Más allá de la distancia
Mi amigo el papa Francisco.
En reiteradas ocasiones lo abrumaba con mis cartas, expresándole indignación ante la injusticia, la esclavitud y la corrupción que detalladamente le describía y particularmente el espionaje que habíamos sufrido en 2013 por parte de los servicios de inteligencia, revelado en varios medios. Además de abrazarme y tenerme en sus oraciones, Jorge sutilmente me iba introduciendo en la reflexión bíblica. En octubre de 2013 me escribió: “Sé que todo este andamiaje de conspiración y persecución viene organizado. Estoy cerca tuyo y no tengas miedo. Rezo y te mando buena onda. Tengo la certeza de que todo va a andar bien”. (13.10.13).
Y un mes después, tradujo evangélicamente la misma idea: “La persecución de los corruptos a los profetas es un clásico y, por otro lado, es la marca en el orillo de que la cosa anda bien. Mi consejo es el mismo que el profeta les da a los judíos en una situación parecida a la tuya: vigilancia y calma”. (27.10.13).
De a poco, y con paciencia, me enseñaba a mirar el dolor desde otro lugar y a pulir mi corazón. Me escribía tratando de que comprendiera que el dolor era también una fuente de sabiduría y de deseo de justicia: “No se sabe si no se sufre”. (17.12.13).
Ese concepto fue reiterado en decenas de cartas de Francisco, quien entendía que los momentos de sufrimiento, de mayores obstáculos y dificultades, eran tiempos de reflexión fecunda y de aprendizaje. “Lo importante no es caer, sino no permanecer caído”, solía repetir.
Una derrota electoral y el incendio que lo cambió todo
Durante 2015 desde La Alameda impulsamos, junto a algunos sindicatos, la lista de Bien Común para las elecciones ejecutivas en la Ciudad de Buenos Aires, adelantadas respecto de las nacionales. Obtuvimos cerca de 15 mil votos, repartidos de forma bastante pareja alrededor de mil por comuna. Fue un fracaso. Ni siquiera logramos superar las PASO. Estábamos profundamente amargados y tristes.
Recuerdo que, volviendo a casa después de la elección, se me pinchó la moto. Tuve que dejarla atada a un poste y volver caminando, roto, a llorar en mi casa. Apenas pude dormir esa noche.
Al otro día, la realidad nos golpeó de nuevo y no nos dio tiempo para nuestros duelos triviales: se incendió un taller clandestino en el barrio de Flores. La Alameda ya lo había denunciado meses antes, pero las autoridades ni siquiera lo habían inspeccionado. En ese incendio murieron calcinados dos niños: Orlando y Rodrigo. La Ciudad entera se conmovió. Los medios, hasta ese momento indiferentes, pasaron a cubrir el caso como prioridad, y La Alameda estuvo en el centro de la escena denunciando el sistema de clandestinidad y esclavitud.
El papa Francisco me escribió una carta, al día siguiente del incendio, que aún resuena en mi corazón: “Gracias por tu correo. Lo leí varias veces, y después me quedaron rondando en la cabeza y el corazón tres imágenes: la moto con la rueda pinchada amaneciendo atada a un árbol; tus ojos rojos de tanto llorar, en soledad, en tu casa, y dos nenes muertos carbonizados en el taller clandestino. Y a la hora, sin moto y sin aquel llanto de la noche, pero con otro, estabas allí. La vida continúa y la vocación no se negocia. Lo del sexto sentido es verdad. Hay una canción alpina que dice así: ‘en el acto de ascender, lo que importa no es no caer, sino no permanecer caído’”. (29.04.15).
Una vez más, la sabiduría de Jorge me iluminaba. Me enseñaba que lo importante no era caer, sino ponerse nuevamente de pie. Al día siguiente, hicimos una misa con el padre Charly entre los restos humeantes del taller, exigiendo justicia y pidiendo a Dios por las almas de esos niños.
