maestro, no reconozco a nadie, ni en ese tiempo ni después”. Quinieleros e inmigrantes trabajadores, niños pobres y Jockey Club, prostitutas y proxenetas serían en verdad la escuela berniana y el transfondo que se hila en la exposición central “Antonio Berni. Narrativas urgentes”. Curada por Cecilia Rabossi, quien vuelve al Museo Castagnino después de la recordada exposición gráfica de Berni de los dos mil, “el foco está puesto en esa mirada crítica sobre la pobreza, la desigualdad, la desocupación, la marginalidad, la violencia, la represión, el poder”, que trasciende a la calle en las setentas obras, entre las esenciales Desocupados (1934), Juanito pescando (1962), Ramona vive su vida (1963) y Contraste (1977), más fotografías y documentación en el segundo museo en importancia nacional, y aledaño al Parque Independencia.
“Berni siempre tiene algo nuevo que contar”, sostiene Rabossi, quien hace treinta años trabaja en archivos del iconoclasta ganador en grabado de la Bienal de Venecia 1962, con la serie de Juanito Laguna, hijo de Ramona, que aparecería el año siguiente en el Museo Moderno porteño, “es un artista que experimentó con todos los medios. La exhibición revela cómo ese personaje, Ramona Montiel, lo desarrolla primero en collages, pero llega un momento que tiene la necesidad que salga al espacio del espectador. Entonces realiza collages tridimensionales, construcciones polimatéricas, y son los monstruos de las pesadillas de Ramona. Y, en los setenta, experimenta el universo de Ramona en una serie de ambientaciones trabajando lo multisensorial, con lo cual también vemos esa necesidad que la obra le plantea, y esa necesidad lo lleva buscar los medios permanentemente. La temática es la línea de fuerza de su producción artística, pero que no se puede escindir de cómo llegar a ese tema, y eso lo hace tremendamente contemporáneo e inagotable”, cierra la curadora e investigadora, que disertó sobre Berni el viernes pasado, con auditorio lleno, en la Sala Central del Castagnino.
“Berni Infinito” se organiza en varios núcleos, adelanta la directora del Museo Castagnino, Melania Toia, y el primero es el eje mencionado, “Narrativas urgentes”, que busca no solo mostrar a Berni en distintos períodos, sino activarlo, volver a poner en circulación su sensibilidad crítica y su potencia política”, acota. En paralelo surgen intervenciones que tienden puentes con el presente como la reversión de Manifestación, la poderosa pintura del artista de 1934, por el colectivo Mondongo. Ellos mismos reconocen que el santafesino les abrió el camino para “pintar el mundo con materiales diversos y cargados de sentido”.
En la explanada del Museo, el realizador y productor de artes visuales Nicolás Panasiuk toma a los personajes de Berni, en forma de esculturas, y los saca nuevamente a manifestar. A todo esto se suma una videoinstalación inmersiva producida por Pez Cine, bajo la dirección de Federico Actis, y basada en el libro Berni entre el Surrealismo y Siqueiros, de Guillermo Fantoni, que es un bucle sensorial por los días fundacionales rosarinos del artista, donde se cruzan los sueños, la política, el arte.
Berni es Rosario. “Berni es parte del ADN cultural de Rosario. Fue un artista profundamente comprometido, y también profundamente rosarino: caminó nuestros barrios, miró a nuestra gente, hizo de esta ciudad un punto de partida para hablar del mundo. Y eso es algo que sigue muy presente en la escena artística local. Rosario tiene esa tradición de artistas que trabajan en comunidad, que piensan colectivamente, que ven en el arte una herramienta de transformación. Berni fue parte de eso, y lo sigue siendo”, señala la directora, y destaca que en el primer mes de la exposición “ya nos visitaron más de 100 mil personas. En Semana Santa más de 10 mil personas pasaron por el museo, y tuvimos que agregar visitas guiadas, siete visitas por día, con más de 350 personas. Además los turnos escolares se agotaron en pocas horas”, cierra de la muestra que se extenderá hasta los primeros días de agosto.
Hasta julio habrá actividades atrayentes en el Museo Castagnino, como la incorporación a la exposición del gran collage Juanito tocando la flauta (1973). Hoy domingo, Día Internacional de los Museos, organizaron un sinfín de recorridos y talleres gratuitos, y cercano a fin de mes, proyecciones especiales, entre ellas Bernianos, reversión 2025, producido por Leandro Rovere y Nacho Sánchez Ordóñez. En junio Fernando García contará aristas poco conocidas del genial rosarino y en julio las infancias navegarán por la galaxia Berni.
“La cámara Leica se convirtió en un instrumento de registro del entorno que alternaba con sus apuntes realizados a lápiz”, enfatiza Cecilia Rabossi del dispositivo que empezaría Antonio Berni a usar con frecuencia luego del regreso a Rosario en los treinta, agotada la estancia parisina, en donde se relacionó con cronistas y fotógrafos. En 1932 realizó un amplio registro fotográfico para ilustrar un artículo sobre los burdeles de Rosario escrito por el historiador y escritor Rodolfo Puiggrós. “Para su realización, Berni debió disimular la presencia de su cámara, hecho que lo llevó a la concreción de fotografías con encuadres, puntos de vistas y fuera de foco que le otorgan un carácter que lo alejan de lo meramente documental. Este material fotográfico –que se puede visitar en ‘Narrativas urgentes’–, sin duda, constituye un antecedente de sus murales móviles y en el desarrollo del mundo de Ramona Montiel. Y sirvieron casi medio siglo después de disparador para la realización de una serie de dibujos en el que retoma el mundo prostibular”. Quién dijo que Berni se fue de Rosario, si siempre estuvo volviendo.
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