Historia

Nuevo gobierno

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Las elecciones del 11 de marzo de 1973 consagraron la fórmula del Frente Justicialista de Liberación Nacional (Frejuli), Héctor J. Cámpora - Vicente Sola Lima. Si bien el peronismo no obtuvo más del cincuenta por ciento de los votos necesarios para evitar la segunda ronda, el resultado estaba muy próximo y ante el amplio margen obtenido por el Frente, la Unión Cívica Radical (UCR) anunció su intención de abstenerse a disputar la segunda vuelta presidencial.

El presidente electo viajó a Roma a encontrarse con Juan D. Perón para comenzar a delinear los grandes ejes estratégicos que enmarcarían las futuras acciones del nuevo gobierno. Durante su estadía, el Dr. Cámpora junto con su familia se trasladó hasta la ciudad del Vaticano para entrevistarse con el papa Pablo VI. Por su parte, el expresidente, recibió la visita del canciller de la Iglesia Católica, el cardenal Agostino Casaroli. 

Antes de regresar a la Argentina, ambos viajaron a España y mantuvieron una entrevista con el general Francisco Franco. La recepción brindada por Italia, España y el Vaticano, expresaba el reconocimiento en el plano internacional del triunfo peronista en los comicios. 

Para la izquierda del movimiento, que emergía exultante del proceso electoral, Roma y Madrid también fueron dos destinos importantes. Allí se reunieron Juan Domingo Perón con la cúpula de la organización Montoneros: Mario Firmenich, Roberto Quieto y Roberto Perdía. 

Los jóvenes guerrilleros tenían la intención de elevar al General una serie de nombres que según Perdía, tenían dos características: “algunos eran vetos, otros proposiciones. Los primeros en general manifestaban la lucha interna con el aparato sindical, que ya estaba en desarrollo. Las proposiciones eran de políticos o técnicos propios, amigos y aliados. Incluso no descartábamos la participación de algunos radicales como por ejemplo el equipo de Roque Carranza para economía. La idea de incorporación del radicalismo al gobierno respondía a la conveniencia de conformar un gobierno frentista, lo más amplio posible excluyendo solamente a los sectores oligárquicos. De tal manera, suponíamos, se reduciría la base de sustentación de eventuales intentos golpistas”. 

Mario Firmenich, líder de la conducción de Montoneros declaró: “Nosotros habíamos acordado ‘propuestas de staff’ de gobierno con alternativas nada radicalizadas. Por ejemplo, en el Ministerio de Economía proponíamos a Alfredo Concepción, que era de la CGE radical. Era un planteamiento de gobierno de unidad nacional, no se le llevó un planteamiento de la patria socialista como: ‘vamos a expropiar a todo el mundo’ ni nada por el estilo. Se habían acordado inclusive algunos vetos como el de Cafiero para el Ministerio de Economía”.

En Roma, las conversaciones con Perón giraron en torno a las expectativas del expresidente sobre la inversión en el país de capitales árabes, y las dificultades de la transición respecto al gobierno militar. 

En Puerta de Hierro, Madrid, última residencia en el exilio de Juan D. Perón, las charlas se enmarcaron en la necesaria reconversión de la organización Montoneros. Según relata Perdía, Perón “destacó que los próximos cuatro años, debíamos utilizarlos para aprender a gobernar y asegurar un eficaz trasvasamiento generacional, en la conducción del movimiento y del país”. 

Juan Domingo Perón, quien desde su concepción había animado durante estos años la lucha por diferentes medios contra el gobierno de facto, creía que podía encauzar las pasiones que habían sido desatadas ante el nuevo escenario político institucional que se inauguraba. A pocos días del triunfo electoral declaró: “Yo pienso que, racionalmente considerado, el problema de la guerrilla no escapa a una ley natural que establece que desaparecidas las causas deben desaparecer sus efectos. La violencia popular en la Argentina ha sido consecuencia de la violencia gubernamental de la dictadura militar y, naturalmente, todo nos hace pensar que desaparecidos los sistemas de represión violenta y sus deformaciones hacia el campo de la delincuencia oficial, no tendrán razón de ser los métodos violentos que el pueblo puso en ejecución, como elemental defensa de sus derechos y garantías.

En ese tiempo, según describe Perdía, la discusión interna giraba en torno a tres grandes temas y las relaciones que podían establecerse entre: líder (Perón), masas (pueblo) y vanguardia (Montoneros). (…)

¿Era factible pensar la posibilidad de una conducción compartida, una “simbiosis con Perón”, cuando el mismo concepto de conducción, no cuenta con la capacidad de alojar la participación ni la deliberación, sino por el contrario, su principal atributo reside en la singularidad que se reserva para el acto de la decisión? 

*Autor de El último año de Perón. De la promesa a la desolación (1973-1974) Eudeba (Fragmento).