Más tarde le escribí al padre Jorge: “Sería muy importante que reces y pidas por los niños Orlando Camacho de 7 años y Rodrigo Camacho de 10 años, que el lunes murieron asfixiados en el sótano del taller clandestino incendiado en la calle Páez 2796, abrazados, gritando y junto a su perrito. Sería importante que envíes unas palabras, como Francisco, de consuelo a todo un barrio que está conmovido. Las mamás de la escuela Provincia de La Pampa N° 4 del DE 12 quieren hacer una misa en la esquina del taller incendiado. Ese taller fue denunciado por La Alameda el 24 de septiembre pasado ante la fiscalía antitrata. El Gobierno de la Ciudad estaba notificado y nunca hizo una inspección, como consta en el documento que te adjunto, oficial de la fiscalía. Ahora, en los medios, se lavan las manos como Poncio Pilatos y dicen que nunca tuvieron conocimiento de la existencia de ese taller. ¿Dónde está tu hermano? ¿Cuántos chicos tienen que morir para terminar con la desidia, la mafia y la corrupción?”.
Esa misma noche, el Papa envió un mensaje para ser leído en la misa: “Queridos hermanos: a todos ustedes que están reunidos para orar por Orlando y Rodrigo Camacho, les hago llegar mi cercanía y los acompaño en el dolor y el sufrimiento. Lo sucedido me causa mucho dolor. Estoy junto a ustedes y pido al Señor que nos ayude a que nunca más sucedan estas cosas, fruto de injusticias. Con afectuoso cariño. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide”. (30.04.15).
En las semanas que siguieron, comencé a denunciar en detalle la podredumbre de los organismos de control del Gobierno de la Ciudad. Las denuncias sobre talleres clandestinos y prostíbulos se apilaban sin ser atendidas. Los inspectores fingían demencia. Los legisladores oficialistas guardaban un silencio cómplice, evitando interpelaciones o frenando proyectos que buscaban combatir la esclavitud laboral en el sector textil.
Fue entonces cuando Francisco me respondió: “Gracias por tu correo del pasado 12. Me hizo pensar y rezar. Ese llanto sobre Jerusalén, laque mata a los profetas (como dice en otro lado), expresa todo el dolor ante la dureza de corazón, ante la esclavitud de la corrupción, ante la anomia instalada bajo apariencia de legalidad. Y sigue siendo el drama de hoy: el de la libertad humana, de los que, pudiendo cambiar hacia el camino de la justicia y de la paz, se quedan abroquelados en la esclavitud de sus egoísmos”. (15.05.15).
La lección de Job y el tiempo de la consolación.
El 29 de mayo de 2015 le escribí nuevamente sobre cómo veía a La Alameda, desde una lectura inspirada en el libro de Job: “Querido Jorge: Anoche la Biblia me llevó a leer completo el capítulo de Job. No creo que haya sido casual la sugerenciadel azar. Job era un hombre recto, que hacía de la honestidad y la verdad una forma de vida. Muchos le reconocían esas virtudes y, sin embargo, un día el mal lo puso a prueba: perdió seres queridos, salud y bienes. El dolor y la desolación de Job fueron inmensos, pero nunca renegó de su fe ni de su honestidad y rectitud. Aunque sí interpela al Señor sobre el misterioso sentido del castigo. En su dolor, reconoció que algunos amigos no lo eran tanto, que algunos creyentes se aferran más a las formas que a la sustancia. Y pese a ello, oró por ellos cuando lo necesitaban. Al final tuvo su reivindicación, pero antes atravesó el misterio del sufrimiento que engendra sabiduría. La Alameda está como Job. En estos trece años de construcción, sus militantes han dejado el alma. Pusieron en riesgo sus vidas enfrentando a las mafias más pesadas. No acumularon nada. Su centro sigue siendo la rectitud, la honestidad, el ejemplo. Y muchos de nosotros, además, sostenemos la fe y el agradecimiento al Señor por lo recorrido, lo que aún podemos caminar y lo que aprendemos del sufrimiento. Como Job, no perdemos ni la esperanza ni la convicción de seguir caminando el mismo sendero de principios que nos trajo hasta aquí. Gracias por ayudarme a reencontrarme con mi fe. En estos días de silencios, la Biblia me fue orientando. Sentí hondamente que si aprendemos de los errores, si reflexionamos sobre nuestro sufrimiento, si interpretamos al desierto como una etapa de aprendizaje, la alegría y la esperanza están en el horizonte”.
