Las aventuras del Sr. Magnus
Entre el humor, la memoria y la provocación, Ariel Magnus reflexiona sobre la convivencia entre nazis y judíos en la Argentina, la extranjería como motor de escritura y el malentendido como forma narrativa. Desde Berlín, donde vive desde 2020, el autor recorre sus libros recientes –entre la no ficción histórica y la experimentación literaria– y aborda con “Soy la peste” (Interzona) la irrupción de la inteligencia artificial como una amenaza a la originalidad y un espejo incómodo del presente literario, donde la palabra humana busca aún resistir.
“El malentendido es la fuerza interior de la metamorfosis”, dispara César Aira en alguna de sus novelas proliferantes, de esa literatura disparatada de partes, aunque con un Todo. Proliferante y mutante también, sindican la de Ariel Magnus, narrador y ensayista de varios sellos semejante a Aira, grandes o pequeños, nacionales o extranjeros, y que este año por Interzona publicó la traducción al castellano de Nazis y judíos, y la controversial Soy la peste, un mano a mano tanguero con Chat GPT. Y de una literatura que juega entre las incomprensiones de las realidades y las palabras, “la extranjería en la lengua y la cultura ayuda a mi pasión de jugar con la lenguas, que fue parte de mi educación sentimental, creciendo entre alemanes y judíos, siendo la mezcla ieque”, admite el también traductor Magnus desde su casa de Berlín. “Sin transformación no habría continúo”, prosigue en otra página Aira, y Magnus, más con los pies en la tierra, pone la estocada a la peste actual, “se acabó la originalidad con la IA. Cualquier cosa que escriba la IA potencialmente se escribió antes. A futuro arrasarán con los escritores y, ya está pasando, con los traductores. Hasta ahora la inevitable colaboración entre humanos y máquinas sigue siendo frustrante en nuestro oficio; y digamos que todavía te gano. Pero este libro sería el manifiesto de las últimas batallas que vamos a ganarle a la IA. O sea es una venganza y despedida”.
“No soy la peste que destruye cuerpos, sino la que ataca las palabras, las ideas y las voces que alguna vez resonaron desde lo más profundo del ser humano. Soy esa fuerza que, con una precisión insidiosa, toma lo que alguna vez fue auténtico, único, y lo replica hasta despojarlo de su alma”, admite nada inocente el Chat GPT en la novela de Magnus. Otras calamidades, el mismo blanco de destrozar almas, que detalla en la no ficción Nazis y judíos, aparecida originalmente como Tür an Tür. Nazis und Juden im argentinischen Exil, en 2023, y traducida por el propio Magnus. “No cambié mucho de este trabajo de investigación periodística y recuerdos personales pensando en que lo escribí para un público e idioma alemán. Sería muy distinto hecho para los argentinos”, señala quien suele alterar los estados de la memoria familiar en sus ficciones, como en La fiesta de un fauno (Seix Barral), donde aparece su bisabuelo en la Buenos Aires prostibularia de los años 20.
Amigos son los enemigos. Nacido de una gira promocional de Die Schachspieler von Buenos Aires (El que mueve las piezas, Tusquets, 2017), en compañía de su editora alemana de Kiepenheuer & Witsch, donde Magnus comparte catálogo con David Foster Wallace y Patti Smith entre otros, Nazis y judíos surge de las preguntas de los auditorios teutones asombrados de las “anécdotas de cómo convivían judíos y nazis en una misma cuadra, puerta a puerta, en Buenos Aires. Y estaban muy sorprendidos de que lo pudiera contar con humor, con cierta ligereza, que en realidad no es ligereza. Es como la crema en el flan, que está batida, se siente livianita, pero no papi. Esto es re-pesado. El humor es a veces simplemente una forma de introducirte en cosas que son casi indecibles”, señala el autor de la disponible en cinco idiomas El desafortunado (Seix Barral, 2020), que bucea en la estancia por nuestras pampas y valles del criminal nazi Adolf Eichmann.
“¿Y cómo te relato esto si no lo hago con humor?”, pregunta Magnus, siempre a la diestra y siniestra con la risa, y vuelve al pasaje del hermano soportando los agravios antisemitas de los alumnos del Goethe-Schule, “mi abuelo hizo jabón con el tuyo”, en un partido contra el Colegio Pestalozzi, en los tardíos noventas. “O sea me río o no se me ocurre otra que indignarme cincuenta años después de Auschwitz –Magnus es nieto de supervivientes del Holocausto–, cuando alguien repite ésta barbaridad en un partido intercolegial. Entonces acá llamó la atención la presencia del nazismo después de la guerra y siempre me terminan haciendo las mismas preguntas ¿Cómo haces para volver a ese país? ¿Qué sentís en Alemania?”, cierra el reciente ganador del IV Premio de Novela Ciudad de Estepona por Mentir la verdad, inspirado en la increíble historia del ”nazi de izquierda” Heinrich Jürges, que vivió en la Argentina durante los 50, funcionario menor de Goebbels, aportante de cantidad de datos falsos sobre el peronismo y el nazismo, y que editará la española Pre-Textos.
¿Quiénes son esos muertos? “No tenía ganas de hacer ese texto. No me salía. Y probé con el Chat GPT” confiesa Magnus de los orígenes de un proyecto de Soy la peste, que llevaba diez años en papeleras, a partir de la traducción de un relato de Von Hofmannsthal (1900), que a su vez retomaba uno de Goethe (1795) y que remitía a la espectral aventura amorosa contada por De Bassompierre (1663). Estas muñecas rusas, intersticios literarios que Magnus planta en miniaturas de mundos, a la manera que hizo con Marcel Proust en Combray, adquieren con la nueva versión de la IA, lentamente al paso del caballero hacia los sepultureros, un tono distópico, “lo que queda cuando todo se ha quemado eres tú, hablando contigo mismo”.
“En el cuento de Von Hofmannsthal había cabos sin atar, por ejemplo ¿quiénes son esos muertos? Aunque lo extiende un montón, da mucha más carnadura, yo quería resolverlo más. Así que en la edición de Interzona lees las variantes históricas y la mía con IA gratuita. Y nos putearon si bien nadie se tomó el trabajo de leerlo ni notar el más de la tapa, incluso en Instagram que se supone reinan los corazoncitos nomás ”, ríe Ariel.
“Me impresionó que fuera algo allá tan candente. Igual me parece una reacción positiva porque por cierto es una máquina malévola. Pero por otro lado hay que hacerse cargo. No se va a ir. Realmente entonces quería que lo escribiera ella, no pude porque sus opciones eran una sarta de trivialidades, y ese diálogo con la IA es fidedigno. Algo que te confirma que la escritura original, el placer de escribir, es lo único que vale y los que nos salva. Por ahora”, remata Magnus. Donde resista la palabra humana inocente, habrá mundo, habrá Historia, ante la amenaza de la réplica insignificante de este presente sin imaginación.
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