Dos días después, Francisco respondió: “Linda figura la de Job. Comprendo lo que me decís del momento de La Alameda respecto a Job. Pero para Job fue el tiempo de la consolación, no lo olvides. Y estoy seguro de que vos estás viviendo ese tiempo. Es tiempo de fecundidad. Me gustó que hicieras un recorrido del camino andado en estos años de La Alameda. La memoria nos recuerda la primera intuición y los primeros pasos del camino, y eso nos fortalece a seguir caminando”. (31.05.15).
Esta serie de intercambios entre el dolor y la fe, entre el barro de la injusticia y el consuelo del Evangelio, me dejó una enseñanza profunda: la vocación al Bien Común es una decisión radical y sin tregua. No se negocia con el poder, no se interrumpe por una elección fallida ni se extingue con el fuego del crimen organizado.
Francisco, con palabras sencillas, pero de hondura profética, convirtió el duelo en consuelo, el fracaso en siembra, el sufrimiento en sentido. Su frase la vida continúa y la vocación no se negocia resume no solo un mandato pastoral, sino un programa de vida.
La imagen de Job se vuelve símbolo de La Alameda y de tantos movimientos que, pese a la pobreza, el aislamiento y la persecución, no abandonan su integridad. La consolación no es una promesa vacía, es una consecuencia de la fidelidad.
El Bien Común duele, quema, exige. Pero también fecunda. Y ahí, entre las ruinas y la esperanza, sigue latiendo el Reino.
Profundizando sobre estos tiempos de consolación como tiempos de fecundidad, Francisco volvió a darnos ánimo para aprender de las crisis y derrotas y seguir luchando: “Nadie nos puede quitar el bien hecho, ni la semilla sembrada. El llanto purifica y riega la semilla. Lo que vale es lo que siente el corazón. Y el bien que hacen nuestras manos y la leal amistad que hayamos sabido construir y consolidar tantos amigos, y la fuerza de tu madre y la promesa de tus hijos… y los chicos de la escuela. Eso es lo que vale… En la vida pasé momentos parecidos al que estás pasando vos. Una vez, en uno de esos momentos me ayudó el soneto adjunto, hecho por un jesuita poeta y bueno. Lo comparto”. (15.08.17).
En la misma carta me envió el soneto escrito por el sacerdote jesuita Osvaldo Pol S.J. que reflexiona sobre la aceptación de las pérdidas y la melancolía como parte del aprendizaje vital: “Saber perder… ¿es la sabiduría?
Decir adiós un día y otro día…
Dar por perdido lo que fue logrado. Sentir que el verbo amar nos ha mostrado el corazón de la melancolía.
Ya no será lo mismo la alegría, para siempre sabremos que a su lado hay una sombra, un tiempo demarcado, una puerta cerrada a la porfía.
Y no debe importar, a lo acabado le quedan mil comienzos todavía. Aunque oscuro y desolado ande el sol.
Decir adiós, negarse a la osadía de pretender lo que nos fue negado. Saber perder es la sabiduría”.
Francisco me enseñó que las semillas de la sabiduría están en las derrotas. Que solo se sabe cuando se sufre y que debemos aceptar los tiempos de desolación como procesos de fecundidad. También subrayaba que el dolor suele ser el motor de la rebelión contra las injusticias: “Veo que el dolor activa fuertemente tu deseo de justicia”. (11.02.14).
El dolor no nos deja indiferentes. Francisco no glorifica ni romantiza el dolor. Pero sí lo reconoce como fuente de lucidez, purificación y compasión. El que ha sufrido no solo comprende más, sino que se ablanda su corazón y lo hace capaz de mirar con mayor compasión. Si el dolor no se cierra en sí mismo, despierta un amor activo. La Cruz no es un castigo, es un camino. Y solo la Cruz nos sitúa frente a la verdad más honda de nosotros mismos y el mundo. (...).
A la vez, Francisco me enseñó la ética de la resiliencia cuando señala que: “Lo importante no es no caer, sino no permanecer caído”. (29.04.15).
Insiste en una idea que recorre todo el Evangelio: caerse no es el problema. El problema es quedarse tirado. La fe cristiana no exige perfección, exige camino, es decir, volver a ponerse de pie. Es la pedagogía del grano de trigo que cae y muere, pero que ahí encuentra su verdadera fecundidad (cf. Jn 12,24).
Al subrayar que “la vocación no se negocia”, aunque fracase en la urna, en la calle o en el alma. Lo que no se debe perder es el fuego que empuja hacia el bien común. Por eso supongo que Francisco recibió con agrado mi identificación con Job. Pero no se queda en el dolor: me recuerda que para Job hubo un tiempo de consolación. ¿Qué significa esto?
Job no recibió una explicación racional de su sufrimiento. Lo que recibe es presencia de Dios, una experiencia que transforma su mirada del mundo y lo conduce a una forma más honda de sabiduría: ya no espera que todo sea justo; aprende a vivir en el misterio con fe, sin ceder al cinismo. Y Francisco me dice: “Ese es el tiempo que estás viviendo. No estás perdiendo, estás gestando algo nuevo. En el silencio, entre las ruinas”.
Y ahí está la clave: la fecundidad que nombra el Papa no es estadística ni visible. Es fecundidad del espíritu, del compromiso, del despertar colectivo. Como la semilla bajo tierra. Callada. Invisible. Pero viva.
Es una exhortación a no abandonar la misión en medio del dolor, ni cambiar de trinchera por conveniencia. Aunque las estructuras políticas fracasen, aunque los aliados traicionen, aunque la elección se pierda. La vocación al Bien Comúncomo la vocación profética no se puede cambiar por pan, por aplausos, ni por poder. La vocación no es estrategia: es identidad. Es un llamado, no un cálculo.
En el soneto de Osvaldo Pol hay una mística de la renuncia: el soneto comienza con una pregunta punzante: Saber perder ¿es la sabiduría?
En el trasfondo de este poema está la espiritualidad ignaciana del desasimiento: el desapego de todo lo que no es Dios. Saber perdersin amargura, sin deseo de revancha es una forma de libertad interior. La sabiduría no se muestra cuando uno gana, sino cuando acepta el límite, la pérdida, la muerte de ciertos sueños, sin dejar de amar ni luchar. (…).
Con la Biblia en la mano, sin perder el rumbo
En marzo de 2016, en pleno ajuste neoliberal –con sus dramáticas consecuencias sociales y el inicio de la persecución judicial a toda oposición al régimen de Macri, le escribí a Francisco: “Le pedí al Señor que me ayude a graficar la coyuntura lo mejor posible para poder contarte el contexto espiritual de nuestra patria. Y así fue que me llevó a leer hoy el capítulo de Romanos 11,1-36 que se subdivide en ‘el resto de Israel’, la ‘salvación de los paganos’ y ‘la conversión de Israel’. Siempre me sorprende que me responda con tanta claridad en momentos tan oscuros. Quiero hermanos, que no ignoren este secreto, para que no se tengan por sabios: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que la totalidad de los paganos se incorpore. Entonces Israel se salvará, según lo escrito, ustedes antes eran enemigos de Dios y ahora por la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia, de la misma manera ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos desobedecen, pero un día también ellos alcanzarán misericordia. Porque Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para apiadarse de todos’. Para Pablo esa coyuntura adversa de Israel hizo posible que el Evangelio llegue a los gentiles. Por eso afirma ‘si su ruina representa la riqueza de los paganos, cuánto más lo será su conversión en masa’. Pablo confía en la salvación de su pueblo en los días de muchos corazones endurecidos… La pelea por la independencia judicial en pasado y presente, la unidad gremial no olvidando a los precarizados y esclavizados, y la contención y ejercicio práctico en los territorios de las intendencias en torno a los ejes del Laudato si, son las tareas de la hora en tiempos en que la crisis social y económica que se avecina es mucho más veloz que la recomposición de los destartalados partidos. Sobre estos tres pilares hay que construir esperanza y alejar fuenteovejunas. De todo este esfuerzo de articulación entre los franciscanos y alamedenses no hay tiempo de construir espacios propios, pero sí de iniciar maravillosos procesos”. (01.03.16).
Dos días después, Francisco, con su formidable poder de síntesis espiritual, me respondió: “El desafío metódico está en mantener el balanceo entre el modo de caminar sin brújula (porque está oscuro) y los principios de dignidad. Con la Biblia en las manos se agudiza la capacidad de discernimiento. (03.03.16).
Un año después, en una situación similar, me aconsejaba cómo orientarme en contextos confusos, apostando por una mirada evangélica anclada en lo esencial: “Creo que lo mejor, para evitar desgastarse en reflexiones que no ayudan, es ver lo objetivo de las cosas. Cuando estoy en situaciones movedizas o de múltiple interpretación, me hace bien ver lo objetivo, lo correcto y dejar que los vientos de opiniones diversas o contrarias soplen a su gusto”. (10.3.17).
Ciertamente, en los momentos más oscuros de una Nación, cuando las estructuras tiemblan y los consensos se fragmentan, es posible hallar una brújula en la Palabra. No se trata de una claridad inmediata ni de certezas absolutas, sino de una orientación ética que se arraiga en la dignidad humana y en el compromiso con los más vulnerables. En contextos de crisis, esta forma de discernimiento se vuelve un acto de resistencia. Porque no se trata solo de sobrevivir a la tormenta, sino de construir procesos, de tejer redes, de sembrar futuro. Como bien señaló Francisco: con la Biblia en las manos, se agudiza la capacidad de discernir. Y esa capacidad profundamente espiritual, pero también política es el don más necesario en tiempos donde los mapas se desdibujan, pero la dignidad debe seguir siendo la dirección.
El sexto sentido: intuición espiritual o acción del Espíritu
Durante mi camino de regreso al Evangelio, solía contarle a Jorge Bergoglio que, en ciertos momentos, se activaba en mí una suerte de sexto sentido. Esta percepción me permitía captar intuitivamente señales espirituales en hechos que parecían casuales o insignificantes, pero que luego resultaban fundamentales para caminar con sentido.
Jorge, ya como papa Francisco, siempre respetó mi interpretación “silvestre” de esta conexión espiritual. En varias cartas se refirió con afecto a ese “sexto sentido”, alentándome a conservarlo como parte de un estilo auténtico: “El desafío ahora está en no perder el ‘estilo’, en no dejarse ‘almidonar’ por las nuevas formas que te propondrán, en no perder el ‘sexto sentido’”. (17.08.13).
Me escribió en vísperas de dejar la escuela como docente y asumir como legislador. En momentos difíciles, cuando advertía maniobras oscuras contra él tanto en Roma como en Buenos Aires, le escribía para alertar. Su respuesta era clara y alentadora, validando mi intuición espiritual como herramienta de discernimiento: “Muchas gracias por tus dos correos. ¡Viva el sexto sentido! Es conveniente que aparezcan estas cosas sucias, incluso como desafíos al modo que se instala ahora. Tarde o temprano la caca flota y es mejor que flote y no que esté escondida en el fondo. Lo que sí hay que hacer escatequizar al pueblo sobre este fenómeno y ser implacable con la corrupción. No es fácil, pero es posible. Hay que hacerlo”. (30.05.14).
Aquelsexto sentido también se hizo presente en el diálogo con la cultura y la política. Recuerdo un reportaje que me hizo un periodista de izquierda de Le Monde en el que me preguntaba si Francisco era de derecha o de izquierda. Entonces, pasando por arriba de las etiquetas, lo desafié a comparar la “comuna de París” con las “misiones jesuíticas” o la “comunión de bienes” de los primeros cristianos para evaluar quién había ido más lejos en materia de igualdad, fraternidad y libertad. Cuando le conté esto a Francisco, respondió con humor y aprecio: “Muy buena la respuesta a Le Monde. Me hizo reír y me recordó la contundencia de las canciones (¿de protesta?) de Edith Piaf. Tu sexto sentido me impresiona cada vez más. Cuídalo con ratos de silencio y de reflexión”. (22.02.15).
Con el tiempo, entendí que aquello que llamaba “sexto sentido” era en realidad la acción del Espíritu Santo. Ese Espíritu que, como decía Jesús, nos guía hacia la verdad que nos hace libres. Reflexioné entonces años después: “La libertad es descubrir las señales que Dios nos puso en el camino. Es esa verdad que nos hará libres, como decía Jesús. Desviamos el camino cuando no estamos abiertos a discernir esas señales. Dios nos da la libertad de buscar la verdad o perdernos en nuestro propio laberinto. Debemos entonces elegir entre la libertad de la verdad o la ‘libertad’ de la mundanidad”. (24.01.18).
Fue mi hijo menor quien me dio la primera lección explícita sobre el Espíritu Santo. Un día, con naturalidad, le confesó a su madre agnóstica que había pecado por no haber escuchado al Espíritu Santo. Cuando le pregunté, me explicó con la sencillez de los niños: “El Espíritu Santo me dijo que hiciera una cosa y no le hice caso. Pero ya lo corregí”.
Le conté esto a Francisco, quien respondió con ternura: “¡Genial lo de tu hijo con el Espíritu Santo!(26.01.18).
En los momentos más oscuros de la política argentina, en 2017, cuando la persecución judicial y la fragmentación del campo nacional generaban un clima de desesperanza, le escribí buscando respuestas. Francisco me recordó que el Espíritu Santo no abandona al que lucha con fe: “El Señor nos dio la receta: orar y no dejarse engañar. Es la lucha del cristiano que el Espíritu Santo nos ayuda a llevar adelante”. (29.08.17).
Cuando le compartí mi inquietud sobre lasroscas políticas que, alejadas del pueblo, no mostraban rumbo alguno, le dije que había que rezar para que el Espíritu Santo ordenara el caos. Francisco, siempre claro, me respondió: “Muchas gracias por tu correo. Es verdad: hay que pedir que ninguna rosca posibilista deje afuera al Espíritu Santo”. (19.12.18).
Ya en 2021, al frente del Comité Ejecutivo de Lucha contra la Trata y Explotación de Personas, el trabajo se federalizaba, las políticas públicas se afianzaban y los resultados eran visibles en fallos, rescates y prevención. Reconocí con gratitud que esa fuerza no venía solo del esfuerzo humano, sino del impulso del Espíritu. Francisco compartió ese discernimiento: “Es verdad lo que decís. Yo no me explico ciertas cosas y ciertas decisiones sin la presencia del Espíritu Santo. Rezo para que me siga asistiendo”. (02.07.21).
La acción del Espíritu no es privativa de losconsagrados, ni exclusiva del ámbito religioso. Está disponible para todo el que se abra a escuchar, a leer las señales del tiempo, a caminar con humildad y perseverancia. Es el Espíritu el que sopla donde quiere, y cuando encuentra corazones abiertos, los convierte en instrumentos eficaces para la justicia, la verdad y el bien común.
☛ Título: La amistad no se negocia: Correspondencia inédita del papa Francisco con un militante de las periferias
☛ Autor: Gustavo Javier Vera
☛ Editorial: Autores de Argentina
☛ Edición: octubre 2025
☛ Páginas: 294
Datos del autor
Docente. Fundador y presidente de la Fundación Alameda cuya misión es denunciar la trata con fines de explotación sexual y laboral, la explotación infantil, el narcotráfico y el crimen organizado e impulsar políticas públicas de prevención, persecución del delito y asistencia a las víctimas.
Exlegislador porteño en el período 2013-2015, exdirector nacional del Comité Ejecutivo de Lucha contra la Trata y Explotación de personas y para la protección y asistencia a las víctimas durante el período 2020-2024.